Porque dicen que sobresale en el desempeño de sus numerosas actividades, tanto públicas como particulares; porque es la cabeza de un bufete de abogados que le maneja los asuntos a la gente más rica y poderosa de este país; porque ha sido influyente funcionario en diferentes gobiernos, muchos le atribuyen al economista y abogado Néstor Humberto Martínez condiciones de Supermán. Y razón no les falta. El doctor Néstor Humberto ha sido peso pesado en la historia del país.
Fue miembro de la junta directiva del Banco de la República, ministro de Justicia en el gobierno de Ernesto Samper, embajador en Francia, ministro del Interior en el gobierno de Andrés Pastrana. Y en el gobierno del presidente Juan Manuel Santos estrenó el puesto más alto, creado especialmente para él: ¡ministro de la Presidencia!
Sin embargo, ese supraministerio no funcionó como se esperaba. En principio, anteponer un funcionario más alto en el gabinete presidencial no les cayó muy bien que digamos a unos ministros, ni a muchos colombianos del montón. De remate, parece que el doctor N. H. M., en vez de consagrarse a ejercer sus funciones semipresidenciales, de coequipero del jefe del Estado, como estaba previsto a la hora de crear el superministerio, más bien aprovechó las ventajas de tan privilegiada posición para abrirse camino hacia una posición mucho más importante: la Fiscalía General de la Nación. Porque después del cuestionado desempeño del antiguo fiscal, Eduardo Montealegre, la Fiscalía necesitaba recuperar su buen nombre. Y el Dr. N. H. M. sabía que él era la persona indicada para enderezar la importante rama del Poder Judicial.
La tarea desarrollada por el doctor Néstor Humberto en beneficio de sus altos intereses resultó tal como él lo esperaba. Consiguió que sus partidarios derrotaran a dos fuertes contendores: el vicefiscal Jorge Fernando Perdomo, quien ejercía el cargo en reemplazo del exfiscal Montealegre, y el Dr. Yesid Reyes, quien para aspirar a la fiscalía había renunciado al Ministerio de Justicia. Con la sartén por el mango, el doctor Néstor Humberto comenzó a trabajar en voz alta. Heredó del exfiscal Montealegre el amor por los micrófonos. Su golpe maestro, el que puso al Fiscal General a sonar en el mundo, fue divulgar el testimonio de un detenido: el exsenador Otto Bula, quien, luego de negar sus nexos con Odebrecht, terminó confesando que sí había recibido millones de dólares. Y tras descontar su propia coima, le entregó un millón de dólares a la gerencia de la segunda campaña presidencial de Juan Manuel Santos.
Lanzar al aire, así no más, la versión de un acusado cuya hoja de vida está manchada por numerosos delitos, aunque fue para unos una decisión sabia, para otros fue apresurada. Pues, al dar credibilidad a declaraciones de un sobornado, manchó ante el mundo la imagen del presidente Santos y de paso embarró al país. Después, en rueda de prensa, el Fiscal trató de bajarle presión al terremoto desatado y le cedió al Consejo Nacional Electoral la obligación de investigar lo de los sobornos. No obstante, viajó al Brasil a investigarlos, en el hoyo negro de Odebrecht.
Entre tanto, Otto Bula, en carta al CNE, escribió: “No es cierto, ni me consta, ni he dicho que el dinero que le entregué al señor Giraldo fuera un aporte a la campaña de Santos”. Entonces, ¿a quien creerle? ¿Para dónde va el Fiscal? ¿Cuáles son sus obligaciones y cuáles sus intereses? Hasta ahora, su desempeño no parece tan profesional ni tan imparcial. Por lo tanto, la recuperación de la imagen de la Fiscalía General sigue en veremos.
Lucy Nieto de Samper
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