Desde ‘El síndrome de Ulises’, Santiago Gamboa viene reflexionando sobre un tipo de viajero muy particular: aquel que se ve obligado a salir de su ciudad, de su país o de su continente en busca de mejores condiciones de vida. Es un tipo de individuo desarraigado, solitario, atravesado por una nostalgia que lo conduce a buscar cabinas telefónicas gratis para poder escuchar a los suyos allá, al otro lado del mundo, en Guinea Ecuatorial, Siria o Bolivia. Se trata de un trashumante que lo ha perdido todo en el camino. No puede mirar hacia atrás, su presente es muy incierto y no sabe si tiene un futuro posible.
Hay un Ulises antiguo, el de Homero, que cruza las columnas de Hércules en busca de nuevos territorios. Hay un segundo Ulises, el de Joyce, que nos muestra al miserable hombre contemporáneo encarnado en Leopold Bloom, al nuevo viajero de la ciudad moderna. Y con la literatura de Gamboa podemos afirmar que hay un tercer Ulises, el de las migraciones del Tercer Mundo al Primer Mundo, el de las espaldas mojadas que arriesga su vida para ingresar a territorio norteamericano, el de las pateras africanas que cruzan el Mediterráneo, el de los inmigrantes del Medio Oriente hacinados en los campamentos turcos, griegos o franceses.
Gamboa ha construido un cuarteto sobre el desarraigo y la soledad contemporánea de este nuevo viajero tercermundista que siempre está en tránsito y que no tiene un puerto de llegada fijo. La tetralogía se abre con ‘El síndrome de Ulises’, continúa con ‘Necrópolis’, sigue con ‘Plegarias nocturnas’ y se cierra con ‘Volver al oscuro valle’.
En esta última novela, Gamboa nos propone como arquetipo del viajero nómada, del vagabundo errante, al poeta Arthur Rimbaud. Es como si este escritor que cruzó Europa a pie y que luego viajaría por desiertos y valles inhóspitos hasta instalarse en la lejana Harar, en Abisinia (hoy en día Etiopía), hubiera sido el precursor de todos estos Ulises del siglo XXI que van con sus bártulos al hombro sin poder encontrar la paz interior en ninguna parte.
Gamboa nos sugiere que los vectores de esos viajes desesperados y delirantes de Rimbaud serían premonitorios en el sentido de que ciento cincuenta años después el planeta entero sería atravesado de ese mismo modo por millones de personas.
MARIO MENDOZA*
Especial para EL TIEMPO
* Escritor bogotano, autor de novelas como ‘La melancolía de los feos’ y ‘Satanás’.
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