Uno de los principales mensajes que el papa Francisco les ha enviado a sus sacerdotes, en todo el mundo, es el de divulgar la palabra de Dios y las obras de la Iglesia católica a zonas de la periferia. Llevarles esperanza y fe a los más pobres.
Y obedeciendo a este llamado, la Arquidiócesis de Bogotá acaba de inaugurar 14 nuevas iglesias en uno de los sectores más marginados de la capital colombiana: Ciudad Bolívar.
“Esta zona ha venido creciendo muchísimo en los últimos años, con invasiones y barrios subnormales, en medio de muchas dificultades. Y no nos podemos quedar rezagados”, dice el cardenal colombiano Rubén Salazar mientras camina por las calles sin pavimento de una invasión conocida como El Recuerdo, en las más empinadas lomas de este rincón bogotano, hasta donde no llegan los buses de transporte público.
La gente se asoma a sus casitas armada con palos y latas, lo saludan y le agradecen su presencia, y le cuentan que son desplazados por la violencia, víctimas de la guerra, que no tienen trabajo.
“Son parroquias con cura pero sin iglesia”, sigue Salazar, también arzobispo de Bogotá, y aclara que solo unas pocas tienen un templo. Funcionan en pequeñas capillas, en salones comunales improvisados, en algún colegio. Muchas de ellas tienen apenas un lote o no tienen nada. Lo que sí tienen todas es a un párroco que recorre las calles, visita las casas puerta a puerta y trata de organizar a la comunidad en la fe y en la acción social.
Y aclara que las 14 nuevas parroquias se suman a las 19 que ya existían en este sector, donde viven más de 600.000 personas.
“Lo que buscamos con esta iniciativa es ayudarle a la gente a vivir más dignamente, a darles la esperanza de la palabra de Dios, a alimentarlos en lo posible, a darles vestido”, sigue el cardenal Salazar, quien aclara que la Iglesia católica hace presencia en este sector capitalino hace más de cincuenta años.
“Claro, el papa Francisco nos está empujando de nuevo, pero aquí llevamos varias décadas, con parroquias, comedores comunitarios y otras obras sociales”, añade Salazar, quien no oculta su preocupación no solo por la pobreza evidente en Ciudad Bolívar, sino por la desesperanza.
“No solo es la pobreza de tener las necesidades básicas insatisfechas; es la pobreza de saber que no se tiene futuro”, advierte el prelado colombiano, quien cree que se debe hacer un trabajo muy fuerte con niños y jóvenes para que no caigan en las redes de delincuencia ni en las pandillas.
Los encargados de las nuevas parroquias son jóvenes sacerdotes, recién salidos del seminario. Uno de ellos es Pablo Andrés González, un bogotano de 30 años y asignado a la naciente parroquia de Nuestra Señora de Nazareth, en una pequeña capilla privada en este barrio –como muchos de la zona– de invasión. “La gente nos ha recibido muy bien y agradecida, porque es una comunidad muy alejada y poco atendida, por la lejanía y la dificultad del territorio”, dice el sacerdote.
Monseñor Augusto Campos, responsable de la Vicaría del Espíritu Santo de Bogotá, jurisdicción eclesiástica que cubre el suroccidente de la ciudad, dice que el principal propósito de ampliar la presencia de la Iglesia en esta zona es atender las necesidades espirituales de la comunidad.
Y aunque por ahora la mayoría de las nuevas parroquias tengan instalaciones precarias, la idea es que más adelante se conviertan en parroquias y centros de atención integral, con comedores y espacios para el empleo y el desarrollo social de la comunidad.
BOGOTÁ