Para nadie es un secreto que Mel Gibson es más interesante como director que como actor. Cintas como 'Corazón valiente' y 'Apocalypto' han demostrado que es un cineasta visceral, que no le teme a la polémica y sabe explotar todo el potencial del cine como espectáculo.
Por eso se esperaba con expectativa el estreno de 'Hasta el último hombre', que se ha hecho acreedora a seis nominaciones a los premios Óscar, entre ellos el de mejor película.
La cinta se basa en la historia real de un hombre que se alistó en el ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero, no se trataba de un voluntario cualquiera: por motivos religiosos y por problemas familiares se negaba a tocar un arma. Ante semejante situación, sus superiores deciden que lo mejor es prescindir de él, pero no cuentan con que su mayor aspiración es ir al frente de batalla a servir como médico.
La cinta consta de dos partes bien diferenciadas. El primer tramo presenta los personajes y sus circunstancias, en un ejercicio narrativo convencional y predecible plagado de estereotipos de soldados que hemos visto una y mil veces en el cine bélico.
Tampoco cautiva un romance blandengue entre una enfermera y el personaje protagónico caracterizado por Andrew Garfield, quien además pierde fuerza y credibilidad con una sempiterna mueca de sonrisa grabada en su cara.
Pero todo cambia en la segunda mitad de la proyección, donde Gibson hace alarde de toda su sapiencia cinematográfica para ofrecernos algunas de las escenas de guerra más crudas de la historia del cine, esgrimiendo de paso su muy peculiar ideología que combina sin problema violencia extrema con religión.
‘Hasta el último hombre’
Dirección: Mel Gibson
Con: Andrew Garfield, Vince Vaughn, Hugo Weaving
Clasificación: 12 años
Mauricio Reina
Crítico de cine