¿Por qué el 20 de febrero fue el día internacional del gato? Porque ese día de 2009 murió el gato Socks, mascota del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. ¿Qué hizo de especial? Pues que nunca delató a su jefe por haber convertido en oral el despacho Oval de la Casa Blanca en horas de oficina.
Otro motivo. Fue en febrero cuando el papa Benedicto XVI dio un paso al costado. El Papa vivía en la soledad acompañada de dos gatos a los que les habla en alemán. Ellos le sonríen en italiano. Benedicto consultó su decisión con sus dos gatos y con el Espíritu Santo, que no lo dejaba mentir ni meter las sandalias del pescador en asuntos fundamentales.
Hay otros motivos para celebrar el día de estos “tigres en miniatura”, como bautizó a Pepito, su gato, el maestro Germán Arciniegas. Como todos los de su especie, Pepito empezaba haciendo el amor y terminaba haciendo la guerra.
Tienen una ventaja sobre los demás mortales o inmortales, bípedos o cuadrúpedos. Se pueden suicidar de una de sus vidas, y les quedan seis para disfrutar.
Un ejemplo de lo anterior podríamos sospecharlo en Tomasina, la gata de Stella Rozzo, empleada de la Librería Central. Cualquier día, Tomasina saltó por una ventana en su casa de La Candelaria. Cinco años después volvió por donde entró, buscó a su ama, se arrojó en sus brazos y murió de las vidas que le quedaban.
Merece tener día propio una raza que se aburre en sus cuatro patas, camina con silenciador para no despertar a nadie y fue domesticada hace 9.500 años. Desde entonces los mininos no han trabajado un solo día.
Bueno, hay una excepción. El gato Óscar, sí, tocayo mío, trabaja en un hospital geriátrico, en Rhode Island (Estados Unidos). ¿A qué se dedica? Óscar aparece de pronto en la habitación 313 (no le tiene miedo a ese número), donde están los enfermos terminales. Cuando llega, empieza a orientarse. Termina sentándose al pie de uno de los pacientes. Este será el próximo ‘morlaco’. En esa predicción es infalible como los papas.
Existe la idea de aprovechar las dotes de arúspices que puedan tener los gatos. La ciencia estudia cómo enseñarles a predecir terremotos. Ha cundido el pánico en el gremio que cerró filas para no dejarse distraer de su verdadero oficio: la pereza.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO
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