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La nueva vida de la periodista Silvia Corzo

La nueva vida de la periodista Silvia Corzo

Una crisis personal hizo que esta exitosa mujer dejara todo atrás y comenzara de nuevo.

16 de enero 2017 , 04:36 p. m.

Se ve distinta. Irradia paz y una felicidad contagiosa. Ese viernes, víspera de Navidad, Silvia Corzo sale disparada de la peluquería para llegar a tiempo a nuestra cita en su apartamento y por eso no tiene reparo en que su blower quede a mitad de camino. Una parte de su cabello está perfectamente alisada y la otra un tanto alborotada. Pero la nueva Silvia, más relajada, no tiene problema. Lo importante, insiste con una sonrisa, era cumplir este compromiso. (Galería de fotos)

Lleva puesto un vestido largo, holgado, que revela algo de la onda en la que se encuentra, más desenfadada y fluida. ¿Hippie? No tiene inconvenientes en que la etiqueten porque ella tiene claro cómo es y eso le basta. Ella mejor que nadie conoce y ama con todas sus letras a la nueva Silvia que resuena en su interior.

Esta abogada y periodista es otra. Y no es solo impresión mía. Días antes se había visto con su gran amigo, el comediante Diego Camargo, para darse el saludo de Navidad. Y recuerda que él se quedó perplejo, mirándola con mucha curiosidad, y por eso ella le preguntó qué le pasaba. “Silvia, si tú te pudieras ver desde afuera. Del día que yo te conocí a hoy, eres otra”, le dijo. Ella recuerda que le respondió que en esencia seguía siendo la misma. Pero Camargo le insistió: “No. Eres la misma, pero en versión mejorada. Eres más feliz. Tu energía es otra y también las cosas de las que hablas”.

Y es cierto. No deja de generar curiosidad qué fue lo que motivó a esta mujer a dejar su exitosa carrera de 18 años en medios de comunicación regionales y nacionales (ha sido la cara de las noticias de Caracol, Noticias Uno y RCN) y tener un cambio de vida radical, que incluye el vegetarianismo y buscar otros caminos laborales, así sea lejos de las cámaras de televisión, pero que hagan resonar más su alma y expandan esa onda de crecimiento espiritual en la que está inscrita desde hace nueve años.

Más que cambios, es una interesante transformación que ha presenciado Pablo, su hijo de 15 años, y de la que es el más directo beneficiado. Tanto será que hace algunos días le lanzó este comentario: “Yo siento que he tenido cinco mamás: la primera era afanada, competitiva y trabajaba todo el tiempo; la segunda estaba cansada de joder y de trabajar tanto; la tercera vivía de mal genio; la cuarta estaba triste, confundida y enferma, y ahora tengo la que prende velitas, está feliz y siempre sonríe. Yo vi a la misma mujer siendo cinco mamás distintas. A todas las amo, pero prefiero a esta última y entiendo que para tenerla debí conocer a las otras”.

 

Esta santandereana de 43 años no es de las que se la pasan hablando de espiritualidad, ni busca evangelizar a otros en su propio credo, y solo si se lo preguntan revela los cambios que comenzó a experimentar en su vida después de atravesar por una profunda crisis personal y de que le diagnosticaran fatiga crónica, un mal que la obligó a estar medicada con antidepresivos.

En la cocina de su apartamento, en el norte de Bogotá, mientras prepara un almuerzo vegetariano con canciones de Norah Jones de fondo, comienza a confesar qué pasó en su vida para que ahora hablemos de una nueva Silvia Corzo.

¿Qué la motivó a cambiar?

Sentirme mal físicamente. Sufría de fatiga crónica, que es mucho más que cansancio, porque todas las funciones del cuerpo lentamente comienzan a hacerse menos efectivas. Uno se da cuenta de que la tiene cuando está jodido, ya nada funciona y todo está al revés: no dormía bien, mi estado de ánimo fluctuaba, la tiroides y el colesterol estaban mal, no me alimentaba de la mejor manera y cuando iba a hablar no lograba estar concentrada. Me mandaron a descansar a la casa y fue cuando tuve que empezar a encontrarme conmigo misma.

Y es cuando empiezan a suceder eventos extraños y decisivos en su vida...

