La economía española creció en el 2016 un 3,2 por ciento, pero se prevé que para este año descienda al 2,5 por ciento del PIB. A pesar de la caída vaticinada, es evidente que España no volverá por ahora al pasado, cuando la profunda crisis que se desató en el 2008 arrojó cifras de decrecimiento y espanto generalizados.
Todos los sectores económicos crecieron en 2016. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el total de desempleados en la actualidad descendió a los 3,76 millones, después de haber superado los cinco millones en el 2013. Pero aún se está lejos del año previo a la crisis (2007), cuando el desempleo afectó a menos de dos millones de personas.
Por otra parte, figura un signo adicional positivo de la recuperación: el número de afiliados a la seguridad social. En el 2016 creció un 3,3 por ciento, y casi 600.000 trabajadores más se han incorporado al sistema entre enero del 2016 y enero del 2017.
Estas cifras, sin embargo, no tranquilizan a la sociedad. Según la más reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre las preocupaciones de los españoles, el desempleo constituye el principal desvelo. El segundo es la corrupción.
Para los críticos de la política económica del gobierno, la tasa de desempleo podría reducirse más rápidamente si aumentara el gasto. El gobierno del Partido Popular (PP) ha realizado recortes en los últimos años que llegan al 30 por ciento en inversión pública.
Esfuerzos del gobierno
El gobierno, a su vez, confía en que la inversión privada aumentará en España tras la salida del Reino Unido de la UE. Una encuesta reciente señala que España es el tercer país, después de Alemania y Holanda, a donde iría a parar la inversión que antes del ‘brexit’ llegaba al Reino Unido.
Según el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), España ha ganado en competitividad en los últimos años, pero aún debe trabajar más en ese sentido. El gobierno trata de favorecer y estimular la iniciativa empresarial, pero no resuelve los cuellos de botella. El principal de ellos es el de la calidad del empleo.
Pese a la reforma laboral del 2012, la Encuesta de Población Activa precisa que mientras los contratos indefinidos crecen al 1,5 por ciento anual, los temporales lo hacen al 6 por ciento.
Ello se traduce en lo que en España se conoce como precariedad laboral, que se manifiesta en empleos inestables, de muy corto plazo, sostenidos por contratos basura de escasa duración.
Aunque la tasa de desempleo pasó del 20,9 por ciento en el 2015 a 18,6 por ciento en el 2016, los jóvenes siguen siendo los más vulnerables. Su precariedad laboral solo es superada en Europa por la juventud griega.
Los menores de 25 años representan el 42 por ciento de los españoles sin trabajo en la actualidad. Si bien el dato mejoró levemente con respecto al año pasado (46 por ciento), los jóvenes aún parecen estar lejanos de ver el final del túnel.
Su grave situación los obliga a continuar viviendo en la casa de los padres cada vez hasta edades más avanzadas, a aplazar el matrimonio, a prolongar los estudios universitarios para mantenerse ocupados o a marcharse de España en busca de oportunidades. La generación más preparada –la que más estudios y títulos acumula– se ve obligada a irse. El país ha invertido en su educación, pero no ve los frutos.
Nuevos partidos
Muchos de ellos se quejan de que el régimen laboral nacional no está de su parte porque dificulta los despidos de los empleados, aunque sean incompetentes. Echar a un trabajador que lleva varios años de trabajo resulta costoso para las empresas. Se trata de un obstáculo más en el esfuerzo de los jóvenes por abrirse camino.
Esta situación explica, en buena parte, la simpatía que los nuevos partidos políticos despiertan entre ellos. Podemos y Ciudadanos –la izquierda y centroderecha emergentes– aglutinan sobre todo a los jóvenes, que se sienten desilusionados y traicionados por los políticos tradicionales.
El gobierno da a conocer y comenta las cifras positivas que se producen en la economía, con el propósito de generar esperanza en jóvenes y mayores en España. Sin embargo, aún quedan secuelas graves de la crisis económica, y la sociedad responde con prudencia a cada señal que se presenta.
JUANITA SAMPER OSPINA
Corresponsal de EL TIEMPO
Madrid