Los lamentables hechos que enmarcaron la última jornada del cabildo abierto convocado para conocer los alcances de la venta de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB) echaron por tierra una oportunidad para que los bogotanos entendieran lo que significa la decisión emprendida por la Administración Distrital.
Un cabildo que tuvo un primer arranque no alejado de las arengas, pero más respetuoso y pertinente, se erige en el escenario perfecto para la confrontación de ideas en torno a un tema determinado. Y este sí que lo es. Hablamos de la venta de uno de los patrimonios de la ciudad.
En ese primer encuentro, decíamos, tanto el sindicato de la empresa como el Alcalde expusieron a sus anchas las razones que los animan a salir de dicho activo o la necesidad de revaluar tal decisión. Se confrontaron cifras, se conocieron propuestas, se rebatieron argumentos. Y así se esperaba que sucediera en el segundo encuentro.
Infortunadamente, pasó lo contrario. Aupados vaya a saberse por quién, sindicalistas, opositores al Gobierno y promotores de una tambaleante revocatoria del mandatario capitalino decidieron emprenderla contra concejales, miembros del gabinete y todo aquel que defendiera un nuevo destino para la ETB. Hubo vandalismo en las instalaciones del evento, bloqueo de vías en la calle, agresiones a la mesa directiva del Concejo y poco espacio para el debate.
Lo más indignante de este episodio fue el grado de agresividad e intolerancia expresado por varios de los asistentes. No solo verbal, sino físicamente. No se respetó ni siquiera a las mujeres, a las que con tanto ahínco suelen defender en sus propios estatutos.
La cabildante Lucía Bastidas, que de forma honesta y transparente ha apoyado la venta de la empresa, terminó insultada y vejada por una turba enfurecida, justo en el preámbulo de la celebración del Día de la Mujer. Colegas suyos corrieron la misma suerte. ¿Qué desató tamaña ira? ¿Dónde estaban los convocantes al cabildo, es decir, el sindicato? Quizás la cosa pudo haber sido peor.
Son entendibles las razones para que quienes hoy gozan de los privilegios de una empresa se opongan a su enajenación. Ni más faltaba. Para ellos existen razones de índole económica, social y patrimonial que los llevan a ejercer una férrea oposición a las intenciones del Gobierno.
Lo que se quiere ignorar acá, no obstante, es una verdad de a puño: que la ETB es un bien que no está en capacidad de competir, que ponerla a tono con los grandes jugadores demanda billones de pesos que no hay –y si los hubiera, saldrían de no atender otras prioridades–. Así lo entendió el Concejo al dar su aval a la venta. Son razones con las que se puede estar de acuerdo o no, y para eso es el cabildo. Pero tras lo sucedido, lo único claro es que la contraparte se ha quedado sin argumentos, y lo que la anima ahora son la violencia y el maltrato.
Por lo mismo, hay que reconocer la actitud valerosa y aleccionadora del alcalde Enrique Peñalosa, quien, en un escenario ciertamente adverso, soportó con estoicismo y responsabilidad los insultos y las provocaciones de aquellos que creen que estamos en tiempos en que las cosas se resuelven con escupitajos. Y así no es.
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