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Para hablar de fútbol hay que ver los partidos

El fútbol tiene un solo prisma para mirarse: desde la EFICACIA.

JORGE BARRAZA
Siempre sostenemos que hasta el peor de los técnicos sabe más de fútbol que el mejor de los periodistas. ¿La razón? El 90 % de ellos fue futbolista, experimentó lo que es jugar profesionalmente, las situaciones que se pueden dar, lo que se siente, ha tenido maestros del juego como compañeros y como entrenadores, tiene miles de horas de fútbol habladas. Y lo más importante: se dedica a eso, a desentrañar la táctica y la técnica, se embebe continuamente de nuevos conocimientos. Cuando uno está en la redacción, el DT está en el vestuario o en el campo. Por la misma razón, los cronistas deportivos también saben una pizca más que el público. Cuando un hincha está vendiendo seguros, el periodista está en el estadio viendo una práctica o dialogando con el entrenador.
Las redes sociales nos muestran todos los días que el público cree saber más que el técnico, que el periodista, que el dirigente. Imposible. Es como si un cronista deportivo quisiera discutirle las técnicas de cirugía a un cirujano. Hay que respetar.
La primera norma para un cronista es nunca comentar lo que no vio. Es una falta de ética y un error serio: seguro fallará. Más de una vez nos propusieron escribir sobre un juego en especial y tuvimos que decir “lo siento, no pude verlo”. Cotidianamente leemos a aficionados de 30 o 35 años hace sus rankings de los mejores jugadores de la historia y enuncian: “Pelé, Maradona, Cruyff…” ¡Si no vieron a ninguno de los tres…! No saben cómo era el fútbol hace 30, 40, 50 años. Lo mismo acontece con los partidos de cada semana. El hincha ve muy pocos, por razones de trabajo u otras ocupaciones. Ejemplo: los partidos de Champions League o Copa del Rey se juegan en horario laboral en muchos países. Los empleados de un banco no pueden ver los juegos del Barcelona o Real Madrid, están atendiendo clientes a esa hora. Y como ellos, millones. Pero luego quieren rebatir la opinión del especialista porque miraron los goles. O ni eso. Además, el hincha lo mira con la camiseta, el periodista no.
Vemos muchos encuentros a la semana, los escogemos, los observamos con sentido analítico, anotamos positivos y negativos de cada jugador. Cuando este cronista dice “Neymar no es buen pasador” es porque lo ha visto fallar centenares de veces. Y es un caso curiosísimo, pues se trata de un jugador extraordinariamente técnico y de buena pegada. Pero falla decenas de pases. Busca hacer todo a velocidad y pierde precisión.
Preparamos el partido de la misma forma que el técnico, tomando apuntes, buscando datos mirando videos. Cuando un futbolista exhibe ciertos atributos, comenzamos a seguirlo. Ejemplo: Dani Carvajal, lateral derecho del Real Madrid. Le vimos un cierre salvador en un partido apenas vuelto del Bayer Leverkusen y lo subrayamos en nuestro cuaderno de apuntes. Ya esa acción nos movió a observarlo en detalle; entonces descubrimos un defensor impasable, fiero en la marca, duro, de excelente motricidad, lo que le da una ventaja en carrera ofensiva o defensiva, con una mentalidad de acero. Y bastante preciso enviando centros, no los tira maquinalmente, busca un posible receptor. Sin la exuberancia técnica de Marcelo, aunque mucho más confiable resguardando la casa. El tipo que es capaz de salvar una pelota sobre la raya en el minuto 93 para evitar una derrota. Nunca habrá carteles exaltando a Carvajal, pero el día que falta se lamenta. Es un jugador para diez años de Real Madrid. Como a él, seguimos a muchos que muestran algunas aptitudes.
Jamás entenderemos cómo un periodista en la final del mundo se pasa buena parte de la misma atendiendo el celular y no el partido. Está más pendiente del WhatsApp, de Twitter que del juego. ¡Con lo difícil y a la vez maravilloso que es llegar a un Mundial…! Se ha hecho todo para estar en ese lugar privilegiado y, una vez en la butaca, ¡distraerse con el celular…! También es difícil comprender a los cronistas que no anotan nada y luego afirman “Mereció más el Chelsea” cuando nuestra libreta muestra que el Arsenal tuvo tres o cuatro llegadas a fondo más en los 90 minutos. Sin apuntes es difícil hacer un análisis acertado. Y al mérito lo marcan las situaciones de gol.
Lo más importante es tener claro que el OBJETIVO del juego es GANAR. Si se puede, jugando bien. Solemos escuchar la frase “Al fútbol usted lo ve de una manera y yo de otra”. Error... El fútbol tiene un solo prisma para mirarse: desde la EFICACIA. Un jugador le tira un túnel a otro, pero si no lo pasa y se lleva la pelota no es túnel, es nada. Puede valer la intención, pero no lo logró. Es preciso priorizar siempre el OBJETIVO. Y este va atado a la EFICACIA. De allí surge el RENDIMIENTO.
No es ninguna genialidad saber observar fútbol. Que tiene una ventaja comparativa con otros deportes de apreciación: la pelota. A la eficacia la determina la pelota. Si se remata y la bola entró al arco hubo eficacia en la concreción; si el pase llegó a un compañero, hubo eficacia en el armado de juego; si se salva un gol sobre la raya o se roba un balón al adversario hubo eficacia defensiva... Es preciso recordar que la pelota no va donde ella quiere, sino donde uno la manda. Por lo cual si cayó en un lugar equivocado es porque se ejecutó mal.
El juego se asienta sobre cuatro pilares fundamentales: técnica, ataque, defensa y eficacia. Entre dos jugadores de rendimiento similar, lleva ventaja el de mayor condición técnica, uno de cuyos valores derivados es la estética. Entre dos goles de igual trascendencia se pondera mejor al más bonito. La defensa y el ataque están condicionados por la eficacia. En fútbol, los mitos se derriban con números. Y los números son el testimonio de la eficacia.
Naturalmente, por ser este un deporte que encierra decenas de aspectos, hay otros factores a considerar. Son la belleza de una jugada, el estilo elegante de un futbolista, su coraje, su empeño, las circunstancias en que se produce un gol, en que se gesta una victoria, la condición de local o visitante... Son valores agregados que pueden elevar un concepto. No obstante, la base analítica reside en aquellos cuatro ítems.
Si nos atenemos a ellos, veremos que no hay siquiera dos fútbol: hay uno solo. Y no existe una escuela para aprender a verlo. Se tiene esa perspicacia o no. Hay gente que va cuarenta años a la cancha y no logra interpretarlo. Sin embargo, es posible orientar. Todo pasa por mirar adónde va la pelota cuando es despedida por un jugador; ella determina si la acción fue positiva o negativa. También, cómo defiende un equipo o en qué terminan sus avances. No es tan difícil. Pero hay que ver los partidos. Si no, no se puede hablar.
JORGE BARRAZA
JORGE BARRAZA
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