Tal vez pocos espectadores sepan quién es Mohamed Ben Attia, director y guionista de la cinta Hedi.
En contraste, muchos cinéfilos identifican a Jean Pierre y Luc Dardenne, los hermanos belgas cuyas películas intimistas de corte social les han representado medio centenar de premios en festivales alrededor del mundo.
Su respaldo como coproductores es la mejor carta de presentación de este filme, que sorprende por la profundidad con que aborda una historia aparentemente sencilla.
El protagonista es un muchacho de 25 años que vive con resignación la vida que le tocó en suerte. Trabaja como vendedor en un concesionario de carros y está a punto de casarse con una joven elegida por su familia, a quien a duras penas conoce. Mientras tanto, su verdadera vocación consiste en dibujar cómics, labor a la que dedica cuanto momento le queda libre. Cuando se aproxima la fecha de la boda, conoce a una bailarina que pone a tambalear sus pocas certezas.
Hay muchas maneras de contar esta sencilla trama. La mayoría de directores quizás optarían por privilegiar la presentación de la historia, llenándola de giros melodramáticos y telenovelescos. En cambio, Mohamed Ben Attia se concentra de manera obsesiva en su personaje, siguiéndolo en su lento tránsito desde la resignación pusilánime hacia un terreno desconocido.
Tres factores sobresalen en este estupendo retrato cinematográfico. A la inmensa sensibilidad del director y guionista para capturar las fibras de su protagonista, se suman una estupenda actuación de Majd Mastoura, premiado en el Festival de Berlín, y un fascinante manejo de la cámara, que la mayor parte del tiempo le respira en la nuca a un hombre acorralado.