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Eduardo Silva Romero es la cuota bogotana en uno de los bufetes más importantes de Francia

Este abogado de 35 años es admirado no solo porque es un deleite gramatical e intelectual escucharlo litigar, sino que aún lo motiva en lo más profundo de su ser el sentimiento de injusticia.

Redacción El Tiempo
Hace 12 años llegó a París, con su diploma de la Universidad del Rosario buscando los fantasmas de Cortázar y Sastre, convencido que la filosofía, si bien no paga arriendo, es fundamental para una buena argumentación en una audiencia. 
Por esta razón, se inscribió en el 'Collège de France' y preparó un doctorado acerca de Wittgenstein y la filosofía del Derecho. Sin embargo, para la mayoría de sus colegas del Rosario, 'el pilo' de Silva estaba simplemente haciendo una especialización en Derecho Internacional Privado y Comercio Internacional. 
Gracias a un préstamo del Icetex y a la ayuda de sus padres, pudo iniciar su aventura francesa y sepultar su sueño de ser delantero de Millonarios, cuyo equipo junior había apostado un día por su futuro futbolístico.
En la Ciudad luz inició la búsqueda de un lugar dónde vivir. Con un débil dominio de la lengua de Molière, llegó a la iglesia americana donde los estudiantes extranjeros encuentran, con la ayuda del más allá, apartamenticos baratos y sin muchas exigencias. 
Instalado y estudiando su doble especialización, logró convencer a su ex Alma Máter de lo importante que sería para la universidad tener un representante en Francia. Logró así un sueldo y se comprometió a cumplir varias tareas para los rosaristas en Europa. Pero la crisis financiera en Colombia en 1996 lo dejó sin financiación y tuvo que ingresar al mundo laboral francés. Fue a tocar la puerta de uno de los mejores bufetes de abogados internacionales, Coudert Frères, donde justamente necesitaban a alguien de origen latinoamericano para dos casos de arbitraje que tenían. 
Eduardo ya había estado en contacto con el arbitramento en Colombia de la mano de Hernando Tapias Rocha y le había quedado un cierto gusto. Su primer contrato fue el resultado de la discriminación positiva. En el bufete galo sólo lo utilizaban para ocuparse de temas puntuales relacionados con la mentalidad latinoamericana o interrogantes sobre la filosofía del Derecho. 
Pero no se demoró mucho tiempo en demostrarles a sus colegas que un abogado colombiano también puede establecer los hechos del caso y litigar, como aprenden a hacerlo desde los primeros años de formación jurídica los abogados de origen anglosajón. Para el ex alumno del Gimnasio Moderno fue sólo cuestión de voluntad, disciplina y mucho empeño adquirir el nivel y empezar a competir con los locales. 
En 1998, una nueva oportunidad surgió en su vida que le garantizaría un sueldo estable al recién casado. La Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio con sede en París lo contrató como consejero adjunto del equipo de América Latina y en el 2001 fue nombrado secretario general adjunto de dicha Corte, de la cual depende la administración de más de 600 arbitrajes internacionales anuales en los cinco continentes.
Pese a que su misión era verificar la argumentación de los laudos emitidos por los diferentes tribunales arbitrales y velar por la coherencia de la decisión, no era su batalla jurídica. Necesita hacer parte del duelo retórico de una audiencia porque "es ahí donde sucede el Derecho". Y es esa creación la que lo inspira. 
Así, volvió a su antiguo bufete Coudert, hoy Dechert, esta vez como socio y para litigar. Por el momento, su juventud lo limita a ser árbitro en asuntos internacionales. 
Pero le llegará la hora de firmar importantes laudos. No sólo lo sabe él, sino que lo predice la revista 'Global Arbitration Review'. Dentro de la lista del 2006 de los 45 abogados internacionales en el mundo menores de 45 años que liderarán dicha rama del Derecho en los años venideros, Eduardo Silva Romero tiene inscrito su nombre en grandes letras.
Redacción El Tiempo
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