Sí. Un día, al regresar de llevar a Pablo a la ruta escolar encontré en la portería una nota que decía: “Hola, Silvia, soy Adriana Arango, la presentadora que tiene la casa por cárcel, vivo en tu mismo edificio, te veo pasar todos los días con tu niño. Quisiera invitarte a tomar un chocolate. ¿Quieres pasar?”. Por supuesto que yo sabía de quién se trataba y me llamó mucho la atención que ella se anunciara así, como la presentadora presa que quería hablar conmigo. Eso ya indicaba que se trataba de una Adriana diferente.

Y entonces usted se llevó una gran sorpresa...

Sí. La Adriana que vi en televisión era una mujer que estaba mal, enferma, en una silla de ruedas. Yo esperaba encontrarme en la puerta a una mujer así, pero la que me recibió fue una mujer luminosa y feliz. ¡La que estaba mal era yo! Quedé estática frente a lo que vi, y yo, que llegué a las 3 de la tarde, salí de esa casa a las 10 de la noche.

¿Qué fue lo que más la impresionó?

Le pregunté qué le había pasado a su tristeza y a su artritis, porque yo la veía bien. Sus manos estaban perfectas. Ella me respondió que se había curado, que hacía seis meses no usaba las inyecciones y las conservaba en la nevera. Y que se había dado cuenta de que la artritis era producto de la rabia, y que si ella no se perdonaba ni perdonaba a otros, no sanaría. Y que lo hizo gracias a un Curso de Milagros.

¿Y usted qué pensó?

Yo le dije que quería hacer ese curso. Y Adriana me dijo que por supuesto me invitaba, pero que la maestra –Mariela Santos, una mujer de luz y de amor absolutamente maravillosa y a quien no le duele ni una muela–, y las otras alumnas iban a su casa porque ella estaba presa.

¿En qué consiste?

Lo hice durante seis años y es mucho más que una carrera universitaria porque estudias todos los días, incluidos sábados y domingos, y a veces repites la lección o de lo contrario no puedes pasar al siguiente nivel. El proceso tiene sus altibajos, pero los momentos de altos son tan bonitos, que los bajos no son tan importantes. ¿No me ves? ¿No tengo cara? ¿O crees que te estoy mintiendo? (risas).

Sí, la veo más tranquila, radiante, feliz. ¿Qué le dejó ese curso?

Aprendí a responsabilizarme de mi vida, de mis emociones, pensamientos, acciones y palabras. Y cuando empecé a sanar mi forma de pensar y de sentir, desaparecieron los síntomas de mi fatiga crónica y no volví a tomar los antidepresivos que el mismo psiquiatra me había advertido podría necesitar toda la vida.

¿Qué pasó cuando aprendió a escuchar su cuerpo y su alma?

Pude entenderme y entender a los demás; dejé de conflictuarme con el mundo y de ser menos condenadora, porque entendí que todos nos equivocamos de distintas formas. Aprendí a ser más compasiva, pero también a no permitir que otros con sus errores me hagan daño. No es que ahora no la embarre, pero entendí cómo no ponerme en posiciones vulnerables, y si me expongo, rectificar a tiempo.

La enseñanza más valiosa del Curso de Milagros...

Me di cuenta de que yo podía producir milagros todos los días en mi vida cuando lograba sintonizarme en el estado de conciencia en que debía estar. Cada vez que lo hacía había un milagro, como curarme de la fatiga crónica o perdonar y arreglar relaciones que no pensaba que podrían sanar porque me creía incapaz de perdonar.

¿Qué otros procesos ha experimentado?

He hecho constelaciones, una terapia que me ha ayudado a organizar mi sistema familiar y laboral. Y he estudiado sobre la biodescodificación, que es la forma en que encuentras la relación entre un síntoma físico con una emoción y se descodifica. Ayuda también a descodificar creencias limitantes que pueden estar basadas en miedos, por ejemplo, me di cuenta de que cuando yo era incapaz de manifestar mis emociones sufría de laringitis.

Usted insiste en que ha sentido protección divina y que es importante aprender a pedir...

