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Un oficio cada vez más peligroso

La situación empeora cada vez más para los comunicadores en países como México y Venezuela.

EDITORIAL
En más de una ocasión, desde estos renglones, hemos llamado la atención sobre el progresivo deterioro de la libertad de información en el continente. Organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa vienen denunciando cómo la situación empeora cada vez más para los comunicadores en países como México y Venezuela, donde deben enfrentar amenazas de distinta índole: desde la delincuencia organizada hasta la persecución oficial.
Ahora la preocupación trasciende el hemisferio y se inserta en un plano global, luego de conocerse el informe revelado esta semana por la Campaña Emblema de Prensa. De acuerdo con este trabajo, en el 2016 fallecieron 156 periodistas y trabajadores de medios de comunicación durante el ejercicio de su profesión, 15 por ciento más que en el 2015 y la cantidad más alta de los últimos 10 años. Si bien algunos perdieron la vida en accidentes como el del avión que transportaba a la delegación del Chapecoense, en Antioquia, o en el siniestro de la aeronave en que viajaba el coro del Ejército Rojo en el mar Negro, la gran mayoría fueron víctimas de agresiones mortales.
Se incluyen en esa cifra los 14 colegas que murieron en el marco de la guerra civil en Siria, conflicto en el que ya han perecido 110 profesionales de la comunicación. Irak, Afganistán, de nuevo México, Yemen y Guatemala se cuentan entre los países más peligrosos para el oficio. Es urgente resaltar también lo ocurrido con los 120 periodistas que han sido detenidos en Turquía, como parte de la oleada de represión y retaliación que ha emprendido su presidente, Recep Tayyip Erdogan.
Los caídos el año pasado aumentan una cifra a todas luces aterradora: 1.244 personas ligadas a los medios de comunicación han sido asesinadas entre el 2007 y el 2016, según esta organización.
Tan preocupante cuadro obliga a acciones efectivas y concretas de los gobiernos para proteger a los periodistas. Pero si se quiere apuntar a la raíz del problema, hay que insistir, cuantas veces sea necesario, en que la lucha por que exista libertad de expresión y de información es, en palabras de la exrelatora para la Libertad de Expresión de la OEA Catalina Botero, “el derecho que permite defender otros derechos”.
editorial@eltiempo.com
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