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Inayá, el legado indígena en el Festival Centro

La agrupación cuenta la historia del pueblo tucano que agradece a la tierra con cantos y danzas.

CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
El carrizo es un instrumento de viento que los tucanos interpretan para conquistar a la mujer. Y mientras suena, ellos les regalan a ellas pescado y frutas.
También bailan y se ayudan con bastones. Y hay muchos momentos, cuando han tenido una buena cosecha, en los que intercambian con otras comunidades. Este trueque se hace con música y canto para, de paso, agradecer por los beneficios a la tierra.
Desde hace varios años, tucanos que viven en San José del Guaviare decidieron formar un grupo, Inayá, con el fin de recuperar estas tradiciones que se iban perdiendo.
Esta tradición llega al Festival Centro, que por estos días se lleva a cabo en Bogotá. Para Miguel Holguín Suárez, de 34 años, que hace parte del grupo, es importante que se sepa que en el resguardo hay “84 familias y 272 personas entre niños, jóvenes y adultos. En este momento, nos encontramos en el proceso de recuperación de nuestra danza y música, pero es muy duro, porque Occidente amenaza”.
Por eso, agrega, es fundamental el proceso que la comunidad hace en este momento. “Los niños miran otras cosas, la televisión, programas infantiles, películas. Entonces, yo les digo que primero es lo de nosotros, aprender de nuestra historia ancestral. Y les pido a sus papás que les enseñen. Pero es muy complicado porque además se van a estudiar al casco urbano de San José del Guaviare, pues en nuestro colegio solo hay hasta noveno grado”.
Otro aspecto que afectó a esta comunidad fue la evangelización. “Cuando llegó la Iglesia católica, el pueblo tucano cambió y buena parte de la gente se convirtió. Quienes querían seguir con nuestras tradiciones de baile, canto, rezos y toma de chicha las tenían que practicar escondidos”, agrega.
Esto llevó a que, dice Holguín, se haya perdido el 50 por ciento de sus tradiciones y que ahora su rescate sea mucho más difícil, sobre todo porque los tucanos son orales y nada está escrito.
Ahora, con la fe de sus antepasados, Holguín y su gente tucana (cuenta que son varias etnias con un origen general y un idioma común que es el tucano) han logrado ir recuperando sus costumbres.
Hacemos un trabajo fuerte con la parte artesanal, enseñándoles a los niños a hacer instrumentos y otros objetos de nuestra cotidianidad. Y también con la medicina tradicional. Pero aquí hay preocupación porque es necesario que los jóvenes aprendan primero nuestra lengua y la afiancen”, comenta.
Holguín tiene más que razón, pues cuenta que no solo se trata de conocer las hierbas y sus propiedades curativas, sino que el rezo se debe hacer en tucano.
“Debe hacerse en nuestra lengua, no en español, para que sus propiedades tengan efecto. A estas alturas, solo quedan tres adultos mayores con el conocimiento de la medicina y nos urge que toda esa sabiduría quede por escrito”.
Ese es otro de los motivos que lo trae a Bogotá: buscar ayuda para hacer un libro que reúna todo lo que se ha rescatado de la tradición tucana.
Cantos, bailes e instrumentos autóctonos los acompañarán en este viaje del que tanto esperan.
Inayá hará ofrendas a la madre tierra en un lugar muy lejano a sus raíces, pero en el que pueden encontrar la forma para que estas permanezcan.
Y es que son nueve lenguas en total las que tienen los tucanos. A través de ellas les llegan historias de sus ancestros.
“Como por ejemplo, que personas de la misma etnia no se pueden casar. Yo, por ejemplo, soy desano y mi esposa, tucana”.
Pero ambos vienen de esos viajeros que hace siglos llegaron al Vaupés en una canoa, a través de los ríos de la zona.
En los puertos se bajaban las parejas e iban formando familias, y creando los cantos y las danzas.
¿Dónde y cuándo?
Este viernes, 5 p. m. Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Calle 10.ª n.° 3-16, Bogotá. Precio: 10.000 pesos. 
21 de enero, 11 a. m., Fondo de Cultura Económica Gabriel García Márquez. Calle 11n.° 5-60, Bogotá. Entrada gratis. 
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