Sí. Uno debe tener mucho cuidado con lo que pide, porque cuando lo haces, se te concede. Yo me había dicho: ‘Necesito saber qué está mal en mi vida. Necesito hacer cambios’... Y llegó el Curso de Milagros. Es ahí cuando empiezo a ver la vida de otra forma.

QUERERME PARA QUERER A OTROS

En esta toma de conciencia uno de los aspectos más retadores es aprender sobre el amor propio, porque no es tan sencillo como decir: ‘Yo me quiero’…

Quererse y valorarse sale instantáneo, de modo automático, natural. Pero es cierto, el amor propio no es pensar y decirse ‘yo me quiero, yo me amo, yo me amo’... Cuando uno hace un proceso interno en el que aprende a perdonarse sus errores y los de los otros, eso causa dolor, a veces, pero llega el momento en que tú sabes quién eres, te aceptas como eres, con la edad y el físico que tienes, con tus conocimientos, capacidades, limitaciones y errores, y eres más feliz.

¿Y esa nueva forma de amarse en qué se ha traducido?

En que has trabajado tanto en ti que sabes hasta dónde puedes llegar y qué tan valiosa eres. Y cuando te ves de esa manera ya eres capaz de pararte en frente de cualquier persona, por ejemplo un amigo o la pareja, y si están teniendo problemas puedes decirle con amor que aunque lo quieras mucho, tú te importas como mujer y eres absolutamente valiosa para ti misma y nada es tan importante como el amor que sientes por ti. Aprendes que si esa persona no es capaz de valorarte, no tienes nada que hacer ahí.

Silvia se ha casado dos veces y ha tenido desilusiones amorosas. ¿Cómo hace para no volverse prevenida?

Cuando me responsabilizo de mi vida, soy consciente de que yo soy la que siente, la que se emociona, la que toma decisiones, la que permite, la que no permite, la que se va, la que se queda. Cuando uno toma la responsabilidad sobre sí mismo, no importa lo que el otro haga porque uno asume su parte y que el otro vea cómo asume la suya, porque la vida no se queda con nada.

¿Y de qué sirve responsabilizarse de uno mismo cuando nos han enseñado a pensar en los demás?

Que uno empieza a empoderarse de sí mismo, no se arma películas y aprende a volverse dueño de sus emociones, errores y aciertos. Tú eres quien decide sufrir, llorar o ser feliz. Nadie tiene la culpa de nada. No significa que uno no sienta dolor. El dolor es inevitable, el sufrimiento sí es opcional. A mí me va a doler, pero yo decido por cuánto tiempo y hasta dónde y sé que la pérdida merece un duelo, pero yo lo lloro y hasta luego.

Pero también ha aprendido a ser más perspicaz en cuestiones del corazón…

Sí, aprendí que la próxima vez seré más perspicaz cuando elija a alguien, veré más claro las señales y seré más precavida respecto a quién le comparto mi corazón o sobre cuándo dar un paso más adelante. Cuando tu intuición te dice algo, para y escúchala porque uno no puede entregarle a la otra persona la responsabilidad de portarse bien contigo. Tú te portas bien y esperas que el otro haga lo mismo. Pero si el otro no es capaz, te vas. No te merece.

¿Por qué renunció a los noticieros de televisión?

Todos han sido procesos. Me enfermé de fatiga crónica cuando estaba en Caracol, luego llegó el Curso de Milagros, pasé a otro noticiero y empecé a cuestionarme sobre por qué estoy ahí, y llegó la terapia de ángeles. En ese momento comienzo a trabajar más en mí y a escuchar la voz de mi intuición que me decía que yo no estaba siendo feliz presentado las noticias y que afuera hay un mundo de cosas buenas que quiero mostrar. Y tomo la decisión, porque ya no tengo miedo de irme y cambiar de vida.

 

¿Y qué la llevó a concretar su decisión?

Un día estaba desayunando y me sentía miserable. Descubrí que escribir es buena terapia y entonces lo hice. En una hoja en la que ponía mis pendientes me pregunté si era feliz. Hice una lista de lo que me hace feliz y de lo que no y qué podía hacer para cambiarlo. Y me di cuenta de que la lista de lo que no me gustaba era enorme y de lo que sí era muy pequeña. Otra vez no me estaba tratando bien y noté que ya no necesitaba muchas cosas.

