Pasaron ocho años y Barack Obama, tras completar dos periodos consecutivos como presidente de EE. UU., dejará la Casa Blanca el próximo 20 de enero con una balanza en la que pesan tanto sus logros como sus promesas incumplidas.
En el 2008, Obama prometió cambios que parecían imposibles. Con un discurso contundente, el entonces candidato que luego se convirtió en el primer presidente afroestadounidense habló de cerrar la prisión de Guantánamo, de sacar las tropas de EE. UU. de Irak y de Afganistán, de lograr una cobertura universal en salud en su país, de pasar una reforma migratoria para documentar a once millones de inmigrantes y de lograr el fin del conflicto palestino-israelí.
Esa visión del mundo lo llevó a recibir el premio Nobel de Paz en el 2009 por sus “esfuerzos extraordinarios en fortalecer los procesos diplomáticos internacionales y la cooperación entre las personas”.
Obama intentó sentar precedentes. Durante su primer mandato, el presidente sacó adelante la reforma del sistema de salud, conocida como ‘Obamacare’. Con ese proyecto –atacado por la artillería republicana–, 20 millones de estadounidenses recibieron cobertura médica por primera vez en sus vidas.
“No hay duda de que la historia verá la construcción del sistema de seguros universal como su logro más grande a nivel de política nacional”, afirma en diálogo con EL TIEMPO Steve Weber, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Berkeley.
Pero años más tarde y después de los dos espaldarazos que recibió de la Corte Suprema en el 2012 y en el 2016, ‘Obamacare’ volvió a ser criticada por los republicanos en octubre pasado cuando el presidente anunció que este año las tarifas subirán un 25 por ciento.
También durante sus primeros cuatro años en la Casa Blanca, el mandatario logró estabilizar la economía de EE. UU., golpeada por la crisis financiera del 2008.
Además, retiró en el 2011 las tropas de Irak. Y aunque fue aplaudido por cumplir con su palabra, ese país quedó en una inestabilidad política que aún no se resuelve y a la que muchos le atribuyen el surgimiento del grupo terrorista Estado Islámico (EI).
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“En Irak se pensó que quitando las tropas todo iba a mejorar, pero con el surgimiento del EI todo cambió”, señaló a este diario Christopher Hill, exembajador de EE. UU. en Irak y decano de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel, de la Universidad de Denver.
Fue precisamente el panorama en Irak el que hizo a Obama reconsiderar su estrategia en Afganistán, país en el que el mandatario decidió mantener 9.800 tropas en 2016 y 5.500 después de su mandato. “En Oriente Próximo hubo un cambio muy grande frente a la política que usaba el presidente George W. Bush. Obama trató de apoyar la política de quitarle énfasis al envolvimiento militar, pero al final tuvo que usarla más de lo que quería”, agregó el exdiplomático.
Un Congreso en contra
Como presidente, el afroestadounidense siempre estuvo enfrentado con el Congreso, de mayoría republicana.
“Aunque Obama quiso actuar en varios escenarios, no lo pudo hacer. Cuando se tiene un Congreso que no está de acuerdo con las decisiones del partido político del presidente no hay reconciliación”, afirmó Beatriz Cuartas, subdirectora del programa de gestión política de la Universidad George Washington. Por eso, la alternativa de Obama fue usar órdenes ejecutivas.
Ante los tropiezos que encontró para sacar adelante la reforma migratoria con la que buscaba legalizar a millones de indocumentados y una fuerte oposición en el Congreso, el presidente presentó en el 2012 una orden ejecutiva conocida como Daca, que buscaba frenar las deportaciones y dar permisos de estadía y posibilidad de empleo a miles de jóvenes llevados a EE. UU. por sus padres. Los ‘dreamers’.
Y después de ser reelegido, en el 2014, Obama anunció un ambicioso paquete con medidas que buscaban aliviar la situación de cinco millones de inmigrantes. Lo hizo con la extensión de los beneficios del programa especial de regularización de la situación legal a los padres y madres de jóvenes que ya habían pasado por un proceso similar. Pero un tribunal de Texas las bloqueó, con el argumento de que Obama excedió sus atribuciones constitucionales. Ese fallo fue ratificado por la Corte Suprema en junio.
En enero del año pasado, Obama firmó otra orden ejecutiva para regular la venta de armas después de la masacre de San Bernardino, en la cual 14 personas murieron y 21 resultaron heridas en diciembre de 2015 durante una fiesta en el Departamento de Salud. Así, el mandatario logró expandir los chequeos a los compradores de armas en ferias y en internet.
Cuba e Irán
A finales del 2014, el mandatario estadounidense dio uno de los pasos más grandes de su administración con el anuncio de la normalización de las relaciones de EE. UU. con Cuba.
La noticia sorprendió. “Cincuenta años de aislamiento no han funcionado. Es hora de cambiar el enfoque”, dijo Obama el 17 de diciembre de ese año, que pasó a la historia como el día en el que se acabaron 55 años de tensiones diplomáticas.
Las críticas no pararon. Los republicanos cuestionan al presidente por querer darle todo a Cuba sin que la isla cumpliera con asuntos democráticos y de derechos humanos. De hecho, el Congreso aún se niega a levantar el embargo económico que pesa sobre La Habana. Y como el proceso ha sido tan lento, Obama quiso blindarlo con la emisión de una directiva presidencial, pero EE. UU. se abstuvo por primera vez de votar contra la resolución de la Asamblea General de la ONU que condena el bloqueo.
