En Colombia eso de la realidad no pegó. Resulta inútil abordar con madurez cejijunta lo que está sucediendo en el país, pues –según le explica Erasmo de Rotterdam a Tomás Moro, en el campo, el 13 de junio del año de 1508– “nada hay más necio, sin duda, que hablar en serio de lo que es pura necedad, ni nada más divertido que hablar en broma de aquello que no se sospecharía que lo fuera”. Digo que no es más ni es menos que un chiste que el desatado expresidente Pastrana –desde la finca del líder del partido que, según dijo a Semana en 2013, representa al cartel de Medellín– acuse a su exministro Santos no solo de ser un lagarto bogotano, sino de entregarles el 15 por ciento del territorio colombiano, 170.836 kilómetros cuadrados, a las Farc: jajaja. Pastrana el matemático: de presentador a fabricante de noticias.
Sigo. No es sino una mueca que, en un curioso giro de las preposiciones, el ansioso exprocurador Ordóñez convoque una marcha contra la corrupción: “Insolidaridad por Colombia”. No es sino una broma pesada que el exvicepresidente Vargas Lleras piense en voz alta, como echando al aire un coscorrón a ver a quién le cae, si no será mejor lanzarse a la presidencia por firmas ahora que ha quedado claro que su partido ha avalado lo peor de lo peor. Es cierto que el expresidente Uribe aseguró haberse engañado a sí mismo – “me autoengañé”: jajaja– cuando nombró en su gobierno populista al comisionado Sergio Jaramillo, y no hay una manera más seria de encarar semejante payasada que la caricatura de Matador en la que un Uribe de Crocs con carita de curita responde “autoengaño” una y otra vez a los micrófonos que lo cuestionan.
Es su propia sátira aquel comunicado de Uribe titulado ‘El respeto necesario en el Centro Democrático’: jajaja. Como si el tal CD no fuera un culto de una sola mente, sino un partido. Como si no fuera chistoso que el expresidente Uribe, creador impune de estigmas como “periodista extraditable” o “enemigo de paramilitares” o “sometido a las Farc”, escribiera “no debemos caer en epítetos destructores”, y pidiera cordura al “jurista connotado” Fernando Londoño, al “NO paramilitar” Ernesto Yamhure. Como si no fuera risible ese mundo solterón en el que ‘homosexual’ y ‘liberal’ y ‘comunista’ son insultos, ese mundo en el que, por cometer el pecado de la sensatez, el precandidato Iván Duque debe llamar al general Bedoya a pedirle disculpas por un texto que escribió en 1998 y debe rogarles a los cristianos que no se tomen a mal sus concesiones a la igualdad.
Leer ese comunicado de campaña permanente, que busca conjurar la división, es reírse –entre el miedo: jejeje– de aquella primera década del siglo XXI en la que la temible derecha colombiana estuvo unida.
Leer ese comunicado, que es una charla de camerino frente a las barras bravas, es llegar a la frase “el problema es con Santos”. Porque el problema no es con los verdugos de los 22 líderes sociales asesinados en 2017, ni con los traumas de una ciudadanía cansada de los mismos políticos de siempre, ni con la corrupción que es un rito, ni con las Farc siquiera –que allá en la realidad han entregado las primeras 322 armas a la ONU–, sino con una presidencia que ha enrarecido este mundo que solo volverá a parecer simple si ellos regresan al poder: ese mundo de la derecha, plagado de estandartes, que defiende a muerte la prohibición –el autoengaño vuelto ley– que termina en mujeres muriendo en trastiendas abortistas, en guerrillas engordadas como carteles y en viejos que conocen en China la pena de muerte que Colombia ha tratado de abolir desde 1910.
Paro acá. Confío en que Matador pronto pinte una caricatura que advierta que de chiste en chiste la derecha se va tomando todo.
RICARDO SILVA ROMERO
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