La creación de un área metropolitana no siempre es producto de la voluntad política de las ciudades y municipios. Muchas se generan por el crecimiento desordenado que las obliga a convivir, señala Jaime Vasconez, experto en crecimiento urbano del Marron Institute of Urban Management, de la Universidad de Nueva York (NYU).
El académico ecuatoriano asesora al Departamento Nacional de Planeación en el programa Planes de Ordenamiento Territorial (POT) Modernos, que junto con el Marron Institute desarrollaron un estudio en el cual analizaron indicadores urbanísticos de 200 de las 4.132 ciudades del mundo, mientras las monitoreaban vía satélite.
Hoy también colaboran con un proyecto en cinco ciudades intermedias de Colombia: Montería, Santa Marta, Yopal, Valledupar y Tunja, para asesorar en su expansión.
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¿Existen áreas metropolitanas sin que estas se decreten?
Sí, y es un fenómeno que se ha visto con frecuencia en América Latina, en países como Brasil, México y Argentina. Procesos que no son resultado de la voluntad política, sino de la misma dinámica económica y social.
La metropolización no es mala, trae potenciación de las capacidades que tienen los territorios; lo que ocurre es que debe ser debidamente conducida y manejada para que no existan desajustes, como los que se ven hoy en día de exclusión de los más pobres a las periferias.
Hay un problema, y es que el proceso a veces no corresponde con las estructuras político-administrativas vigentes, porque los municipios fueron concebidos como entes cerrados, claramente delimitados, separados económica, social y políticamente del resto de sus vecinos, y cuando se producen estas tendencias de crecimiento y conexión, se carece de instrumentos de gestión urbana.
¿Por qué hay que atender el crecimiento urbano?
Hacia el año 2050 se estima que 160 millones de habitantes nuevos se instalarán en las ciudades del mundo desarrollado, en Europa, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, y más o menos 20 veces esa cantidad se ubicará en los países en desarrollo; y, de esos, la mitad en África.
Hay ciudades como Yopal, Casanare, con una tasa de crecimiento del 7 por ciento anual, u otras con 4 o 5 por ciento. Las ciudades desarrolladas tienen tasas de crecimiento de 0,5 o 1 por ciento, es decir, muy limitadas. Por eso no tiene sentido copiar modelos de ciudades que crecen en bajos porcentajes, porque la celeridad con que se están generando esos cambios desborda todas las posibilidades.
Estudiar eso no solo es una situación de interés de lo público, sino que debe integrar todo el territorio. A todos nos interesa tener territorios equitativos, sustentables, pero para que lo sean debemos encarar los desajustes que se van generando.
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¿Qué es lo que les recomiendan ustedes a las ciudades para crecer?
Hay que reconocer que el proceso de crecimiento va a ocurrir, no negarlo. Hay que conocer el problema y su magnitud. Hay que planificar a largo plazo, no solo resolver problemas de coyuntura. Si no lo haces, los problemas te van a desbordar.
Hay que redefinir los límites urbanos y fijar áreas de expansión que sean las reales y que correspondan a las necesidades, para atender la demanda, y no que sean tomadas arbitrariamente. Debe incluirse un trazado básico de las vías, no para construirlas de inmediato sino para saber por dónde tender las redes de infraestructura y de transporte en esas áreas de expansión. Con eso te evitas peleas con propietarios de tierras que lleguen a asentarse. También hay que incluir la reserva de áreas verdes con antelación.
Un segundo consejo es que los mandatarios locales asuman el liderazgo de planificación, y no hacer lo de hoy, responder a los problemas que ya se produjeron. Es decir, delimitar la cancha y las reglas de juego con tiempo. Esto se ha hecho a lo largo de la historia, pero penosamente lo hemos dejado de lado.
Usted ha dicho que las urbes del planeta presentan problemas comunes, ¿cuáles son?
Todas tienen territorios con capacidades específicas, y población que se asienta y genera sus actividades, pero no siempre estas son beneficiosas para todos; por ejemplo, para el medioambiente. Esos problemas declinan su competitividad.
Eso, frente a la celeridad con la que hoy en día se mueve el mundo, obliga a que la gestión urbana se tenga que repensar. A veces, la solución es no hacer nada, y eso agrava los problemas. Muchas veces, los mandatarios señalan que no tienen recursos para responder, pero en realidad lo que les falta es orientación.
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¿En la expansión, en qué quedan los espacios verdes?
Para ello no solo hay que medir la cantidad de metros cuadrados que se tiene por habitante, sino (saber) de su localización, en función de que haya una proximidad del espacio verde disponible para la población, o sea, que les quede cerca.
MICHAEL CRUZ ROA
Periodista de EL TIEMPO
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