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La voz femenina en el nuevo libro de Gonzalo Mallarino

En 'Canción de dos mujeres', el autor cede su pluma a dos mujeres que relatan su amor lésbico.

CARLOS RESTREPO
Cuando ya superaba las 400 páginas de una novela histórica sobre los trovadores occitanos de la Edad Media, el escritor bogotano Gonzalo Mallarino sintió que otro personaje extraño empezaba a “golpear en los cristales”. Hizo caso omiso a ese llamado, pero ante la insistencia –durante varios meses en su ventana literaria– se decidió, por fin, a oírlo.
Así fue cobrando fuerza la voz de Adriana, una de las protagonistas de su nueva novela ‘Canción de dos mujeres’, que estará presentando a finales de mes, en el Hay Festival de Cartagena de Indias (del 26 al 29 de enero).
“Era ella, Adriana, triste, muriéndose de cáncer en un apartamento en Usaquén, en 1991, recordando con gran hondura el amor por otra mujer. Empecé a ver un pedazo del mentón, de los hombros, de la boca, del pecho de Adriana, oí su voz por primera vez. Así nació ella, como dentro de mí. Estuvimos juntos cinco años”, comenta el escritor.
Entonces, Mallarino dice que intentó comenzar a combinar la historia de los poetas de la Occitania del 1200 con la vida de Adriana, una profesora de la Universidad Nacional que decidía irse fuera del país a hacer un doctorado. Precisamente, su tesis en letras era sobre las poetas occitanas.
Sin embargo, Ana Roda, la editora de Mallarino, le dijo que la trama no estaba funcionando.
De esta manera, y luego de tres años de trabajo inicial, Mallarino entendió que la historia era la de Adriana, de 28 años, y Anne, su joven amor de 19 años, como finalmente lo relata en ‘Canción de dos mujeres’.
“Adriana se aferra al recuerdo del cuerpo de Anne, de su boca, de su saliva, de sus piernas, para que la oscuridad de la muerte no se la lleve tan rápido. Es delicada y lenta cuando habla de eso, como son las mujeres. Nunca se exhibiría. Nunca dejaría que ese territorio de las manos y los besos de dos mujeres se manchara con una frase obvia o descuidada”, comenta Mallarino.
Ese tratamiento delicado de lo erótico, que el autor hace a conciencia, se une también a un universo femenino profuso en detalles, que ya son una impronta en su narrativa.
“Desde las novelas de la ‘Trilogía Bogotá’ fue claro para mí que la voz de las mujeres y el mundo femenino eran un asunto central en mi trabajo como novelista. Esto nace de una honda desconfianza frente a mí mismo y frente a lo que ha representado lo masculino en la cultura y en la sociedad. La preponderancia de lo masculino, con su imperativo de predominio, de fuerza física, de golpe que quebranta y somete y rompe. El mundo femenino es más rico en cromatismos, en posibilidades morales y estéticas”, anota el autor.
Agrega que esa sensibilidad fue desarrollándola desde sus años de infancia. Por eso, mientras oía la voz de Adriana y Anne, regresaban a la memoria de Mallarino las imágenes de las nodrizas negras de su niñez en Cali, de sus hermanas hablando en voz baja con su madre y de sus primas de doce años corriendo en vestido de baño, en el campo de Sasaima.
A esto se unieron, como él dice, “los besos y las caricias que yo mismo he recibido en esta vida. Así me acerco a Adriana. Desde eso. Solo que se trata de un ejercicio de espejo, de simetría, que no conocía: el del amor de dos mujeres”.
Y bajo el doblez de la estructura de la novela se esconde la trampa del autor al lector: un juego de realidades que, por momentos, confunden y llevan a preguntarse si todo esto en realidad ocurrió o fue tan solo un sueño.
“Siendo la novela narrada desde una cama en la que Adriana se está muriendo, todo adquiere la apariencia de estar dicho desde una hondura sensitiva y psicológica muy cercana a una oscuridad primitiva, primigenia, en la que ya no es posible saber qué ocurrió y qué no. Yo creo que todo ocurrió, pero puede ser que no”, dice Mallarino.
Por eso, son solo Adriana y Anne, finalmente, quienes podrán dar cuenta de la evidencia de esta historia. “El momento de narrar la historia de Adriana y Anne, su amor, es del tiempo de Adriana, no del mío. Ella me fue diciendo qué pasaba en su corazón y en su cuerpo. Yo solo iba redactando. Sé que habló figuradamente, pero así se escribió esta novela. Ella se metió dentro de mí, entre mis tripas y los pulmones, durante varios años. Cuando ya vi con claridad la novela, escribía como un autómata. Ella me dictaba”, concluye.
Bogotá, otra gran protagonista
Si bien Mallarino anota que ha narrado su infancia en Cali desde la voz de un niño o la Italia del Renacimiento desde la voz de un artesano, en sus libros anteriores, el mayor riesgo en su narrativa lo representa la capital colombiana, esa otra protagonista de su obra.
“Bogotá, que para mí es una mujer, un territorio femenino, tiene todo que ver conmigo, con mi idea de lo que soy como ser humano y como escritor. Bogotá es lo único que conozco a fondo y que amo y sufro a fondo. Bogotá y las mujeres que la han habitado”, dice.
CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento
CARLOS RESTREPO
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