José Ramos Horta vivió 24 años en el exilio, luego de que en 1975 su país, Timor Oriental (sudeste asiático) fue invadido por Indonesia. Desde la distancia, este abogado hizo lobby internacional para legitimar la lucha que una guerrilla adelantaba en su país. En llave con el obispo Carlos Felipe Ximenes Belo, quien plantaba una resistencia del pueblo desde lo cultural y religioso, logró que en 1999 los indonesios salieran del territorio.
En 1996, Horta y Ximenes Belo recibieron el premio Nobel de Paz por su lucha contra la opresión. Luego, en el 2007, Horta alcanzó la presidencia de Tímor. De visita en la 16.ª Cumbre de los Nobel de Paz, habló con EL TIEMPO de sus experiencias.
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¿Alguna vez llegó a empuñar un arma?
No, pero sí apoyaba la lucha armada, porque tenía unas características que pocas tienen: nunca asesinamos un civil de Indonesia, ni secuestramos. Teníamos un código de conducta muy severo. Eso nos dio simpatía internacional y legitimidad moral.
El obispo Ximenes Belo fue clave en la liberación timorense, ¿por qué?
Nuestra población es mayoritariamente católica, por el legado de la colonización portuguesa. La Iglesia católica siempre tuvo un papel en nuestra historia, desde la educación hasta la construcción de identidad. El obispo Ximenes Belo tuvo mucho coraje en denunciar muchas violaciones de derechos humanos por parte de Indonesia. Y sigue teniendo un rol muy importante en la reconciliación.
Tras la independencia, a crear un Estado...
Este no se construye de un día para otro. Hace 17 años somos independientes, y estamos en construcción. Había ausencia total de una economía y de instituciones públicas, por lo que tuvimos que, por ejemplo, transformar la guerrilla en una fuerza armada profesional. La ONU nos ayudó desde 1999 hasta el 2002, sobre todo en organización de elecciones para una asamblea nacional constituyente que permitió la redacción de nuestra constitución política; después vinieron las elecciones presidenciales.
Nuestro presupuesto nacional entre el 2002 y el 2003 fue de 68 millones de dólares; hoy es de un billón trescientos mil millones de dólares, gracias a la producción de petróleo y gas, con gestión estricta de un fondo soberano. Seguimos construyendo.
¿Cómo juzgaron los crímenes de guerra de ambos bandos? En una población cercana al millón de habitantes, murieron 150.000.
Nunca aceptamos tribunales internacionales de juzgamiento para los crímenes de guerra que se cometieron en ambos lados. El país decidió no juzgar, decidió ir hacia adelante desde la reconciliación, pero sin olvidar, creando condiciones para la reintegración de las víctimas. Cada país tiene su proceso, que debe incluir a todos. Hoy, nuestras relaciones con Indonesia son excelentes.
¿Qué opina de Colombia?
Pensé que su conflicto no iba a tener fin, había muchos intereses. Pero hoy están en la puerta de ganar el proceso de paz. Aún hay peligros, pero deben continuar la lucha por la paz y la implementación del acuerdo. Deben buscar apoyos financieros que garanticen la reintegración de combatientes y víctimas. No todos van a aceptar el acuerdo, por eso hay que aceptar críticas y seguir comunicando todo el proceso.
Aún hay peligros, pero deben continuar la lucha por la paz y la implementación del acuerdo.
BOGOTÁ