Desde cuando el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América revelara, el 21 de diciembre del 2016, el hallazgo monumental de los numerosos y cuantiosos sobornos de la empresa brasilera Odebrecht, han pululado los descubrimientos de sus profusas ramificaciones en diversos países de América Latina. Tangencialmente, parecía haber penetrado y contaminado la campaña electoral de Óscar Iván Zuluaga en su aspiración de llegar a la presidencia de la República, tanto más habiendo realizado viaje de gestiones de tal índole al Brasil.
No había alcanzado a desenredarse él de semejante imputación cuando el fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez, asombra al país con la revelación de que, a través de Otto Bula, habría entrado la suma de 1 millón de dólares de los sobornos de Odebrecht a la campaña Santos Presidente 2014. Los presuntos beneficiarios desmienten categóricamente esa temeraria versión. Pero ha quedado flotando en el aire y sembrado fuertes dudas. Aunque se sepa al presidente Juan Manuel Santos personalmente a prueba de esa clase de salpicaduras.
Como estos han sido los ángulos más salientes de la racha de versiones y suposiciones, va a ser menester desglosarlas para comprobar o desmentir su veracidad. Por sobre todo, queda claro que a las ambiciosas y necesarias obras del país las envuelve una telaraña de sospechas, tras la cual es indispensable hallar la verdad a la luz del bien público, no sin extremar precauciones y revisiones previas.
Duele que el Estado no pueda contratar en sus diversos niveles sin exponerse a eventuales atracos y filtraciones. Quizá porque se sentó la doctrina de que sus parlamentarios, diputados y concejales tienen derecho de participar en las apropiaciones, sea con auxilios de libre disposición o como se prefiera llamarlos. Desde luego, para el caso de las grandes obras, da trazas de haberse establecido el soborno sistemático, proporcional a su costo. Es lo que se impone corregir, así haya funcionarios ejemplares de la talla y el temple moral de Luis Fernando Andrade.
Mientras estas cosas ocurrían en el centro geográfico de los acontecimientos, en nuestro entrañable vecino del sur, Ecuador, se instalaba la mesa de las negociaciones con el remiso y difícil movimiento subversivo Eln, que en las zonas inhóspitas del Catatumbo y las selváticas del sur del país ha sentado sus reales de organización terrorista. Con propensión a prohijar y defender los cultivos de coca en el Catatumbo y a dinamitar oleoductos y camiones cargados de hidrocarburos. No poco le debe la contaminación de los ríos y aguas marinas del sur. Ni su pasión por reforzar y ensalzar la subversión con el respaldo y aun la rebeldía de curas connotados, un colombiano y varios españoles.
La marcha ordenada de las Farc hacia campamentos de paz quedaría trunca mientras el Eln no cesara en sus extorsiones y secuestros y en su apoyo a los cultivos ilícitos. Felizmente, se avino a reanudar el diálogo, incluso con la expresa condición de cesar en la toma de rehenes, después de la ardua liberación del emblemático Odín, el último y sufrido cautivo.
Así se despeja el horizonte de la fatalidad de actos terroristas y se facilita la campaña contra el narcotráfico. Váyase a saber con qué se van a sustituir las plantaciones cocaleras del Catatumbo y Tumaco, siendo responsabilidad de las autoridades de diversos niveles.
Esta vez no se ha tratado de otro episodio de la pugna Santos-Uribe, sino de sucesos independientes de ellos que, de una u otra manera, los afectan, dada la cercanía del uno a Óscar Iván y la alusión directa al nombre del jefe de Estado, por razón de su campaña electoral. A ambos corresponde precaverse de asechanzas que nunca les van a faltar por su misma preeminencia.
Abdón Espinosa Valderrama