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Un destape saludable

Aquí está empezando a suceder algo trascendental y lo importante es que no se detenga.

Cuando una sociedad se enfrenta a situaciones complejas, como la que vivimos actualmente en Colombia, siempre hay dos maneras de interpretar los hechos. La más fácil es la negativa, porque responde al primer impacto frente a hechos negativos, y en nuestro país hay suficientes elementos para reaccionar de esta manera.
La economía está creciendo muy poco, 2 por ciento, una mala tasa; volvieron los atentados y ya murió uno de esos jóvenes que se la han jugado por la nación y hay varios en estado grave; Odebrecht extiende sus ramas y daría la sensación de que muchísimos reputados funcionarios y personas del sector privado terminarán muy comprometidos con esta pavorosa multinacional del delito.
Hay más de 25 candidatos a la presidencia para el 2018, lo cual sería una maravilla si todos estuviesen listos, pero la verdad es que a muchos les faltan varios hervores para realmente calificar para semejante responsabilidad. La excepción es Sergio Fajardo, quien ha afirmado que no es ni candidato ni precandidato. ¿Le creemos?
Pero, definitivamente, hay otra manera de mirar lo que sucede actualmente y para ello se necesita pensar en el pasado y el futuro de nuestro país. Por fin están capturando a los implicados en haberle dado a un jefe paramilitar los recursos públicos de la salud de un municipio. Se supo y no pasó nada antes. El Gobierno interviene los recursos de La Guajira y se la quita a los políticos ladrones que han sumido en desgracia a por lo menos la mitad de su población. Y así, si se agregan los funcionarios públicos hoy en la cárcel, los que pronto caerán, los grandes empresarios absolutamente enredados, la verdad es que aquí está empezando a suceder algo trascendental, y lo importante es que no se detenga.
No hemos tenido una Patria Boba; los bobos hemos sido los 49 millones de colombianos que nos hemos dejado tramar y robar por una élite y sus secuaces.
Pero, además, está quedando en evidencia la politización descarada de instituciones cuya función es velar por la transparencia en el ejercicio de la democracia. Lo que ha denunciado Armando Novoa, magistrado del Consejo Nacional Electoral, confirma que, dada su politización mal entendida, no hay posibilidades de que ejerza la función para la cual fue creada.
Novoa no pertenece a ningún partido de la coalición de gobierno y, según sus contradictores, se ha vuelto “muy necio”. Pero resulta que precisamente por reconocer las falencias de su institución lo marginan de todo lo que el país necesita saber. Y todo el mundo hace mutis por el foro. Si no puede asistir a ninguna de las discusiones en sala plena sobre la investigación de si entraron o no dineros de Odebrecht en las dos grandes campañas, ¿en qué lo dejan? Algunos ya hemos vivido esta estrategia para acallar voces disidentes. Y este es el botón de la muestra.
Lo positivo de lo anterior es que estamos en algo fundamental: “el destape de esta sociedad llena de vicios”. La transparencia no ha existido ni en la democracia, ni en la política, ni en los negocios, ni en las relaciones personales; mejor dicho, en nada. Con la disculpa del narcotráfico y del conflicto interno, perdimos el norte y nos acomodamos a este país lleno de trampas, de techos de cristal para la mayoría y con todos los ismos, clientelismo, machismo, racismo, etc.
Destape es despertar de esa situación que podría explicar muchos de los males de Colombia, como la desigualdad, la injusticia, la muerte absurda de niños; y para los economicistas, la falta de competitividad de esta nación y para los ciudadanos, la debilidad de nuestra democracia. Ese es el principio de un nuevo país. ¿Será que a los no privilegiados no les parecerá excelente sacar de su zona de confort a quienes se han beneficiado de estos males? Claro que sí, y lo importante es que no se frene el destape.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecilialopez.com
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