Es entendible que el Centro Democrático recurra a una estrategia de control de daños frente a la más grave crisis que afronta un partido que se acostumbró a vivir de escándalo en escándalo. Lo inaceptable es que nos crean ingenuos al invocar la maniobra de yo te investigo, yo te juzgo y yo te absuelvo en un comité de ética, para que todo quede en casa, o de pretender diluir la responsabilidad en miembros de la campaña de Óscar Iván Zuluaga.
Los hechos son suficientemente graves e incriminan directamente al excandidato para que la Fiscalía General de la Nación investigue con prontitud y el Consejo Nacional Electoral vaya más allá del anuncio de investigación. No se trata solo de la presunta violación legal de la financiación de la campaña presidencial del 2014, sino también del plebiscito del 2016. El ahora desterrado gerente de la campaña del ‘No’, Juan Carlos Vélez, afirmó que tuvieron el apoyo de asesores de Brasil y Panamá, los cuales nunca se reportaron en los 922 millones de pesos de gastos de campaña. Conductas graves que legalmente podrían acarrear la suspensión o cancelación de la personería jurídica del Centro Democrático.
Es también creernos ingenuos cuando nos quieren vender la idea de que Odebrecht estaba jugando al amigo secreto con el candidato uribista, siendo que los asesores Duda Mendonça y Joao Santana eran la cabeza de playa de la multinacional brasileña para llegar a los jefes políticos o de gobierno y aplicar el sofisticado y complejo esquema corruptor que reprodujeron con todos los candidatos que ayudaron a elegir. ¿Por qué en Colombia y con Zuluaga querría Odebrecht comportarse como la madre Teresa de Calcuta si con el mismo modus operandi de asesoría, pagos ilegales y legales corrompieron los gobiernos de El Salvador, Perú, República Dominicana, Panamá, Venezuela y otros?
Las insatisfactorias explicaciones hasta ahora ofrecidas no se remedian con dejar tirado al excandidato Zuluaga ni hacer un recambio de preferidos a Luis Alfredo Ramos o Iván Duque. El teflón que siempre protegía a Uribe y al Centro Democrático amenaza con reventarse y, con él, la suerte de un partido sitiado por sus pecados en unas elecciones de Congreso y presidenciales en las que casi cualquier cosa puede pasar, dado el hastío del país con los descarados niveles de corrupción, el cambio de la agenda de prioridades con el inminente cierre del conflicto armado, el auge de las redes sociales y el crecimiento del voto de opinión.
En el caso del joven candidato Iván Duque, los retos pueden ser mayores. Si bien es un hombre estudioso, disciplinado, inteligente y decente, su salto como precandidato del Centro Democrático más pareciera responder a la necesidad del partido de renovar sus cuadros antes que por un brillante desempeño senatorial y su llegada al Senado más parece obedecer a la suerte política que a una larga batalla. Su inclusión en la lista de Uribe se dio después de más de una década de disfrutar las mieles diplomáticas en el Banco Interamericano de Desarrollo.
El senador Duque debe tomar decisiones difíciles y debe decir hasta dónde está dispuesto a depurar el uribismo y el Centro Democrático que acostumbra a infiltrar la Corte Suprema de Justicia, que tiene antecedentes de persecución a la oposición, de contratar hackers para infiltrar ilegalmente las comunicaciones y de montar una campaña con base en mentiras.
Y debe aprender a cuestionar, como hizo su padre, Iván Duque Escobar, cuando era gobernador de Antioquia y en 1981 llamó al joven director de la Aerocivil, según el libro Biografía no autorizada de Álvaro Uribe Vélez, a reclamarle por conceder una licencia al empresario vinculado a la mafia Jaime Cardona (Vargas). Una circunstancia que si bien no prosperó porque en su momento Uribe Vélez señaló que el señor Cardona era un hombre de bien, años después, en la conversación de Germán Castro Caycedo con Pablo Escobar en 1987, publicada en la revista Cromos el 7 de noviembre de 1994, Escobar dijo que de los contrabandistas y narcotraficantes que más admiraba era a Jaime Cardona (Vargas).
Duque puede tener la capacidad y las intenciones de ser más que vino viejo servido en jarra nueva, pero sin duda que aún debe materializar lo que escribía por allá en enero de 1998, cuando decía que “soy liberal, pero no quiero un partido donde sus hombres estén en la cárcel o rindiendo indagatorias. Quiero un partido que construya una verdadera Colombia”.
Adenda: también debe investigarse a fondo la versión de que recursos de Odebrecht pudieron llegar a la campaña de Santos en el 2014. Lo que no puede el fiscal, Néstor Humberto Martínez, es dejar solo al Consejo Nacional Electoral, porque difícilmente algo pasará.
John Mario González
@johnmario