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Tarde de toros bravos y toreros dispuestos

Tarde de toros bravos y toreros dispuestos

Se lidió un encastado encierro de la ganadería de Mondoñedo, cuyo sexto toro fue indultado.

05 de febrero 2017 , 11:01 p. m.

Lástima que ayer la afición no acudió a la plaza de Santamaría. Apenas una media entrada, si acaso.

Se perdieron de una tarde interesantísima de toros. Sobre todo, de ver toros. Porque los Mondoñedo fueron enrazados, hondos, alegres y pelearon en los caballos con fuerza. Y embistieron en los medios. De pronto uno, por ahí, bronco y uno más, algo apagado, pero iba. En general, una corrida seria, de esas que emocionan, para toreros dispuestos a jugarse la vida en la arena. Y la terna lo estuvo.

Debutaron los hispanos ‘Rafaelillo’ y José Garrido, y se ganaron cada peso. ‘Rafaelillo’ es un veterano con oficio. Ayer lanceó con poder a un toro que levantó al caballo como si fuera de papel. Porque a los Mondoñedos les sobraba fuerza. Y el banderillero Ricardo Santana puso dos pares dejándose poner los cuernos en el ombligo. Pocas veces el público ovaciona de pie a un subalterno. Ayer, sí.

Y vino una lucha de poderes, comenzada por unos doblones por bajo a un toro que iba a media altura, hasta que le hizo tragar derechazos de coraje y valor. Por el pitón izquierdo, el toro le miraba el muslo. Tuvo que enviarlo al descanso eterno de estocada y dos descabellos. Saludó desde el tercio.

El segundo suyo empujó como un buldócer en el caballo, tanto que el picador Adelmo cayó como un goterón en la arena. Luego picó bien, y cambió los dolores de hoy por aplausos ayer. La faena fue de esas que erizan la piel, iniciada de rodillas ante un toro que casi le babeaba la cara. Aguantó mucho, pues el animal parecía medirlo. Cada pase era un clamor, pero él parecía de hielo. Mató de un espadazo y dos descabellos. No se llevó orejas, pero sí la admiración.

Bien José Garrido, que se llevó el lote. Dos muy buenas faenas ante dos torazos. La primera, en los medios, por tandas de derechazos largos, de oles que dejan sin aire, rematados con los pases de pecho. Y pegó unos naturales mientras el pasodoble decía “Manolo te aplaude en el cielo”. Tenía un toro noble, fijo y repetidor en un trasteo limpio y bello. Mató de una estocada caidita, y por eso solo cortó una oreja.

Indultó al bravísimo sexto, Tocayito, brindado a los ganaderos Gonzalo Sanz de Santamaría y su hijo. Un toro de 457 kilos, pronto, noble, con raza, que galopaba y metía la cara con calidad, y transmitía mucho. Qué toro más bravo. Y qué faena, por una y otra mano.

Paco Perlaza estaba ante dos leones y no se vio inferior. Toreó con belleza con la capa en ambos toros. Y en el primero, brindado a su esposa, como debe ser en estos brindis, comenzó con una rodilla en tierra. Y cuando había pegado tres tandas largas, el toro, que le venía echando ojo por el izquierdo, lo prendió feamente. Hubo miedo, más en ella, que en un instante, con alas de amor, llegó al callejón. Quería irse a salvarlo, pero la detuvieron. Por suerte, todo quedó ahí.

Paco fue a la enfermería por dolores en un hombro, que no lo arredraron para lidiar a su otro toro con capa y muleta. Toreó largo, ligado, con arte, con extraordinarios pases de pecho como remate de las series. Tenía la oreja, pero tal vez por lo del hombro mató mal. Lástima por los ausentes.

LUIS NOÉ OCHOA

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