A Katharine Hayhoe la han llamado ‘la evangelista del medio ambiente’ y muchas cosas parecidas. A ella no le molesta, pero no cree que cumpla ese rol. Es más una suerte de profeta que, como en los tiempos del Antiguo Testamento, lleva malas noticias: el cambio climático es real, está aquí y ahora, y sus efectos negativos en la vida de los humanos aumentan cada vez con mayor rapidez.
Esta canadiense de 44 años, a quien la revista ‘Time’ nombró en el 2014 una de las 100 personas más influyentes del mundo, se ha reunido con muchas personalidades de la política y la cultura de Estados Unidos para transmitir su mensaje. De hecho, no hace mucho se la vio en un foro sobre el calentamiento global al lado del entonces presidente Barack Obama y el actor Leonardo DiCaprio, conocido activista de la causa y conductor e investigador del documental ‘Antes de que sea tarde’, lanzado recientemente.
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Su rol como directora del Centro de Ciencias Climáticas de la Universidad Tecnológica de Texas la ha llevado a ser reconocida en los círculos académicos. Pero también es famosa porque, como cristiana convencida y esposa de un pastor (Andrew Farley), ha dedicado buena parte de su lucha a que las comunidades evangélicas de su país –muchas de ellas escépticas sobre el cambio climático– entiendan que, más que un asunto que tenga que ver con la fe, el calentamiento global es una realidad demostrada con datos.
Sus dotes pedagógicas son valoradas a lo largo y ancho del país. Ella siempre habla desde la ciencia, pero con un lenguaje sencillo y con herramientas como las animaciones –tiene una serie web llamada ‘Global Weirding’–, para que la gente entienda la magnitud del problema y sea consciente de que, al final, todos podemos dar una mano.
Esta experta no es ajena a la realidad de Colombia. Cuando tenía 9 años llegó a Cali, acompañando a sus padres, quienes adelantaban una misión religiosa en la capital del Valle. Vivió unos tres años en la ciudad, hasta 1984, cuando su familia terminó su trabajo, sin imaginarse que regresarían más tarde, entre 1988 y 1990. Este último año, Katharine Hayhoe comenzó su pregrado en Física y Astronomía en la Universidad Distrital de Toronto.
De aquellos años en nuestro país le quedaron buenos recuerdos y un excelente español, que usa para darles un mayor alcance a sus ideas.
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¿Cómo comenzó su lucha contra el cambio climático?
En 1993, antes de terminar mi pregrado, tuve que tomar unos cursos electivos y matriculé climatología. Me sorprendí completamente, porque yo no sabía que el modelo del cambio climático venía de la física, y también me sorprendí mucho porque, aunque sabía que el cambio climático era real, no que era tan urgente. Nos preocupa el cambio climático porque influye en todos los otros problemas que tenemos: falta de comida, agua limpia, inseguridad, sequías, inundaciones, huracanes... Sus riesgos están aumentando, y no solo es algo que afecta a los osos polares: también a los humanos.
¿Qué industrias deberán modificar su forma de hacer las cosas debido al cambio climático?
Yo trabajo bastante con ingenieros que diseñan edificios, carreteras, puentes... Y toda esta infraestructura que usamos a diario está fundada sobre el presupuesto de que el clima no está cambiando. Para cualquier aspecto de nuestra sociedad y nuestra industria que tenga que ver con la planeación para el futuro, sea un asunto de agua, comida, energía o infraestructura, debemos tener en cuenta las predicciones del cambio climático.
¿Cómo logra llegar usted a personas que no creen en el cambio climático?
Lo importante no es hablar de la ciencia, sino de soluciones. En más del 90 por ciento de los casos, las personas que dicen que el cambio climático no es verdad o que todavía no sabemos si los humanos son sus causantes no tienen problemas con la ciencia, sino con las soluciones, porque estas requieren que trabajemos juntos. Yo vivo en Texas, y aquí tenemos Fort Hood, la instalación militar más grande de Estados Unidos, que hace poco firmó un contrato para que su energía sea solar y eólica. Así pueden ahorrar 168 millones de dólares, pues eso es mucho más barato que el petróleo.
Si hablamos de este tipo de soluciones, que tienen que ver con la industria, el empleo y el libre mercado, podemos unir a personas que al principio parecían estar en lados opuestos.
Hay mucha evidencia científica de que el cambio climático es real e inmediato. ¿Cómo puede el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decir que es una farsa?
A mí, como científica, me parece increíble que la gente no esté de acuerdo con la ciencia. Como dice mi esposo: “Un termómetro no es conservador ni liberal”. Un termómetro no marca temperaturas diferentes si uno es demócrata o republicano. La ciencia es apolítica, y es una lástima que, especialmente en Estados Unidos, la hayan convertido en algo increíblemente polarizado.
En mi país, el factor más determinante en la opinión de la gente sobre la ciencia del cambio climático no es cuánto lee o cuánta educación tiene, sino dónde está esa persona en el espectro político: si está hacia la derecha, dice que la ciencia no es verdad; si está más hacia la izquierda, dice que es verdad. Por eso es importante que hablemos de las soluciones, porque en este punto casi todos podemos estar de acuerdo.
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Trump ha amenazado con retirarse del Acuerdo de París, que trata precisamente de soluciones para las emisiones de gases de efecto invernadero...
El desafío con las soluciones políticas, como el Acuerdo de París, es que primero hay que aceptar la ciencia. Infortunadamente, es muy difícil hablar con el nuevo presidente electo y con muchos políticos de Texas acerca de medidas que tienen que ver con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero –para minimizar nuestro impacto sobre el cambio climático– si no están de acuerdo con la ciencia.
¿Tiene planeado reunirse con Trump para hablar al respecto?
No tengo nada planeado en este momento, pero frecuentemente me reúno con personas que tienen preguntas y problemas con la ciencia del cambio climático. En cada caso puedo hablar con ellos acerca de cosas que sí tenemos en común, sea sobre adaptación, preparación o resistencia a las transformaciones que hemos observado.
Por supuesto que es una lástima que no podamos estar de acuerdo con la ciencia, pero así es el mundo en que vivimos ahora, donde los datos muchas veces son pasados por alto. Para los científicos, los datos son esenciales, pero a mucha gente no la convence ni la hace cambiar de opinión hablarle de datos científicos. Por eso tenemos que tomar otras rutas para tener conversaciones productivas.
El año pasado tuvimos la buena noticia de que el hoyo en la capa de ozono se está cerrando. ¿Puede haber regresiones en este tipo de logros?
Hemos perturbado el ciclo del carbono de nuestro planeta durante miles de años. Aun si todos los humanos desaparecieran, pasarían otros miles de años antes de que nuestro impacto sobre ese ciclo desapareciera. En ese sentido, hemos tenido un impacto profundo. Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han estado creciendo, y lo seguirán haciendo hasta que acabemos con nuestras emisiones.
Los árboles también emiten dióxido de carbono, pero al mismo tiempo lo absorben. Nosotros, hasta ahora, solo lo producimos, aunque hay muchos científicos e ingenieros que están inventando maneras en que podamos absorberlo. Si podemos implementar estas tecnologías, existe la posibilidad de volver a niveles de dióxido de carbono más bajos.
De todos los efectos negativos del cambio climático, ¿cuál ha podido sentir de primera mano?
Lo que más observamos son los cambios en la frecuencia y la intensidad de los desastres naturales y los climas extremos. El cambio climático está interactuando con los eventos naturales. Los huracanes, por ejemplo, obtienen su energía del océano, que se está calentando. Mientras más caliente esté el océano, más fuertes son los huracanes.
¿Y qué efecto le preocupa más?
