Cuando transitaba por la carrera 5.ª con calle 27, después de realizar un servicio en el Museo Nacional, el conductor de taxi, Diego Sánchez, sintió una fuerte explosión y su vehículo se sacudió. En ese momento sintió pánico.
Aún aturdido por la onda explosiva, el hombre llevó a cuatro policías heridos, entre ellos a una patrullera muy adolorida, tras el petardo con metralla que estalló este domingo 19 de febrero a las 10:30 a. m., en inmediaciones de la plaza de la Santamaría, en el barrio La Macarena, centro de Bogotá.
“Quedé en pánico, en 'shock'. En ese momento no se me pasó nada por la cabeza, solo ayudar a los que estaban heridos”, dijo este conductor que lleva 14 años detrás el volante.
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De 32 años, casado, con cuatro hijos de 14, 9, 6 y 4 años, el conductor le contó a EL TIEMPO que, precisamente, la semana pasada habló con su esposa para cambiar de profesión porque la plata es escasa y el trabajo de taxista, con el que está agradecido porque le dio la posibilidad de sacar adelante a su familia, ya no es tan bueno como antes.
Su familia está agradecida con Dios de que no le haya pasado nada a Diego. “Están felices porque no me pasó nada que no se pueda arreglar", aunque reconoce que ya es hora de dejar este oficio.
De los pacientes que transportó, además de la mujer herida, uno de los uniformados que se subió en la parte delantera al parecer tenía una fractura y su angustia en el camino fue llevarlos lo mejor posible.
“Esta es la primera vez que me pasa algo de esto y he colaborado con lo que he podido”, dijo el hombre.
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Desde hace seis meses, Diego Sánchez trabaja en el taxi de propiedad de Hollman Cangrejo, su colega, el sobreviviente de aquel accidente del pasado 12 de julio de 2013, en el que sus pasajeras, las ingenieras Ana Torres y Diana Bastidas, perdieron la vida y Cangrejo quedó sin movilidad en sus piernas, tras el choque por detrás de una camioneta conducida por el abogado Fabio Salamanca, ya condenado por estos hechos.
Cuenta que tras el atentado, Hollman Cangrejo, aquel compañero que conoció hace ya varios años en el gremio de los taxistas, llegó a la clínica para saber del estado de él y de sus pasajeros. Después lo acompañó a su casa.
“Yo tengo miedo. La verdad. He pensado retirarme definitivamente de este oficio. Para mí es un gremio bonito, me ha dado muchas cosas, pero lamentablemente cada día está más duro el trabajo. Hay menos platica”, dice Diego.
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En el sitio de la explosión, un grupo de taxistas se solidarizó con los heridos y pusieron velas y una gorra de los uniformados en honor y homenaje a las víctimas de este atentado terrorista. También oraron y pidieron por su pronta recuperación.
BOGOTÁ