En su casa obtuvo la semilla, en la universidad el empujón. El nuevo vicepresidente Ejecutivo del Gobierno venezolano, Tareck El Aissami, es joven (42 años), pero no un advenedizo a la política, pues el oficio lo conoció de la mano de su padre Carlos El Aissami, quien fue durante años representante en Venezuela del partido Baaz, el mismo de Sadam Husein. (Maduro nombra a un radical como su vicepresidente).
De allí obtuvo las nociones de nacionalismo y socialismo que luego, junto con la educación militar recibida en sus años escolares –en el Liceo Militar Jáuregui, de Mérida–, le servieron de bagaje doctrinario para su vida académica en la Universidad de Los Andes, donde se graduó con honores de abogado con especialidad en criminología.
Allí llegó a ser presidente de la Federación de Centros Universitarios como líder de Utopía 78, un movimiento estudiantil saturado de consignas de la clásica izquierda marxista que fundó luego del fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 comandado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez.
La inspiración que sintió tras ese levantamiento militar contó con un acicate adicional, pues en esas fechas El Aissami recibía clases de Adán Chávez, hermano del comandante, con quien pronto entrabó una amistad que le haría entrar por la puerta grande a la base del movimiento político chavista. De hecho, su cercanía con el hermano mayor del clan Chávez –así como su disciplina ideológica y lealtad sin fisuras– le acercó al líder de la revolución bolivariana y le hizo ganar su confianza.
De ahí en adelante, para El Aissami, todo ha sido ascenso político. Junto con su amigo de la universidad Hugo Cabezas fue uno de los líderes de la Misión Identidad entre los años 2003 y 2005, un operativo masivo de cedulación promovido por el gobierno de Chávez con el que se estableció una sólida base electoral. (Asamblea venezolana comienza su segundo año con incertidumbre).
En 2005 fue electo diputado para la Asamblea Nacional, cargo que dejó en 2007 tras ser llamado por el mandatario para ocupar el Viceministerio de Seguridad Ciudadana. Luego, en 2008, fue nombrado ministro de Interior y Justicia, el cual desempeñó durante cuatro años, toda una proeza si se toma en cuenta que el promedio de duración de los ministros venezolanos en sus oficinas apenas alcanza los 10 meses.
La mayor parte de su influencia dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela la conquistó justamente durante sus años como ministro y mano derecha de Chávez –El Aissami fue siempre parte del selecto grupo de sus hombres de confianza junto con Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y, en menor medida, Elías Jaua–, donde también logró el control del aparato de seguridad e inteligencia del Estado. En ese periodo fundó además la Policía Nacional Bolivariana.
Asimismo, gracias a esos años, tejió una importante red de contactos con diferentes niveles de la Fuerza Armada Nacional, donde su nombre no genera resistencias a pesar de ser un civil.
Su elección, en 2012, como gobernador del estado Aragua (considerado el más importante bastión militar del país) solo reforzó esa influencia, que hoy lo convierte en uno de los hombres fuertes del chavismo casi a la altura de Diosdado Cabello, con quien comparte una de las retóricas más virulentas y ofensivas de la revolución bolivariana.
Ha dicho hasta el cansancio que la oposición nunca retomará el control político de Venezuela.
Pero su hoja de vida política también conoce de investigaciones que lo vinculan, según artículos publicados por 'The Wall Street Journal', con el narcotráfico que opera en Venezuela. El conocido traficante Walid Makled ha dicho que pagaba coimas a El Aissami en sus tiempos de ministro para que funcionarios policiales resguardaran sus cargamentos de droga.
De sus años universitarios se señala que mantuvo contacto y ofreció protección a guerrilleros colombianos y de su participación en la Misión Identidad la periodista Patricia Poleo –hoy en el exilio– ha dicho que El Aissami ayudó al menos a 170 radicales musulmanes a obtener documentos de identificación venezolanos.
Según el 'Diario de las Américas', El Aissami es investigado por el FBI estadounidense como eslabón de conexión entre el Gobierno venezolano y el movimiento chií libanés Hezbolá.
Como es usual en Venezuela, ninguno de estos señalamientos ha sido respondido o desmentido por el hoy vicepresidente, quien se autodefine como “radicalmente chavista” y cuyo liderazgo frente a la gobernación de Aragua ha dejado un importante saldo de represión a protestas y denuncias opositoras.
Al respecto, la analista Rocío San Miguel asegura que su nombramiento “encarna la última frontera por la supervivencia de los radicales que no admiten una transición para Venezuela”.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO