Desde luego, las elecciones presidenciales del 2018 van a dominar el panorama político de ahora en adelante. A primera vista, los partidos con mayores opciones son Cambio Radical y el Centro Democrático. El primero de ellos reúne tres factores a su favor: la tarea llevada a cabo por el vicepresidente Germán Vargas Lleras en campos tan sensibles como la vivienda y la infraestructura; la cuota de poder regional lograda en las elecciones parlamentarias y, paradójicamente, la fría y ladina distancia que Vargas, desde la Vicepresidencia, se ha permitido en temas como la reforma tributaria y el propio proceso de paz.
El Centro Democrático tendría, en principio, mejores opciones que Cambio Radical. Por una parte, el hecho de ser la primera fuerza política de oposición en tanto que, según las encuestas, la favorabilidad de Santos y su gobierno es cada vez más baja. A ello se suma el notorio descontento que están produciendo la reforma tributaria, el aumento de la corrupción, la creciente inseguridad y el apremiante deseo de cambio que se percibe en la opinión pública.
Sin embargo, hay razones surgidas recientemente que pueden restarle votos al Centro Democrático y poner en riesgo su llegada a la segunda vuelta electoral. ¿Cuáles son ellas? Es el momento de abordarlas con franqueza.
Sin duda, la oposición, encabezada por Uribe y su partido, tiene sobradas razones para denunciar como un atropello a la democracia el desconocimiento por parte del Gobierno y de las Farc de la voluntad popular expresada en el plebiscito. También es obvio su rechazo a la concentración de poderes en manos del presidente Santos, restándoles su autonomía al Congreso y al Poder Judicial. El peligro para el Centro Democrático es que un buen número de electores, aun aceptando tales críticas, considere que el mal ya está hecho, que lo firmado firmado está y que vea al uribismo sumergido en un debate sin salida para enfrentar los problemas del posconflicto.
Como en cualquier democracia moderna, Uribe les propuso a Iván Duque, a Carlos Holmes Trujillo y a Óscar Iván Zuluaga que presentaran a consideración de los electores sus planes de gobierno. Muy juiciosamente, los tres precandidatos así lo han hecho. En La hora de la verdad, me sorprendió una seria y bien fundamentada exposición de Carlos Holmes Trujillo. Lo que no esperaba es que, fruto de este ejercicio democrático, resurgiera un mal que en Colombia ha jugado un nefasto papel en nuestros partidos: la pugna, muchas veces acompañada de chismes y diatribas, entre los simpatizantes de uno y otro candidato.
Lo ocurrido con Iván Duque lo demuestra. Hace pocos días era visto como una verdadera revelación en el panorama nacional. Brillante expositor y analista de nuestra realidad económica, con una extraordinaria formación académica en reconocidas universidades americanas y un notable desempeño en el Banco Interamericano de Desarrollo, fue calificado como el mejor senador de la República del pasado año. ¿Cómo explicar, entonces, que dentro del propio Centro Democrático surgieran voces y figuras que lo acusan arbitrariamente de tener sospechosos vínculos con la extrema izquierda, de eludir duros cargos contra el Gobierno, de ser tolerante amigo del presidente Santos y de ser beneficiario del controvertido magnate George Soros?
Estas confrontaciones internas, difundidas en las redes sociales, pueden hacerle gran daño al Centro Democrático, al considerar que este no es ajeno a las pugnas y vicios de nuestra clase política. No olvidemos que hoy, burlando las encuestas, un electorado inconforme, cansado de los viejos partidos y de las figuras que dominan el poder, está dando desconcertantes virajes en busca de otras alternativas. De ahí que en la baraja de candidatos para las elecciones del 2018, hasta un Petro aparece con opciones. Cualquier cosa puede suceder. ¡Cuidado!
Plinio Apuleyo Mendoza