Los usuarios de redes sociales se encuentran en una permanente búsqueda de aceptación por parte de sus amigos, familiares y la comunidad en general. Con esa idea, muchas personas comienzan a moldear su comportamiento y la forma en que expresan sus opiniones, con el fin de tener un mayor reconocimiento de otros.
Esta realidad no es mala ni buena. Es simplemente, como dicen varias investigaciones, un “manejo estratégico de la autorrepresentación”: lo que cada uno considera que será mejor aceptado por la comunidad.
El problema está cuando usuarios que no se conocen entre sí comienzan a tolerar fácilmente el uso de lenguaje violento, palabras vulgares y groserías entre ellos. La agresividad, entonces, termina convirtiéndose en una norma socialmente aceptada que moldea las opiniones y los comportamientos de quienes usan internet.
Tristemente, esto desdibuja las relaciones en línea, y muchas personas comienzan a pensar que la única forma de hacerse ver en redes sociales consiste en insultar, burlarse y descalificar todo aquello que contradiga sus creencias.
Así nacen las agresiones verbales, una situación que Leonie Rösner, investigadora en sicología social de la Universidad de Duisburg-Essen (Alemania), describe como cualquier conducta que utiliza difamación o amenazas para hacer daño a terceros y que reemplaza a los ataques físicos. Estas son una forma destructiva de comunicación, que puede tener lugar cara a cara o estar mediada por un dispositivo digital.
Las agresiones verbales también dan origen al cibermatoneo y a la difusión de mensajes de odio a través de redes sociales, ya que están soportadas en discursos excluyentes y el ejercicio de la violencia simbólica. Lamentablemente, se convierten en grandes bolas de nieve que terminan arrastrando a quienes alcanza, tanto víctimas como victimarios.
Pero ¿qué hacer para cambiar esta situación? Así como el exceso de lenguaje violento corre el riesgo de convertirse en una norma social, la misma sociedad puede rechazarlo y comenzar a regularlo. Si antes de repetir estas frases, las personas realizan una juiciosa y celosa fiscalización de los contenidos que reciben, al tiempo que rechazan a aquellos que estimulan la violencia, será posible controlar su aparición.
Por ejemplo, en las escuelas y colegios podríamos comenzar a crear protocolos que promuevan la corresponsabilidad de los espectadores ante agresiones verbales a través de internet. Así se ocuparán de cercar a los agresores, apoyar a las víctimas y condenar cualquier mensaje que busque herir a algún sector de la población.
La idea es impulsar la ciberconvivencia para demostrar que la verdadera aceptación y popularidad en las redes sociales debe ser un reflejo de la forma como nos comportamos en el mundo real.
David Luna
* Ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
@lunadavid