Para el cierre de feria y el mano a mano entre Morante y El Juli este domingo en Manizales, valorado como el cartel más lujoso de la temporada colombiana, no se llenó la Monumental.
Morante presentó a Manizales su acostumbrado espectáculo: una faena sin cotas sublimes a un pastueño primero, la cual salpicó de algunas posturas flamencas y remató con espada descentrada ineficaz, un descabello y sonó un aviso. Con el tercero, de 500 kilos, la brevedad displicente, la renuncia y el matar de mala manera en medio de la bronca más escandalosa de los últimos años en la plaza. Mató mal, tanto que sonaron dos avisos.
Pero los mismos que le chillaron y vejaron se pusieron de pie y lo aplaudieron antes de que le soltaran el quinto. Cuando saltó el toro, brocho de cuernos, Morante ligó tres verónicas y tres chicuelinas de su más pura expresión. Mentón hundido, suerte cargada y escultural postura; el capote lento y dibujante con las primeras, y pictórico en las segundas. Picado el toro, el de La Puebla se sentó impasible en el estribo y se lo pasó tres veces en pases por alto.
La faena no fue uniforme; algunas derechas y algunos naturales con la arrobadora composición que lo ha convertido en torero único. Pero sobre todo vino un natural que fue uno de los instantes más estéticos de toda la feria. Pinchó y clavó una estocada de efecto tardo. Le dieron una oreja. Los rencorosos que no lo habían perdonado pitaron. Pero la vuelta fue celebradísima y larga. El auténtico Morante había estado de nuevo en la plaza.
El Juli es garantía. Se echa las corridas al hombro. Hoy cortó cuatro. Las de Mambrino, el cuarto, al cual hizo de todo con la capa, y en el tercio final una letanía de pases, la mayoría naturales de ligazón enervante, aunque no todos de igual pureza, matizados con molinetes, faroles, circulares…. Un pincho arriba sin soltar y un espadazo hondo, y las casi automáticas dos orejas vinieron del inefable palco.
Al bonachón, casi manso, Joropo, capacho impresentable, se le fue encima y armó la marimorena con capote y muleta, en los medios. Toreó tanto, que algunos llegaron a pensar en un imposible indulto. Al fin se tiró de frente, y el estoque, completo, traserito, y cortó otro par de peludas; la vuelta de órdago, la salida en hombros y quizás el trofeo fueron suyos. También El Juli fue hoy El Juli.
Los toros de Miguel Gutiérrez que llevan el nombre de su padre no propiciaron la apoteosis con que tantas veces ha cerrado la feria, pero sí embistieron lo suficiente para que pasara lo que pasó.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
EL TIEMPO