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Tiempos de incertidumbre

Hay que enfrentar al 'bullying' de Trump con firmeza, unidad popular y demandas judiciales.

Este domingo leí en el periódico sobre un incidente que me conmovió mucho porque conozco a uno de los protagonistas. Del centenar de personas que sintieron el impacto de la orden ejecutiva de Donald Trump que prohíbe la entrada a Estados Unidos de personas de siete países de mayoría musulmana, el caso de la familia de mi amigo Mohammed basta para revelar a fondo la perversidad y el daño que ocasionan los prejuicios del actual presidente.
Durante la invasión estadounidense a Irak, los reporteros de Los Ángeles Times contrataron como intérprete a un brillante joven iraquí habilísimo en el manejo de computadoras. Cuando una bomba hirió de gravedad a los corresponsales mientras comían en un restaurante de Bagdad, Mohammed se salvó de milagro. También sobrevivió balaceras y amenazas de muerte, pero finalmente él, su familia y su madre, una talentosa ingeniera, encontraron refugio en Estados Unidos. El padre prefirió quedarse en Bagdad.
Este fin de semana, después de siete años de separación, el padre salió de Irak con una visa emitida por el Gobierno estadounidense para ver a la nieta, que no conocía, pero los prejuicios de Trump contra todos los musulmanes en siete países lo impidió y el abuelo-padre tuvo que viajar de regreso a Bagdad.
Hoy, mi amigo Mohammed se pregunta qué sigue. ¿Irán a mandarnos a un campo de concentración, como les sucedió sin razón alguna a los americanos de origen japonés al principio de la Segunda Guerra Mundial?
Afortunadamente, somos muchos más quienes desaprobamos las medidas racistas de Trump, y nunca antes en la historia de este país se había dado un desgaste de la figura presidencial como ahora. Según Gallup, ocho días después de su toma de posesión, más de la mitad de los estadounidenses desaprueba su trabajo. A Bill Clinton le tomó 573 días que la mayoría de los ciudadanos reprobaran su gestión; a Ronald Reagan, 727; y a Barack Obama, 936. Nunca un presidente había tenido una luna de miel tan corta como Trump.
Para quienes nos oponemos a Trump, la ruta por seguir es clara: hay que resistir en todos los frentes. Por lo pronto, ya las organizaciones defensoras de los derechos humanos interpusieron demandas judiciales contra la orden presidencial bloqueándola temporalmente en varios estados, y en el transcurso de la semana aumentará el número de demandas judiciales.
Por otro lado, los procuradores de justicia de 15 estados, que representan a más de 130 millones de personas, se han pronunciado en contra del decreto presidencial y se alistan para presentar las batallas legales que sean necesarias para mitigar el daño cometido y prevenir nuevos abusos.
Así mismo, desde el sábado no han parado las manifestaciones de protesta en aeropuertos, plazas y calles de las principales ciudades del país. En Nueva York, Seattle, Boston, Los Ángeles, Chicago, Washington D. C. y Dallas miles de personas han manifestado su solidaridad con los refugiados.
Trump ha dicho que la finalidad del decreto, que tendrá enormes repercusiones en el país y en el resto del mundo, es mantener seguro al país de actos terroristas. En EE. UU. pocos creen que la medida vaya a mejorar la seguridad nacional.
En el resto del mundo la reacción en contra de Trump ha sido casi unánime. “Estigmatizar por razón de la nacionalidad es divisivo y equivocado”, dijo la primera ministra británica, Theresa May. “La lucha antiterrorista no justifica la sospecha generalizada”, dijo la canciller alemana, Ángela Merkel. “Hay que responder con firmeza” a los decretos de Trump, dijo el francés François Hollande. Y no les falta razón: la única manera de enfrentar a un bully como Trump es con unidad, sin prejuicios y con firmeza.
Sergio Muñoz Bata
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