Irán fue otro punto clave en la administración, pues su gobierno logró en 2015, junto con otras cinco potencias (China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania), llegar a un acuerdo con la República Islámica para que limitara su programa nuclear a cambio del levantamiento de sanciones internacionales y multilaterales.
Con ese acuerdo, Irán se comprometió a darle un uso pacífico a su energía nuclear y no desarrollar ni adquirir armas nucleares. “El presidente Obama merece mucho crédito por la decisión de negociar con Irán y lograr que ellos congelaran su programa nuclear. Esto no significa que el problema estará resuelto por siempre, pero es un progreso muy grande en relación con las ambiciones de Irán”, afirma Hill.
Pero el acuerdo no fue recibido de la misma manera por Israel, que manifestó un desacuerdo tajante, tensionando de manera inusual las relaciones con Washington.
La deuda: Siria
Aunque ese fue el logro más importante de Obama en Oriente Próximo, el presidente quedó en deuda con Siria. De hecho, sus más fuertes críticos le reclaman por no haber tomado una posición más fuerte para evitar el derramamiento de sangre que ha dejado más de 300.000 muertos en cinco años de guerra.
Según Weber, “poner la línea roja en el piso y no haber actuado fue un error terrible del presidente Obama, que le ha costado mucho a EE. UU. La historia no va a mirar de una manera generosa lo que es hoy la situación en Oriente Próximo y las relaciones deterioradas con Rusia”, aliada clave del régimen sirio y acusada por las agencias de inteligencia de EE. UU. de influenciar las elecciones presidenciales para ayudar a Donald Trump a derrotar a Hillary Clinton.
También hay quienes defienden la postura no intervencionista de Obama, pero subrayan que EE. UU., que apoyó a los rebeldes sirios, hubiera podido hacer más.
“Un uso de las tropas no hubiera empeorado la situación en Siria. Pero debió existir más actividad diplomática de parte de EE. UU. La actividad diplomática estuvo enfocada más en tratar de tener un cese del fuego, en lugar de crear consenso de cómo se debería ver Siria en el futuro. Su error más grande fue no haber tratado con el gobierno de Bashar al Assad porque se pensó que se iba a ir pronto hace cinco años”, señala Hill. De hecho, EE. UU. se quedó por fuera de las negociaciones de paz en Siria, las cuales son lideradas ahora por Rusia, Turquía e Irán, en un panorama que deja por fuera los intereses de los kurdos, quienes en el campo de batalla fueron de los aliados más eficaces en la lucha contra el EI.
Obama tampoco logró un avance significativo en los diálogos de paz en el conflicto de Israel y Palestina, que hoy aún es uno de los de más duración y tensión en Oriente Próximo.
“Un error de Obama fue prometer una mejoría en ese conflicto. EE. UU. tuvo una influencia limitada para mejorar la situación allí, no solo en esta administración, sino también en las anteriores. Entonces, conociendo la experiencia del pasado, no fue una buena idea decir que las cosas cambiarían”, dice Steve Taylor, experto en política estadounidense de American University.
Sin embargo, el gobierno de Obama sentó un precedente en diciembre, cuando EE. UU. se abstuvo en el Consejo de Seguridad de la ONU en una votación con la que se aprobó una resolución con la que se declararon ilegales las colonias israelíes.
Guantánamo
El cierre de Guantánamo, una cárcel creada por iniciativa de Bush después del 11 de septiembre, a donde fueron a parar 780 detenidos sospechosos de terrorismo, es otra de las deudas de Obama.
Aunque había anunciado un plan especial para desocupar la cárcel, hasta ahora se ha liberado a 720 detenidos, que han sido enviados a diferentes países, según el diario ‘The New York Times’.
“Guantánamo no está en la lista de logros del presidente. Muchos países en el mundo no querían repatriar a los prisioneros, y muchos estados en EE. UU. no los querían encarcelados allí. Mucha gente pedía el cierre de Guantánamo, pero muy pocos estaban dispuestos a pagar el precio de tener a los detenidos en su territorio. Obama subestimó la respuesta que se iba a dar”, afirmó Hill.
Mientras hay quienes piensan que las fallas más grandes de Obama están en su política internacional, también hay quienes afirman que el mandatario le pasará a su sucesor una agenda política internacional con mejor forma y resaltan que la relación con China también mejoró en su gobierno.
Pese al balance agridulce de su gestión, Obama tiene todavía una popularidad que supera el 50 por ciento, algo que, según Taylor, “tiene que ver con que no es un presidente intimidador y con que su administración está libre de escándalos”.
Ahora, dicen expertos, a “Obama le interesa que su legado y que los avances que logró adelantar durante estos años sean preservados. Él quiere que permanezca el sistema político más representativo que logró y que dignifica a las poblaciones minoritarias; el avance en el establecimiento de un cubrimiento de salud universal y una posición más pacifista de EE. UU. frente a la guerra”, señala Cuartas.
Pero aún no es claro hasta dónde llegará su legado, pues Trump ha reiterado su intención de echar para atrás programas como el ‘Obamacare’ y los acuerdos con Cuba e Irán, además de mantener una postura radical contra los inmigrantes y una actitud desafiante con China.
Lo cierto es que Obama –quien dará su último discurso presidencial el martes– todavía dará que hablar.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Subeditora Internacional
En Twitter: @esalgosimple