Cuando los primeros conquistadores, bajo el mando del notario sevillano Rodrigo de Bastidas, entraron a la bahía de Cartagena quedaron asombrados por la belleza de este cuerpo de aguas transparentes de color turquesa y vegetación verde esmeralda.
Los nuevos conquistadores, al contrario, piensan que la bahía es un enorme lote urbanizable: todos los puertos, viejos y nuevos; y las industrias de Cartagena han rellenado sin piedad –muchas sin permisos– miles de metros de nuestro espacio público, y hasta mi amadísima Armada Nacional ha hecho lo mismo para ensanchar su exitoso astillero. Pero el nuevo peligro son las marinas náuticas que quieren imponernos en nuestras zonas residenciales, con todo su tráfico, su ruido, su contaminación. ¡No, gracias!
En un viaje de búsqueda de locaciones que hice en la bahía de Panamá no vi ni una sola marina cerca de edificios de apartamentos. Todas se convierten en polos de desarrollo turístico, con restaurantes, boutiques, almacenes, bodegas, talleres, parqueaderos, con su mundo de marineros, pilotos, turistas, proveedores, prostitutas, ruido, tráfico y basura que casi siempre trae mucha contaminación.
La Castillo Landing Place Marina pretende rellenar 50.000 metros de la bahía, construir 225 estaciones para lanchas y veleros, 100 parqueaderos, restaurante, piscina y salón de eventos. La Dimar, contra todas las disposiciones del Alcalde, del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y del sentido común, ha concedido a esta marina, de la cual no se conocen los dueños, una concesión de 20 años para explotar el mar, pero usando nuestro paseo peatonal, nuestra única vía, nuestra escasa energía, nuestros regulares servicios públicos.
El lunes, en el parque del Club Naval en Castillogrande, se reunió toda la vecindad de los barrios amenazados, con la presencia del Alcalde Mayor, que ha insistido en que esta marina no va y que va a presentar una revocatoria directa contra la resolución 0022 de la Dimar. Enseguida, los vecinos se tomaron de la mano y, juntos, ambientalistas, desarrollistas, liberales, conservadores, centristas derechistas hombres mujeres y niños, con determinación y, sobre todo, mucho amor por la ciudad, abrazaron la bahía amenazada al grito unánime de “¡esta marina no va!”. Y no es que no nos gusten las marinas, pero que no las proyecten en nuestros patios.
Salvo Basile