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Periodismo y ciudad / Voy y vuelvo

Tenemos que entender la ciudad porque, gústenos o no, convivimos y nos batimos en el mismo asfalto.

Las ciudades gobiernan el mundo. Son cada vez más relevantes que los países. En 10 de ellas se concentra la economía global. Cada día arriban a los centros urbanos 200.000 seres en busca de un lugar para vivir. Se estima que en el 2050, unos 9.000 millones de personas habitarán el planeta, 2.000 millones más que hoy, y el 60 % lo hará en una ciudad grande o pequeña. Bogotá, en 20 años, podría llegar a 10 millones.
No son pocos los desafíos que esperan a estos conglomerados. Amén de que siguen siendo el polo de atracción para millones, también son los principales responsables de problemas que agobian a la humanidad. Las ciudades generan el 75 % de gases de efecto invernadero, consumen entre el 60 % y el 80 % de la energía, concentran no menos de mil millones de pobres en cinturones de miseria, y en 40 años albergarán 3.000 millones de carros. Son cifras de ONU Hábitat.
En América Latina, los problemas de seguridad urbana están a la orden del día. Una persona ha sido asaltada al menos una vez en los últimos cinco años. Un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) revela que la región y el Caribe son las zonas más violentas del mundo, y esa violencia les cuesta 260.000 millones de dólares al año, el 3,5 % del PIB regional.
Entre tanto, el proceso de urbanización no se detiene. Hace 60 años, la proporción de habitantes en las ciudades era poco más del 30 % versus el 70 % en el campo. Hoy, casi el 60 % vive en ciudades. En Colombia es más dramático: el 78 % de su población ya está instalada en un entorno urbano.
Por todo esto es importante entender las ciudades. Y el periodismo tiene la obligación de contribuir a ello. Una ciudadanía bien informada puede ayudar a tomar buenas decisiones, pero si todo lo que se le ofrece son las falsas verdades de las redes, la batalla está perdida. Los medios han vuelto su mirada a los centros urbanos, sin duda, pero desde una óptica oportunista, una vez sintieron los pasos enormes que llegaban con la explosión y el empoderamiento de las audiencias. No se les hace seguimiento a los procesos de la ciudad para entender las consecuencias de las decisiones de sus gobernantes. Se nota en el tema urbanístico: los constructores determinan las normas que debería señalar el Gobierno. No lo digo yo, lo dice el señor Joan Closs, máxima autoridad de ONU Hábitat.
Los periodistas dejamos de caminar la ciudad. Dejamos de sentirla, olerla, mirarla. Cómodos, esperamos el video con el crimen del día, el meme del día, el rifirrafe del día. Y el resultado es una ciudad contada desde la tragedia, no desde las múltiples facetas que la tejen o los lugares con los que sorprende o el talento de los suyos. De tanto registrarla, los periodistas dejamos de admirar la ciudad a sabiendas de que, como dijo Paul Auster, “cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado”.
Es hora de que entendamos que los ciudadanos son aliados, no nuestra competencia. No hay por qué bautizarlos como reporteros, periodistas o cazadores de información. Son ciudadanos a secas, no hay un término más bello para definir a quienes sí sienten la calle.
No entender la ciudad nos obliga a repetir sus desdichas y a condenarla al infortunio. No entender la ciudad nos vuelve insensibles con el entorno en donde pasa la vida. Muchos colegas, y yo mismo, caen a menudo en las generalizaciones. Llevamos semanas dedicados a los hurtos en el SITP sin hacernos más preguntas o al menos las preguntas correctas. Por si fuera poco, nos dejamos llevar por las disonancias de políticos que terminan ‘matando’ pacientes solo porque no pueden con el odio que llevan a cuestas. Nadie quiere construir la ciudad de todos sino la suya, no importa que para hacerlo tenga que arrasar con ella. Tenemos que entender la ciudad porque, gústenos o no, convivimos y nos batimos en el mismo asfalto.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
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