El protagonista del cuento ‘El día que enterramos las armas’ de Plinio Apuleyo Mendoza es igual de pesimista a su creador. Una vez se acabó la guerra, el coronel de su corta historia aún extraña el sonido de los disparos al punto de querer volver al río Meta, desenguacar las armas y volver a ellas. Como su creador.
El peligro de la paz, como menciona Apuleyo Mendoza en su última columna de opinión, en realidad nace en el hecho de que haya personas que quieran destruirla, que no reconozcan los avances ni el beneficio de no repetir la historia de más de ocho millones de víctimas que ha causado el conflicto armado. Muchas de ellas enterradas, como las armas de su cuento.
También hace referencia alternamente a diversos aspectos negativos de la economía que agranda y magnifica, como las características de alguno de sus personajes novelescos. Observemos los hechos. Mientras que la economía de América Latina y el Caribe apenas incrementó su tamaño en 54,7 por ciento, la economía colombiana casi que se duplicó desde el 2000, y ha logrado pasar de crecer al ritmo de la economía mundial en toda la década 2000-2010, a crecer mucho más rápido en los últimos 6 años.
Hay más. Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, el buen comportamiento de la economía colombiana se mantendrá en los próximos años. Además, más de 5.260 empresas exportadoras (86 por ciento mipymes) hicieron negocios por más de 12.000 millones de dólares con más de 15.000 compradores de 159 países.
Desde el 2010 se han creado más de 3,2 millones de empleos, y ya son 22,2 millones de colombianos con trabajo; 4,6 millones de colombianos salieron de la pobreza y 2,6 millones salieron de la pobreza extrema. Se está enterrando la desigualdad, como las armas.
Sigamos observando. La inversión extranjera directa total pasó de US$ 6.430 millones en el 2010 a más de US$ 11.700 en el 2015. Nadie puede negar la llegada de grandes empresas y multinacionales que antes solo se veían por internet, catálogos o en grandes ciudades como Roma, Lisboa y París, donde solo pocos –algunos en cargos diplomáticos– han tenido el privilegio de ir.
Hemos tenido un incremento impensado de turistas y de inversión al turismo. 70 por ciento más viajeros internacionales y 52,6 adicional en el ingreso de divisas. Entre el 2010 y 2016, el turismo ha crecido casi 3 por ciento en seis departamentos afectados por el conflicto: Arauca, Caquetá, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada. Se está enterrando la mala percepción que el mundo tenía de Colombia, como las armas.
Colombia repunta. Se lo he escuchado a exportadores, industriales, tenderos y familias con optimismo realista y con esperanza de ver a sus hijos en un mejor país con menor desempleo, mayor acceso a vivienda, educación, servicios básicos; donde hay más opciones de ir a universidad, de salir del país a viajar y estudiar. Claro que Colombia repunta y más en un país donde no hay guerra como antes.
“Si no fuera por los muertos y por la muerte, que de tiempo en tiempo pasaba rozándonos el ala del sombrero, diríamos que tuvimos la gran fiesta”, decía el Coronel de Apuleyo. Acá también la muerte nos tocó a todos. Y acá solo hemos tenido fiesta después de enterrar las armas.
ALEJANDRO RIVEROS GONZÁLEZ
*Asesor Alta Consejería Presidencial de Comunicaciones