El pasado 7 de enero, un día antes del cumpleaños de David Bowie y tres antes de que se cumpliera el primer aniversario de su muerte, el canal oficial del cantante en Youtube (DavidBowieVEVO) publicó el siguiente video:
La letra de la canción pareciera un mensaje de Bowie 'desde el más allá', una despedida de un artista que se reinventó y que deja un legado enorme, con un último álbum que fue bastante elogiado y que fue el primero del artista en lograr llegar al primer puesto en las listas estadounidenses en el 2016.
(Ver: Las claves para entender a David Bowie)
Su huella en este mundo no es solamente en la música, con 27 álbumes, sino que su estilo ecléctivo y genuino inspiró a gente de otras artes, como el teatro, el arte o el cine. (Le puede interesar: David Bowie y su legado en el cine y la televisión)
Recordamos este martes a David Bowie a continuación, con un perfil de la vida y obra de un artista que muchos califican como "de otro mundo", escrito por Carlos Solano.
David Bowie, el camaleón que deja otra piel
Durante el pasado viernes y los dos días posteriores al lanzamiento del álbum ‘Blackstar’, la prensa mundial elogiaba al unísono el que calificaron como el trabajo mejor logrado en la carrera de David Bowie desde finales de los años 70. Al día siguiente, es decir este lunes, a todos los sacudió la noticia de la muerte del músico, que fue sorpresiva pero no accidental: su elaborada última obra de arte.
No fue una coincidencia, sino la forma en que decidió despedirse el artista británico, una de las mentes más brillantes de la cultura pop, ícono visual del siglo XX (por su personaje de Ziggy Stardust) y cuyo talento se extendió, además del rock, a la moda y al cine. Tenía 69 años y, para sorpresa del planeta entero, estaba batallando contra el cáncer desde hace 18 meses. (Lea también: Falleció David Bowie, ícono de toda una generación del rock)
Ese es el tiempo que le tomó planear, grabar, editar y publicar este álbum (el 27 en su carrera) como un ‘regalo’ a sus seguidores, como lo calificó su amigo y productor Tony Visconti, su cómplice en este proyecto que desarrollaron manteniendo el secreto muy bien guardado.
Con ese misterio que rodeó siempre al llamado ‘camaleón del rock’, convirtió a los medios y al runrún de las redes sociales en el escenario de su último show. Por eso, hoy hay resistencia a creer que Bowie ha muerto. Tanta como cuando murió Elvis Presley.
No sería esta la única coincidencia entre los dos: ambos nacieron un 8 de enero (Elvis, de 1935; Bowie, de 1947) y parecían traer una luz propia que maravillaba a su alrededor, uno desde los albores del rock and roll y otro desde los de la escena glam británica en los años 70.
Esto pudo ser la base de un plan diseñado hace mucho tiempo: cada tanto, Bowie insistía en su admiración al estadounidense. Cuando fue invitado al programa navideño de la BBC ‘Radio 6’ del 2013, decidió imitar su voz para enviar un mensaje de feliz año. Y en entrevistas, en diferentes momentos de su vida, dijo que el ídolo oriundo de Tupelo, Misisipi, era el personaje mundial que más admiraba. (Vea aquí: La vida de David Bowie en imágenes)
Todo encuentra lugar en el misticismo alrededor de Bowie. Estaba su aparente resistencia a la vejez, su renuencia a dar entrevistas, pero también detalles como sus ojos, que eran de colores diferentes (uno café, el otro verde). Este asunto fue realmente la consecuencia de una pelea con el pintor George Underwood, quien le dio un puñetazo en la cara –peleaban por una mujer– y después de varias intervenciones para salvarle la vista, su pupila derecha quedó dilatada eternamente. Pero eso no importaba mucho, la gente prefirió quedarse con la teoría –a veces, más lógica– de que Bowie era extraterrestre.
Crear y huir
Una de las razones por las que David Bowie resulta tan valioso para el rock es que con cada álbum sembró un estilo que terminaría siendo muy influyente, pero al mismo tiempo ya estaba pensando en qué otras direcciones podía crear. No se quedaba esperando a que le rindieran culto.
Los años 70, desde el primero, estuvieron marcados por símbolos que visualmente estaban quebrando lo que se entendía por cultura pop: Peter Gabriel en Genesis y Elton John aportaron una teatralidad y una imaginería visual únicas, pero lo de Bowie iba más allá, pues su androginia y sus álter ego espaciales tan seriamente asumidos que parecían ser su verdadera personalidad, conmocionaron al mundo. Era 1970, apenas 6 años antes la gente asumía las melenas de los Beatles y la locomotora del cambio mental iba a toda máquina.
Paradójicamente, el Bowie de 1969 (año en que lanzó ‘Space Oddity’) era la reinvención de un capullo de cantautor incomprendido que había llegado demasiado temprano en 1967 con un álbum debut que fue un fracaso en ventas, pero ya cantaba sobre visiones tan sorprendentes como en ‘We Are Hungry Men’, un retrato futurista de una sociedad abocada al canibalismo el día en que se acabara la comida… ¡1967! (Además: Madonna, Rolling Stones y David Cameron lamentan muerte de David Bowie)
Con los años 70 vinieron discos que son joyas aclamadas como ‘The Man Who Sold The World’ (1970), ‘Hunky Dory’ (1971), ‘The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars’ (1972), ‘Diamond Dogs’ (1974), ‘Young Americans’ (1975), ‘Low’ (1977), ‘Heroes’ (1977), ‘Lodger’ (1979). Luego, en los 80, maravilló con ‘Scary Monsters’ (1980) y ‘Let’s Dance’ (1983).
