Escenas que el país creía del pasado son parte del agobiante presente de varios municipios del Chocó: grupos armados ilegales que se hacen llamar Autodefensas Gaitanistas libran una intensa lucha con el Eln por lograr el control territorial de una zona que, además de ser rica en recursos naturales, como minerales y madera, es también estratégica para quienes se dedican al tráfico ilegal de droga y armas.
A causa de lo anterior, se viene dando una confrontación que en los últimos días ha provocado el desplazamiento, según cifras de la Defensoría del Pueblo, de 304 habitantes del municipio de Alto Baudó. No se cuentan aquí aquellos que huyeron hacia la selva.
Detrás de estas cifras hay dramas que han marcado la historia del país: hombres armados que ingresan a un centro urbano para sembrar el terror entre sus habitantes, argumentando una supuesta colaboración con el otro bando; familias enteras –con niños, mujeres embarazadas y adultos mayores– que dejan su territorio, su vida, todo aquello que da sentido a sus días, para partir rumbo a un destino cuya única certeza es el desarraigo y el sufrimiento.
Pero, sobre todo, está la tragedia de la incapacidad de las instituciones para hacer efectiva presencia en el territorio. En especial en aquellos, en los márgenes, muy lejos de Bogotá, donde abundan los recursos y escasean la infraestructura y los programas para que estos se traduzcan en bienestar para todos y no en botín de unos pocos.
Por muchas razones, el desenlace de esta emergencia humanitaria es crucial para el país. Por la suerte de los civiles desplazados, en primer lugar, pero también porque la combinación de factores que hoy se vive en la selva chocoana, y que han dado pie a esta situación, puede repetirse en más de un lugar de aquellos en los que la dejación de armas de las Farc obliga al Estado a hacer inmediata y contundente presencia. Urge resolver esta crisis y, así mismo, extraer lecciones para aplicarlas cada vez que surja un desafío así. Y no serán pocos.
Solo de esta forma la sociedad podrá hablar de posconflicto sin remordimiento alguno.
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