Yo crecí en Colombia. Nos mudamos allí cuando yo tenía 9 años, y vi con mis propios ojos el impacto increíble que tienen las catástrofes naturales sobre gente que no tiene recursos. Si uno vive en un barrio al lado de la montaña y viene la lluvia, las personas están en peligro por no tener los recursos para comprar una casa en un mejor barrio, sobre bases firmes. Esto es lo que más me preocupa, que las personas más vulnerables a los cambios climáticos son las que no contribuyeron casi nada al problema: gente que no tiene muchos recursos financieros, sociales o educativos. Esto es verdad para Colombia, Estados Unidos, África... para todas las partes del mundo.
¿Qué cambios ha hecho usted en su vida cotidiana para luchar contra el cambio climático?
Una de las cosas más sencillas que podemos hacer es hablar acerca del problema. Hay estudios que muestran que las personas rara vez hablan de esto. Por eso, los niveles de preocupación acerca del asunto son muy bajos. Hay otras cosas que pueden ayudarnos a ahorrar dinero; por ejemplo, comer menos carne: producirla, especialmente la de vaca, genera muchas emisiones de gases de efecto invernadero.
También podemos comprar bombillos led, que usan mucha menos electricidad que los tradicionales. Parece ridículo, pero si cada casa reemplazara una bombilla tradicional por una de estas, para un país como Colombia tendría el mismo efecto que sacar 100.000 carros de las vías. En Estados Unidos, el efecto sería como sacar un millón de carros. Esas pequeñas acciones tienen un efecto si las emprendemos todos juntos. La tecnología está cambiando increíblemente rápido, y ya tenemos métodos para generar energía desde nuestra propia casa. Es cierto que en este momento son un poco caros, pero en unos años serán mucho más comunes.
Con todos estos avances, ¿vamos por buen camino en la lucha contra el cambio climático?
Vivimos un momento increíble. Si logramos regresar a los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera y cambio climático que teníamos hace 30 o 40 años, estaríamos en un muy buen punto. La tecnología verde es el futuro. El problema es de tiempo: el mundo está cambiando, pero no lo suficientemente rápido. Por eso necesitamos del Acuerdo de París, de un Fondo Verde del Clima, para ayudar a países que no contribuyeron al problema pero están sufriendo sus efectos... Necesitamos acciones nacionales y globales, porque no tenemos suficiente tiempo para que todos los avances ocurran naturalmente.
Así como es científica, usted también es una mujer de fe. ¿Las personas dudan de su autoridad en el tema por esa combinación?
Hay personas de fe que han dudado de mi autoridad porque soy científica. Al principio, cuando decidí decirle a la gente que yo era cristiana, sentí temor de que mis colegas me rechazaran, pero sucedió todo lo contrario. Mis colegas, algunos de los cuales son creyentes y otros no, me han aceptado casi completamente porque todos los científicos, sean personas de fe o ateos, saben que tenemos que trabajar juntos para resolver el problema del cambio climático.
Con el poder de convencimiento que ha demostrado hablando sobre el cambio climático, ¿alguna vez ha pensado en ser pastora?
No, yo soy científica. ¡Me encanta estudiar este planeta que tenemos! Es increíblemente complejo e increíblemente importante también.
¿Hay algún punto en que la ciencia y la fe puedan estar juntas, o hay que verlas siempre por separado?
Tenemos que reconocer que la ciencia es limitada. La ciencia te puede decir que el clima está cambiando y que es a causa de los humanos, también nos puede avisar sobre los impactos que habrá si seguimos con nuestras emisiones de carbono. Pero la ciencia no nos puede decir cuál es la mejor elección, por eso también necesitamos el corazón. Para tomar decisiones tenemos que considerar los valores que tenemos, y para muchos de nosotros esos valores vienen de nuestra religión.
Por ejemplo, el Papa explicó muy claramente en una encíclica los valores cristianos de ser buenos administradores de la creación. Ese es un concepto y un valor cristiano. El primer capítulo del Génesis dice que Dios dio a los humanos la responsabilidad sobre cada cosa viva en este planeta. Puede que en la Biblia no haya ningún versículo que diga que el cambio climático es real, pero hay bastantes versículos acerca de nuestras actitudes sobre la creación, el planeta y el trato con los demás.
MARÍA ISABEL ORTIZ F.
Redactora de EL TIEMPO