Aunque no tan hiperproductivo como en los años 70, para los 90 y el nuevo siglo siguió haciendo álbumes y, cada vez que salía uno, sembraba genialidades por las que los demás músicos y la radio lo reconocían como un norte: ‘Black Tie White Noise’ (1993), ‘Earthling’ (1997), y el impresionante Heathen (2002), por mencionar apenas algunos.
Paradójicamente, crecía en paralelo otra faceta suya, la de la actuación, que también habría comenzado en 1967 en el cortometraje ‘The Image’, en el que interpretó a un cuadro que cobra vida y es apuñalado por el artista, pero se resiste a la muerte. Después, vinieron muchas apariciones, algunas muy recordadas como Jareth, el rey Goblin en ‘Labyrinth’ (1986), su encarnación de Andy Warhol en ‘Basquiat’ (1996), de Nikola Tesla en ‘The Prestige’ (2007) y como un militar británico prisionero en un campo de concentración japonés en ‘Merry Christmas Mr. Lawrence’, de 1983.
El último truco
Con Blackstar, Bowie les anunció a todos entre líneas que estaba a días de su muerte. El último sencillo que publicó, el pasado jueves, titulado Lazarus, dice: “Mira hacia arriba, estoy en el cielo, tengo cicatrices que no se pueden ver, tengo drama, no me lo pueden robar, ahora todo el mundo me conoce”.
“Ahora todo el mundo me conoce” podría ser un cáustico epitafio para una figura que en el mismo disco canta: “No soy una estrella de pop, soy una estrella negra”, un astro cuya luz se apagó.
Desde los primeros adelantos del disco, en noviembre pasado, nadie parecía captar lo que estaba pasando. Nadie, incluso pese a que sus representantes ya les habían advertido a los medios que Bowie “no volvería a presentarse en vivo”. Se entendía como un retiro voluntario de los escenarios, un descanso de la tensión de las giras muy justificable a sus 69 años.
Visconti, la dupla favorita de Bowie, tan solo contaba en entrevistas detalles del proceso de grabación como “queríamos evitar el rock and roll”, “estamos escuchando mucho a Kendrick Lamar” y que la primera vez que se reunieron para planearlo fue a mediados de 2014 (fecha que coincide con el momento en que Bowie habría sabido de su enfermedad, según revelaron sus allegados): “Entonces él desapareció por cinco meses para trabajar con el material nuevo en casa”, le dijo Visconti a la ‘Rolling Stone Magazine’ en un artículo de noviembre del 2015, al parecer en medio de total desconocimiento. (Lea también: El universo de David Bowie, visto en cine)
Para ayudar a construir el mito, están las carátulas de sus 27 discos en estudio: todas, desde el debut, muestran su rostro –usualmente transformado por la estética que planteaba en su momento, mas no tanto por el paso del tiempo–, excepto en Blackstar, que es una simple estrella negra sobre blanco, y que hoy funciona como una lápida virtual.
En la de ‘The Next Day’, su anterior álbum, del 2013, acudió a la misma fotografía de ‘Heroes’ (1977), pero recortada en el centro para ocultar estratégicamente su cara. Aunque se supone que supo después acerca del cáncer, esta podría ser una metáfora apropiada para hablar de cómo se empezaba a desvanecer.
Este domingo, Duncan Jones, hijo de David Bowie, disipó la incredulidad de miles a través de Twitter: “Lamento y me siento muy triste de decirles que es verdad”; Steve Martin, publicista de Bowie, reiteró: “No es un montaje”.
Los que se mantendrán incrédulos, o más bien, sus fieles, lo irán a buscar a Ørmen, una despoblada villa en Noruega que menciona en su canción ‘Blackstar’, que resultaba ser una obvia despedida y que en su momento de publicación, en noviembre del año pasado, algunos críticos calificaron de ‘aterradora’: “En la villa de Ørmen permanece una vela solitaria, y en el centro de todo, tus ojos (…) Algo pasó el día que él murió, su espíritu se levantó un metro y se hizo al lado, alguien más tomó su lugar, y lloró valientemente: ‘Soy una estrella negra’ ”.
Otra posible explicación: El término ‘extraterrestre’ era recurrente en boca de quienes, a lo largo de las décadas, intentaban describirlo, y más que un lugar común, parece ser otra pista. Probablemente ese planeta sea Marte, y su nombre real –y no un álter ego, como todos creíamos– sea Ziggy Stardust, aquel que se reveló en 1972 rodeado de arañas y que entonces ya hacía una crónica del final del espectáculo, vista desde el futuro: “Cuando los niños asesinaron al hombre, tuve que acabar la banda”.
Probablemente este domingo fue el día de la muerte de David Bowie y el nacimiento de David Robert Jones (su nombre de pila), un hombre común más que deambulará anónimo entre la multitud, volteando apenas para reírse de su último acto.
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO