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Trump vs. globalización

La verdad es que pocos fenómenos han sido más calumniados que la globalización.

GUILLERMO PERRY
Ahora que Trump se ha ido lanza en ristre contra el libre comercio, los inmigrantes y los tratados ambientales, los detractores tradicionales de la globalización se están viendo en problemas. La izquierda siempre culpó a la globalización de todos los males del subdesarrollo. En Colombia, el Polo afirmaba que el TLC con EE. UU. es el origen de todos nuestros problemas y que la poderosa industria gringa iba a acabar con la poca que tenemos. Ahora, para su sorpresa, Trump dice lo contrario: que los TLC con México y Centroamérica son los culpables de todos los males en EE. UU., porque los empleos gringos se fueron para esos países. Ambos no pueden tener la razón.
Más aún, al dejar EE. UU. vacante el liderazgo de la globalización, los maestros de Robledo en el Partido Comunista chino se erigen ahora como los defensores de la globalización a nombre del tercer mundo. Y todo México está firmemente unido en la defensa del Nafta contra las amenazas de Trump, incluyendo los sindicatos e intelectuales mexicanos que se opusieron al tratado.
La verdad es que pocos fenómenos han sido más calumniados que la globalización. Es cierto que no todos ganan con ella. Cuando un país se integra a los mercados internacionales hay perdedores y ganadores. Lo importante es que haya menos de los primeros que de los segundos y que el Estado los apoye para que se reestructuren (las empresas) y adquieran nuevas habilidades (los trabajadores). De hecho, el rol del Estado debe ser siempre el de promover y facilitar las transformaciones económicas que convienen al colectivo, mitigando la situación de aquellos que pierden y facilitando su reconversión a actividades más productivas. No la de defender a toda costa los intereses de poderosos monopolios locales.
También es cierto que la globalización acarrea riesgos considerables. La inmigración puede facilitar el ingreso de un puñado de terroristas en medio de una multitud de ciudadanos de bien que buscan mejores oportunidades. Pero un país no se puede privar del concurso de millares de inmigrantes productivos, ni negar la oportunidad del progreso a quienes cambian de ubicación buscando un futuro mejor para sus hijos, con el pretexto de que no entren unos cuantos ‘yihadistas’. Por eso, el mundo entero ha repudiado los infames decretos antiinmigración de Trump.
Asimismo, la integración a los mercados financieros internacionales puede conducir a evasión tributaria, lavado de activos y crisis financieras locales. O, peor aún, a crisis globales, como la del 2008 y el 2009. La cooperación internacional entre reguladores y supervisores financieros, administradores de impuestos y fiscalías locales puede y debe evitar estos males potenciales. Pero un país que impidiera todo préstamo, inversión o pago internacional, por esos temores, se pegaría un tiro en el pie.
Quienes tratan de frenar la globalización de los flujos de información por internet y las redes sociales; de los Uber, los Airbnb y otras formas modernas eficientes de prestar servicios a los ciudadanos; de los acuerdos ambientales; de la integración económica y financiera; de los inmigrantes; o de la justicia penal internacional y el imperio de los derechos humanos, sin distingo de raza, cultura, religión, género o preferencias sexuales, son retrógrados sin remedio. Ya sea que se digan de derecha o izquierda. Ya se apelliden Trump o Maduro; Ordóñez o Robledo.
P. S. La Fiscalía está cumpliendo con su deber al investigar las acusaciones del convicto senador Bula, así este sea, como es, un comprobado pillo. Pero también tiene la obligación de verificar la realidad de esas denuncias antes de provocar escándalos mediáticos con temas tan delicados, no vaya y sea que acabe jugando el papel de idiota útil.
GUILLERMO PERRY
GUILLERMO PERRY
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