Una de las consecuencias de la guerra es que la gran mayoría de temas –corrupción, protestas sociales y desigualdad, entre otros– quedaban siempre en un lugar secundario dentro de los análisis que se hacían de la realidad de nuestro país. Con la firma del acuerdo de paz con las Farc y el nuevo ambiente que se vive, a pesar de las dificultades en la implementación y los inveterados problemas de ausencia estatal, la corrupción ha aparecido con luces en el ambiente nacional e internacional.
Ya es de por sí novedoso que varios candidatos presidenciales hayan puesto este lastre en las prioridades para Colombia. Uno de ellos, el senador Jorge Enrique Robledo, publicó recientemente un interesante libro, 'La corrupción en el poder' (Aguilar, 2016), en el cual explica varios de los debates que ha liderado contra este problema en su labor parlamentaria.
El senador y ahora candidato presidencial da algunos datos en el libro que sacuden a los ingenuos, como por ejemplo el hecho de que el índice de competitividad global del Foro Económico Mundial (2015-2016) ubica a Colombia en el puesto 126 entre 140 de los países más corruptos del mundo; ni hablar de los 17.000 procesos de responsabilidad fiscal por 19 billones de pesos. Del mismo modo, el texto explica las prácticas más recurrentes de corrupción pública, como las licitaciones con proponente único, las privatizaciones controversiales y la utilización de normas privadas para regular ciertos contratos públicos. Todos estos actos se desarrollan en el marco del nuevo principio con el que se titula un capítulo del libro: ‘De hacerle trampa a la ley a incluir la trampa en la ley’.
Reficar, Ley Urrutia-Zidres, Isagén y Saludcoop son algunos de esos casos que se han perdido en la pupila de los ciudadanos, que acostumbrados a ver desfilar investigados y condenados en los medios, olvidan sus nombres y los escándalos que, en la mayoría de los casos, se convierten en flor de un día.
A estos latrocinios podríamos añadir el vergonzoso caso de la brasileña Odebrecht, que más allá de una empresa de ingeniería y de proyectos se convirtió en una multinacional de la corrupción y de la intervención política a través de sobornos que tocaron las fibras internas de regímenes en más de 12 países. La empresa ya reconoció pago de coimas por 780 millones de dólares para asegurarse más de 100 proyectos de construcción.
Inverosímil que esto ocurra y que las instituciones latinoamericanas sean tan frágiles como para soportar esta situación. Por lo menos en Colombia, la máquina judicial liderada por el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, comenzó a actuar.
Debe reconocerse que en medio de esta barahúnda política y delincuencial se destacan entre los declarados oficialmente candidatos presidenciales personas transparentes como Claudia López, Iván Duque Márquez, Sergio Fajardo y el mismo Robledo, que si bien pertenece al mismo partido del ex alcalde de Bogotá, hoy sub judice, Samuel Moreno Rojas, jamás participó en su administración y ha mantenido una coherencia en su ejercicio político.
En síntesis, la corrupción empieza a ser el tema del día. No hay duda de que la guerra ayudaba a escudarla.
Francisco Barbosa
Twitter: @frbarbosa74