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Viralidad vs. verdad

Viralidad vs. verdad

Evitemos que la mentira gane llevándose consigo a quien encuentre a su paso.

04 de febrero 2017 , 07:51 p. m.

Escriba un texto diciendo una mentira. Con eso, haga también un video. Publique todo en redes sociales. Cree un portal en internet que parezca un medio de comunicación serio. Ponga noticias verdaderas y cuele ahí las mentirosas. Cuide los formatos y la técnica. Luego, haga que una serie de opinadores que piensen igual a usted publiquen comentarios que digan lo mismo, pero en diferentes palabras, y si la gente se lo cree, felicitaciones: ganó, éxito total. La anterior podría ser la descripción de la palabra del año en el 2016 de acuerdo con el diccionario Oxford de la Academia: la posverdad.

La posverdad se siembra en un terreno fértil: el creciente auge y consumo de contenidos en medios de comunicación digitales. Hoy, los consumidores están hiperconectados a través de aparatos móviles con los que entran a redes sociales, a plataformas digitales, dispuestos a acceder a información en formatos ligeros, y no se detienen a confirmar las fuentes de la información que se les presenta.

¿Por qué están dispuestos los ciudadanos a creer en contenidos falsos, a reenviarlos, a comentarlos? Hay varias razones. Por una parte, porque la ciudadanía desconfía de sus instituciones. Por otra, el sectarismo que se ha apoderado de los debates políticos. Desconfianza y odio se suman para que hechos falsos que afecten al que piensa o actúa distinto tengan vocación de convertirse en verdades. Si se lo creen, es verdad. Es posverdad.

En realidad, posverdad es un “puñetazo en la cara a la verdad”. Apela a las emociones que permiten generar reacciones inmediatas y devociones de largo plazo, es fácil de encontrar y rápida de digerir, no hay que pensar ni analizar para creer y repetir. La verdad, en cambio, apela a la racionalidad, a la agudeza y a la ética del ser humano.

En nuestro país, la posverdad parece haberse arraigado. Como si nos hubiéramos dividido en clanes, da la impresión de que a cada quien lo que le importa es aquella opinión que favorece a su clan, a su líder o su supervivencia. Información falsa, hasta contraevidente, hunde a los demás y eleva a los propios.

Así, cuando algunos son descubiertos a partir de hechos ciertos, comprobados, verificables, se recurre a la posverdad para no enfrentar el problema y desviar la atención. Como una cortina de humo. Como un manto sobre un elefante que pretende ocultarlo.

Nuestros medios tienen una tarea compleja. En tiempos de posverdad, deben enfrentar la desinformación y mantenerse en comunicar la verdad. El periodismo es un método que jamás se basa en una sola fuente para informar. Que confronta. Que investiga. Que no recurre a la calumnia, a la falacia, al engaño. Que respeta, sobre todo lo demás, a su audiencia y no busca manipularla.

Y ese es el punto en el que no solo los periodistas, sino todos los colombianos, no podemos abdicar: los principios éticos. La verdad, los hechos, la evidencia no pueden pasar de moda. La democracia en el mundo pasa por un momento de confrontación y transformación que invita al debate sobre la capacidad de satisfacer las necesidades de la ciudadanía. Hay dos tendencias claramente marcadas: una, la que invita al debate apelando a emociones de odio, venganza y miedo, y la que invita desde la verdad, la esperanza, y la dignidad humana. Escojamos bien. Y evitemos que la mentira gane llevándose consigo a quien encuentre a su paso.

CECILIA ÁLVAREZ CORREA

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