A los extranjeros les resulta algo extraño, pero acá nadie se sorprende. Cualquier día de la semana, a las 12 de la noche, las librerías están abiertas en la avenida Corrientes. Como si comprar libros fuese algo de primera necesidad, como las farmacias de turno o los bares donde alguien va a penar hasta la primera luz del día.
Hay librerías de usado, con libreros que son una institución del barrio. Otras ‘boutique’, con bar y jardín de invierno. Hay algunas pequeñas, que funcionan en departamentos anónimos. Y la ciudad también presume de las imponentes, como el Ateneo Grand Splendid, que funciona en un viejo teatro.
Cualquiera sea el caso, Buenos Aires es una ciudad lectora. Y lo confirma una encuesta del Foro Mundial de Ciudades Culturales (2015), que indica que la tierra de Jorge Luis Borges tiene 25 librerías por cada 100.000 habitantes.
Ese número la sitúa en el tope mundial de sitios con más librerías en sus calles, por encima de Hong Kong (22) y Madrid (16). Según datos de la Cámara Argentina del Libro, en el 2015 se registraron 28.966 títulos y se editaron más de 82 millones de ejemplares, demostrando el aumento sostenido en la producción de libros en el país.
Quizá sea un resultado saludable de aquella Ley 1420, la primera de educación universal, laica y gratuita sancionada en 1884. Tal vez tuvo mucho que ver la Ley del Fomento del Libro del 2001, que eximió del pago del IVA a la fabricación y comercialización de obras nacionales. O tiene que ver con una clase media curiosa de cultura.
Este es un recorrido por algunas de esas librerías que los porteños recorren todos los días. Las más pequeñas, las más grandes y las curiosas, que recuerdan aquella frase de Borges: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído”.
El Glyptodón, la que tiene los que no se consiguen
“Los libreros somos una especie rara. Algo así como los ropavejeros de la cultura”, dice Alejandro López Medus, sentado en su salón de lectura, rodeado de muebles de madera y de ese olor embriagador de los libros viejos en El Glyptodón.
Hace muchos años, este hombre estudió sociología y artes plásticas y tiempo después comenzó con este proyecto, cuando la Argentina vivía su última dictadura familiar. Ahora, es una de las piezas fundamentales para mantener la tradición del libro usado en Buenos Aires.
López Medus visita casas con buenas bibliotecas, se entrevista con quienes quieren desprenderse de algunos libros y recibe a gente –mucha– en este escritorio en el que está sentado.
Todos quieren encontrar aquel libro. “Lo importante es tratar de ver por dónde corre el deseo del otro. Mi generación piensa que los jóvenes no leen, algo que también pensaron las generaciones anteriores a la mía. Lo cierto es que, al menos en esta ciudad, cada vez se lee más, se publica más y crece el negocio del libro. Y lo mismo ocurre con el usado”, dice.
Las anécdotas se van disparando, con tantos lectores obsesionados como libros –todos visibles– hay en estos estantes. Una mujer busca algo del padre Mario, un cura sanador que vivió en la Argentina. Un hombre se lleva tres libros de literatura en italiano. Y un adolescente pregunta, desde la calle, una obviedad: “¿Tiene ‘El amor en los tiempos del cólera’?”. “Sí, una primera edición, pero está carísima. Unos 5.000 mil pesos (unos 340 dólares o cerca de un millón de pesos colombianos)”, responde López Medus.
Dirección: Ayacucho 734. Web: www.libreriaelglyptodon.com.ar
A Cien Metros de la Orilla, la más oculta
No hay nada. Ni un cartel, ni un papel pegado en el timbre ni una señal que indique que en este edificio del barrio de San Telmo funciona una librería. Con un poco de pericia –Google y un llamado–, el lector se encontrará con Natalia Romero, dueña de una librería que funciona en su propio apartamento.
Docente de literatura y escritora, comenzó con la venta de libros a domicilio. Dice que confía en los libreros, que son sus maestros y que un día quiso convertirse en uno de ellos. Hizo una página web y al tiempo, alentada por otros libreros, se animó a armar un espacio en su propia casa.
“Arranqué con los libros arriba de mi cama y, poco a poco, fui creciendo y acondicionando mi casa. Mi trabajo creció al lado del que hacen las pequeñas editoriales. Quise tener un canal para ayudarlas con la distribución en este nuevo circuito”, cuenta.
Algo que caracteriza a su librería es la atención personalizada, que va desde la recomendación de un título hasta arrimar un mate en una tarde de frío de Buenos Aires. “A veces llega gente que no sabe qué leer. Charlamos un rato y le pregunto qué estuvo leyendo últimamente o qué le está pasando en su vida. Suelo recomendar las cosas que me gustan a mí. Y, cuando se llevan alguno, les pido que me escriban para contarme si les gustó. Me interesa mucho ese vínculo porque algunos libros me cambiaron la vida. No estás vendiendo cualquier cosa, como un tornillo. ¡Son libros!”.
Dirección: Defensa 912. Web: www.acienmetros.com.ar
Hernández, la de Corrientes
Un plan clásico de la noche porteña incluye una salida al teatro, algunas porciones de pizza y un recorrido por las librerías de la céntrica avenida Corrientes. Esta es una de las históricas del barrio de San Nicolás, fundada por Damián Carlos Hernández, fallecido en 1987.
Según cuentan los editores y viejos libreros de la ciudad, fue él quien salvó miles de títulos “marcados” por la última dictadura, que prohibió cientos de autores locales y extranjeros.
El gobierno militar allanó el lugar en 1977, cerró la librería durante un año y Hernández estuvo preso seis meses hasta que se exilió para salvar su vida.
Fiel a su historia de militancia, el lugar sigue teniendo obras de poesía, teatro, sociología y psicología. Alguna vez, el escritor Osvaldo Bayer definió el espíritu de este lugar, que bien podría ser el de la Buenos Aires lectora:
“El libro, la lectura, el saber, el debate. El libro en todo su valor. De la noche a la mañana. De la mañana a la noche clasificando libros, colocándolos según la calidad y no de ‘best seller’. Aconsejando, de la noche a la mañana”.
Dirección: Corrientes 1436. Web: www.libreriahernandez.com
El Ateneo Grand Splendid, la más bella
Hace unos años, el diario británico ‘The Guardian’ hizo una nota sobre las librerías más bonitas del mundo: el Ateneo Grand Splendid ocupó el segundo lugar de la lista, después de una holandesa ubicada en una iglesia de 800 años de antigüedad.
Antes que una librería con más de 120.000 títulos en ‘stock’ físico, la de Buenos Aires está en un magnífico edificio inaugurado como teatro en 1919 y convertido al mercado editorial en el 2000.
Al ingresar, se ven los detalles de aquella época de oro de la ciudad, como la cúpula, los balcones originales y la ornamentación intacta.
En el lugar, se respira un aire tranquilo y es posible matar las horas leyendo en algunos de los sillones repartidos en los 2.000 metros cuadrados del lugar, que conserva intacta su estructura de teatro.
El escenario, por ejemplo, se usa como bar y espacio de lectura, al igual que los palcos donde se solía sentar la aristocracia porteña.
Dirección: avenida Santa Fe 1860. Web: www.yenny-elateneo.com
DIEGO JEMIO
Para EL TIEMPO
Buenos Aires