El caso Odebrecht en Perú, con las revelaciones sobre sobornos, amenaza con dejar en prisión a todos los presidentes desde la recuperación de la democracia en 1980.
Ahora, ¿no será que la corrupción es buena? Perdón, por supuesto que no, pero como están las cosas, con el Estado que impone tantas regulaciones y prohibiciones, la verdad oculta es que de no ser por la economía ilegal ‒una verdadera válvula de escape‒, que desobedece las prohibiciones y regulaciones, muchos trabajos no se harían y la sociedad sería más pobre.
Días atrás, en Rumania, se realizaron manifestaciones ‒protagonizadas por más de 600.000 personas, un récord‒ en contra de un decreto que aligeraba la idea de conflicto de intereses y despenalizaba los casos de corrupción cuyo daño fuese inferior a 40.000 dólares. El decreto, “para aligerar las superpobladas cárceles”, acompañado de una propuesta de indulto a 2.700 presos por delitos menores –también por corrupción—, beneficiaba a funcionarios y políticos.
Insisto, la corrupción es mala, pero el modo de evitarla no es encarcelando a los corruptos y manteniendo las regulaciones estatales que dan lugar a la arbitrariedad de los funcionarios y, por tanto, a que sean susceptibles de ser sobornados. Porque es ingenuo pensar que la amenaza de cárcel puede amedrentar a alguien.
No es cierto que la corrupción detenga el crecimiento de un país. Más bien es al revés. Los países más pobres son los más corruptos, precisamente, porque las regulaciones que impiden que el mercado se desarrolle son las mismas que dan tanto poder arbitrario a los funcionarios que crean esta válvula de escape.
Es llamativa la lista de los países que más crecieron durante el 2016. No parece que sean los menos corruptos, sino todo lo contrario. El de mayor crecimiento, según el FMI, habría sido Irak, con un aumento del 10,3 por ciento de su PIB, debido a la disminución de la amenaza del Estado Islámico y al aumento en el precio del petróleo.
Y, en poca medida, a la paz interna, es decir, a una mayor desregulación, lo que significa que las personas pueden cooperar voluntariamente sin coacción estatal. Hoy Irak está en el puesto 165 del Doing Business del Banco Mundial, que clasifica los países según la facilidad para hacer negocios ‒más desregulados‒, mejorando levemente su posición, ya que el año anterior estaba en el 166.
El segundo que más creció fue Birmania, con el 8,07 por ciento de aumento en su PIB, y el tercero, Costa de Marfil, con el 7,98 por ciento. En ambos casos, el crecimiento está ligado a la recuperación luego de muchos años de conflictos armados. Pero, en buena parte, también a la mayor paz interna, es decir, a una mayor desregulación. “Las reformas… son impresionantes”, dice el informe del Banco Asiático de Desarrollo llamado ‘Birmania: liberar el potencial’. El credo del Gobierno, según su primer ministro, algo exagerado en mi opinión, se resume en que “Costa de Marfil es un país abierto donde se practica el liberalismo económico… desde la independencia del país en 1960”.
En fin, entre los países con mayor crecimiento siguen la India (7,62 %), Laos (7,48 %), Tanzania (7,17 %), Camboya (6,99 %), Bangladés (6,92 %), Senegal (6,64 %), China (6,59 %), Yibuti (6,50 %), Etiopía (6,49 %), Filipinas (6,40 %), Vietnam (6,10 %) y Bután (6,03 %). En América Latina, el que más vio crecer su PIB fue la República Dominicana (5,9 %), desplazando a Panamá (5,2 %). En tanto que, en América del Sur, Perú y Bolivia llevaron la delantera con un aumento del 3,75 y 3,70 por ciento, respectivamente.
ALEJANDRO TAGLIAVINI
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
@alextagliavini
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