Hubo un tiempo en que el Lejano Oeste también se conocía como Salvaje Oeste. El primer adjetivo se fue diluyendo a medida que las comunicaciones hicieron el mundo más chiquito.
El segundo, en cambio, perdura porque se refiere a lo que pasa cuando las instituciones son débiles y la gente hace justicia por mano propia, como sigue sucediendo.
Por eso un wéstern puede tener lugar hoy, en pleno siglo XXI, como lo muestra la magnífica 'Sin nada que perder,' nominada a cuatro premios Óscar, entre ellos el de mejor película.
Dos hermanos emprenden una serie de robos en los bancos de unos pueblos perdidos en el estado de Texas.
Uno de ellos (Ben Foster) pasó un buen tiempo en la cárcel, y sabe muy bien lo que hace y a qué se expone. El otro (Chris Pine) ha llegado a esa situación por problemas económicos y siempre parece estar en el lugar equivocado.
Entre tanto, una pareja dispareja de policías los persigue para tratar de hacer algo que no abunda en la región: justicia.
Además de beber de las películas clásicas de vaqueros, Sin nada que perder tiene elementos de otros géneros como el policial, el thriller y del buddy-movie (filmes de amigos).
Como si eso fuera poco, la película aborda temas como la crisis económica, el racismo y la noción de justicia, haciendo un retrato elocuente del terreno donde germinó la elección de Donald Trump.
Semejante coctel explosivo funciona gracias a la destreza del guionista Taylor Sheridan y el director David Mackenzie, y a la soberbia actuación de Jeff Bridges, quien ya tiene escriturado el Óscar como actor secundario.
‘Sin nada que perder’
Dirección: David Mackenzie
Con: Jeff Bridges, Ben Foster, Chris Pine
Clasificación: 12 años
MAURICIO REINA
Crítico de cine