“El sonido de las aves es un lenguaje universal; existen en Haití como en China o en Cartagena. Desgraciadamente, la gente las mantiene en jaulas”, le dijo Oswaldo Maciá (Cartagena, 1960) a EL TIEMPO en el 2015, cuando expuso una escultura sonora en la Tate Britain y se enteró de que era el ganador de Museo a Cielo Abierto.
Este fue un concurso que organizó la alcaldía de Gustavo Petro y buscó apoyar la producción de una obra de arte en el espacio público. Los jurados fueron Ana Patricia Gómez (Colombia), Cuauhtémoc Medina (México) y Lucrezia Cippitelli (Italia).
Así fue como se empezó a hacer realidad Escenario en construcción, que se puede ver en la calle 19 con carrera 3, en el centro de Bogotá.
Y que se puede oír, pues la pieza –que visualmente se puede describir como una serie de cubos con conos– es la contenedora de una amplia selección de cantos de aves del mundo: alrededor de 1.900.
Esta no es la primera vez que Maciá trabaja con aves –de hecho, le interesa bastante la bioacústica, que estudia las relaciones entre el sonido y los seres vivos–, pero sí es la primera ocasión en la que se instala una obra suya de forma permanente en Bogotá: un llamado a pensar la escultura más allá del sentido de la vista y del tacto.
Cada 59 minutos y desde las 7 a. m. hasta las 7 p. m. se reproduce el sonido de alguna de estas aves que rompen con el ruido propio del centro de la ciudad, que producen la gente y las máquinas.
“Hay una diferencia entre escuchar y oír (...) y es cuando se procesa el sonido y lo conviertes en conocimiento. De lo contrario, has oído”, contó Maciá hace 2 años, antes de emprender la producción de la obra en Funza.
La invitación es a detenerse a escuchar, a bajarle el ritmo al día a día y recordar los miles de pájaros que hay en el mundo.
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