Usted tenía claro lo que no quería, ¿pero qué hacer? ¿Por dónde empezar?

Como no tenía ni idea de para dónde coger, le hablé al Espíritu Santo. Le pedí que me iluminara, que me dijera qué camino seguir y que me explicara por qué estaba haciendo esta lista y por qué tenía cosas tan malucas. Se lo solté y seguí trabajando. Un par de semanas después sentí algo tan fuerte: no quería ir al trabajo. Algo en mi alma me decía: “Usted verá, pero lo que soy yo, ¡hoy no voy a trabajar!”. Mi cuerpo y mi alma no querían ir. Pedí unos días e hice mi terapia de ángeles. Regresé absolutamente convencida en mi corazón de que no quería seguir ahí. ¿Para dónde iba a coger? No sé, pero la vida me sostendrá.

Usted, madre de un adolescente, con responsabilidades y obligaciones, renuncia a una vida aparentemente cómoda. Podría interpretarse como un acto de locura o egoísta...

Cuando escuchas a tu corazón y sigues tu intuición, sin hacerle daño a nadie, esa voz interior te dice a dónde tienes que estar y te trae también lo que necesitas. Esa voz me dijo que no me preocupara, que no me iba a dejar sola y me puso a una amiga en mi camino que me llamó para contratarme y para que me diera cuenta de que yo puedo hacer otras cosas. Las piezas comienzan a encajar, aparece esta mujer que me ofrece un trabajo, surgen las ideas y empiezas a ver el panorama con más claridad porque se despeja la neblina, y tratando de hacer el menor daño colateral posible para ti y para los demás, con la certeza de que estás siguiendo tu corazón y es para tu bien.

Se requiere mucha valentía...

Cuando uno se da cuenta de que está ocupando sentimental o laboralmente un lugar donde no es feliz y se mueve de ahí, le deja el puesto libre a alguien que sí tiene que estar. Uno muchas veces no lo tiene claro, pero la vida sí, y las cosas se irán acomodando como tienen que ser. Cuando uno está en conciencia y tiene claro por qué lo hace, uno es más fuerte y más firme asumiendo cosas.

Transformaciones como la suya generan especulaciones. ¿Cómo las maneja?

Tenía claro que tomada la decisión empezarían las preguntas de por qué se va, qué pasó o si es que alguien le hizo daño o que su jefe es un no sé qué... Pero la verdad la sé yo. Cuando uno tiene ese convencimiento interno no necesita dar tantas explicaciones, y cuando toca, sabes darlas a quien corresponde y con las palabras justas, porque entendí que todos tenemos ego y al ego le encanta el drama, el conflicto, el chisme.

¿Tiene proyectos concretos para este año?

Sí, con personas que trabajan en causas sociales y que están interesadas en que yo replique sus mensajes. Tiene que ver con niños y jóvenes que han sufrido y pasado por situaciones difíciles en este país y necesitan ser orientados.

¿Seguirá vinculada al periodismo?

Sí. En mi página de internet presento entrevistas a personas que hacen cosas buenas por otras pero que son poco conocidas. Y tendrá artículos prácticos como ¿qué hago si mi jefe me maltrata?, por ejemplo. A algunos les podrán parecer una babosada, pero habrá a quienes sí les suene. Y estaré dedicada a mis seminarios empresariales sobre comunicación. Cuando uno tiene clara su misión de vida, todo se sincroniza y las cosas van apareciendo. Lo importante es seguir haciendo cosas por mí y proyectos que ayuden a otras personas.

¿Descarta por completo la televisión?

Si vuelvo a hacerlo, no presentaré más noticias crudas. Si hay algún noticiero de buenas noticias o de algo que conecte con lo que soy yo y lo que quiero hacer, me le apunto.

POR: FLOR NADYNE MILLÁN M.

Redacción CARRUSEL
@NadyneMillan

FOTOS: JUAN MANUEL VARGAS. PRODUCCION Y STYLING: CAROLINA BAQUERO. MAQUILLAJE Y PEINADO: EDWIN CARVAJAL. VESTUARIO: RAPSODIA. AGRADECIMIENTO ESPECIAL: HOTEL BOUTIQUE CASA YUNQUE, UBATÉ, CUNDINAMARCA.

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