Noticia reciente de interés en la economía colombiana fue la pobre cifra de crecimiento del PIB reportada por el DANE para 2016 de 2%. Crecimiento bajo que rompió con una tendencia de desempeños relativamente aceptables que mantenía nuestro Producto Interno Bruto con incrementos anuales por encima del 4% en los últimos siete años.
Los mayores crecimientos se dieron en los servicios financieros, en las actividades inmobiliarias y en el comercio, todos estos pertenecientes al sector servicios. La industria también creció, pero dado que venía de constantes disminuciones en años anteriores este importante crecimiento puede generar más dudas que certezas y máxime si está vinculado a la importante inversión adelantada en Reficar.
Conviene volver a considerar un viejo aserto, que es y que ha sido ampliamente estudiado, y es el hecho de que detrás de pobres desempeños en crecimiento económico, hay pobres desempeños en productividad.
Hoy en día, no existe premisa más cierta que aceptar el hecho de que para lograr crecimiento económico sostenido es necesario mantener aumentos sostenidos de productividad. Este indicador es una medida que considera la producción final obtenida respecto de los recursos usados inicialmente para conseguir dicha producción.
Evidentemente, entre más producción final se consiga por inversión inicial de capital o de trabajo, mejor desempeño en los sectores económicos.
La productividad es ante todo un indicador de eficiencia. Los países cuyas economías reportan mayores tasas de crecimiento, además de ser eficientes, son aquellos que tienen mejores desempeños en este aspecto.
En el contexto internacional Colombia y prácticamente todas las economías de América Latina ─con la honrosa excepción de Chile─, presentan lamentables desempeños en sus índices de productividad afirmándose que la región sufre de una ‘enfermedad crónica’ con síntomas que llevan a la existencia de círculos viciosos en los que bajos niveles de crecimiento se explican a su vez por bajos crecimientos de la productividad y viceversa.
Un mal desempeño en este indicador lleva aparejados males adicionales como el que los ingresos no suban, y por ende se haga muy difícil superar los umbrales de pobreza.
Hoy en día es bueno resaltar que, en el desarrollo de las TIC, se encuentra uno de los motores más importantes de impulso a la productividad, pues el cambio técnico producido por las TIC, va más de prisa que el avance de las tecnologías físicas. Esto significa muchas cosas como, por ejemplo, que los costos de almacenamiento de la información descienden rápidamente y esto genera a su vez más datos a medida que las empresas realizan sus actividades cambiando el ambiente de la competencia.
Personalmente creo que el problema crónico de la baja productividad en Colombia ha sido bien diagnosticado: la presencia de fallas de mercado que implican que las empresas tengan baja actividad innovadora y de emprendimiento y dificultades para la apropiación de conocimiento y tecnología; las brechas entre el capital humano que se forma y el que demandan las organizaciones; los limitados accesos a financiamiento; los bajos niveles de encadenamientos entre agentes productivos colombianos y del exterior; pobres niveles de cumplimiento de estándares de calidad y baja inserción en el comercio mundial, son todos ellos causantes de la baja productividad del país.
Las respuestas desde la política económica no se han hecho esperar. El CONPES 3866 de 2016 busca conquistar sostenidos aumentos en productividad que redundarán en un mayor crecimiento de la economía nacional en el largo plazo.
Respuestas de corto plazo al cambio en la productividad se empezarán a conseguir gracias a los importantes avances que el país ha hecho en el sector de las TIC. Resulta reconfortante ver como Colombia por segunda vez en el Affordability Report de 2017 ─informe mundial que mide el acceso a Internet de más de cincuenta países de ingresos medios─, ocupa los primeros lugares.
A nivel regional vale la pena también mencionar los avances en conectividad de Bogotá que, según estudio reciente hecho por la consultora ‘Consorcio Ecosistema Digital’, presenta importantes avances en términos de más utilización de las TIC, de mejoras evidentes respecto de cultura y capacitación digital, de promisorios desempeños del e-commerce, de significativos índices de uso y penetración de teléfonos inteligentes –con una cobertura casi total para la población, del 87%─.
Es importante plantear que las extraordinarias reducciones en el coste de obtención, tratamiento y transmisión de la información está transformando la forma de llevar las empresas.
Ya Michael Porter se ocupa de recordarnos que las TIC están en condiciones de generar una verdadera revolución al interior de las empresas y de los sectores económicos pues tienen la capacidad de modificar la estructura de costos de producción, aumentar márgenes de ganancia en las cadenas productivas, dotar a las empresas de nuevos medios de superar a los competidores nacionales e internacionales y sobre todo generar nuevas líneas de negocios.
Álvaro Turriago Hoyos
Profesor del programa de Economía y Finanzas
Universidad de La Sabana