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Letras de Andrés Caicedo aún pasean por la Avenida Sexta

Letras de Andrés Caicedo aún pasean por la Avenida Sexta

En el aniversario número 40 de la muerte del escritor caleño, sus hermanas cuentas anécdotas.

04 de marzo 2017 , 03:24 p. m.

Sobre su Remington portátil, Luis Andres Caicedo Estela, (Luis por su abuelo paterno), expiró su último aliento en la carta a su novia Patricia y que dejó en el rodillo de esa máquina de escribir, el 4 de marzo de 1977.

Había tomado 60 pastillas para controlar su depresión, en un apartamento del edificio Corkidi, alquilado un año antes en la avenida Sexta, en el norte de Cali, la misma que recorrió de ‘arriba abajo y de izquierda a derecha’.

Era el hermano menor y único hombre en una familia donde vivían, literalmente, las tres Marías, (sus hermanas María del Pilar, María del Rosario y María Victoria). Su padre Carlos Alberto y su madre Nelli Estela, habían confiado en él seguir el legado de una familia caleña tradicional, pero Andrés, como todos lo llamaban, no lo quiso así.

No era convencional, le gustaba usar el pelo largo cuando nadie así lo usaba, tampoco entró a la universidad porque decía que sabía más de teatro que cualquiera y se ‘devoraba’ hasta ocho películas diarias por su amor al cine”, cuenta su hermana Pilar.

Amante del huevo sin clara y las cintas de vaqueros, desde niño, el escritor caleño, develó su amor por el arte, lo que escandalizó a su padre pues quería que fuera abogado o doctor. “Antes de él, dos hermanos murieron, uno a los 3 años, en 1958, y otro que nació enfermo. Por eso, mi mamá lo recordaba siempre como ‘el niño que me quedó’, mimándolo demasiado”, cuenta su hermana Victoria.

Por su rebeldía fue expulsado de colegios religiosos y trasladado a Medellín, donde escribió su primer cuento, 'El Silencio. Volvió a Cali', y después de pasar por el San Luis y el Berchmans, pudo graduarse en el colegio Camacho Perea.

“Fue muy enamorado, hace poco una de sus exnovias nos compartió una carta que le escribió a los 15 años. La literatura se le notaba”, dice Pilar. Fue ganador del Primer Festival de Teatro Estudiantil con 'La piel del otro héroe' y trabajó con el maestro Enrique Buenaventura en el Teatro Experimental de Cali.

“Dormía en el mismo cuarto que Rosario, mis hermanos se entendían y escuchábamos sus ocurrencias literarias, en ese tiempo cocinábamos con carbón y se fascinaba al escuchar por la calle Sexta al vendedor gritar: ¡bon, bon, bon!”, recuerda Victoria.

A pesar de estar sumergido en las letras y el cine, Andrés veía la vida de una forma realista, amaba y a su vez odiaba la ciudad, no le gustaba la forma ‘mezquina’ cómo personas del norte, de barrios de clase alta, miraban a los del sur en una Cali que estaba creciendo al ritmo de la salsa”, cuenta su hermana.

En 'El Atravesado' retrata sus caminatas, e incluso cuenta la masacre que vivieron los estudiantes de la Universidad del Valle el 28 de febrero de 1971.

Su amor por el cine lo llevó a fundar con sus amigos Ramiro Árbelaez, Carlos Mayolo, Luis Ospina y Hernándo Guerrero el Cine Club de Cali, como también ‘Caliwood’, donde hacían sus propias grabaciones.

La salsa de Ricardo Rey y Bobby Cruz marca la vida de quien se crió con los Rolling Stones. Eso lo refleja en su novela '¡Que viva la música!', con su protagonista María del Carmen Huerta, una rubia salsera.

Su hermana Rosario cuenta que para Andrés las letras y el cine eran el antídoto en sus ganas de morir. En 1975 tuvo dos intentos de suicidio al no aguantar su realidad ni la de la ciudad que lo rodeaba, incluso, hablaba de “La ciudad que espera pero no le abre la puerta a los desesperados”.

Después de morir, la obra de Caicedo vive, son varios los grupos que lo investigan como el de Ángela Rosa Giraldo, docente de la Universidad Autónoma, con 10 años enseñando sobre el autor. “Su obra es lo mejor que puede tenerse a mano para nuevos lectores. Cada año visito su tumba en el cementerio con cuatro girasoles”, cuenta.

En la tumba S93 del Cementerio Metropolitano del Norte, no son pocos los curiosos y turistas que agradecen al escritor sus obras, allí los jardineros hallan libros, flores, hasta besos con labial rojo y cartas.

Allí en un papel, una mujer anónima cita: “Caicedito, aquí estoy en tu Calicalabozo (…) existen tantas preguntas que lamentablemente no encontrarán respuestas, en este, ni en ningún otro lugar. Traigo este cuerpo hasta el polvo del que alguna vez fue tu cuerpo para alcanzar a percibir un poco más de ti. Me dueles Andrés, como un viejo amigo nunca conocido”.

Para él, vivir más de los 25 años era una vergüenza. No sabía que su obra viviría siempre.

CALI

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