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Mitterrand, apasionado y romántico

En las cartas recién reveladas, Mitterrand pone de presente su condición de gran escritor y poeta.

Jaime Castro
Francia y muchos de sus seguidores y contradictores en el mundo conocían a Mitterrand como hombre de letras, estadista y político exitoso que fue elegido como el primer presidente de izquierda de la V República en 1981 y reelegido en 1988 para períodos que sumaron 14 años, autor de libros como 'La paja y el grano', 'Aquí y ahora' y 'El golpe de Estado permanente'.
Aunque se conocían algunas de sus historias amorosas y se rumoraban otras, nadie sabía que amó con gran delirio y pasión desenfrenada, como dice una de nuestras canciones, durante más de 30 años, a su amante preferida, Anne Pingeot, curadora del Museo d’Orsay y con la que tuvo su única hija mujer, Mazarine, hoy reconocida escritora en Francia. Parte de esa ardorosa relación la acaba de revelar el completo libro editado por Gallimard en diciembre pasado, que se llama 'Cartas a Anne' y recoge las 1.217 que Mitterrand le dirigió desde el 19 de octubre de 1962, pocos días después de conocerla, cuando él tenía 46 años y ella era apenas joven estudiante de 19, hasta la de septiembre de 1995, que le envió pocos meses antes de su muerte.
En ellas, Mitterrand pone de presente su condición de gran escritor y poeta, calidades que García Márquez, uno de sus contertulios, siempre valoró. Sin duda, los textos que más llaman la atención son los del conquistador, que en este caso le demandó tanto tiempo como el que le tomó llegar al poder, y el amante apasionado, a veces lírico y hasta místico, que le escribió desde todas partes y con mucha frecuencia para decirle: “En tu rostro trato de leer lo que será mi vida, te encontré y supe inmediatamente que partiría para un gran viaje; donde vaya, tú estarás siempre; bendigo tu rostro, que es luz para mí; nunca más tendré una noche oscura”. También le decía: “Tú eres para mí la vida, la muerte, la sangre, el espíritu, la amistad, la paz, la esperanza, la alegría, la pena, todo lo cual hace mal o maravilla y purifica”, “eres una niña adorable y una mujer formidable”. Y le hacía reflexiones como esta: “Amar, tú lo sabes, hace sufrir a los dos, y yo te amo”. Su última carta es conmovedora: “No sé qué será de mí. Mi tiempo ha terminado. Era difícil saber qué hacer con la vida. Con la que me queda, solo basta con decidir. Me hace feliz pensar en ti y amarte. Me diste todo. Fuiste lo mejor de mi vida. Cómo no amarte como lo hice?”.
Las cartas no se ocupan exclusivamente de su relación sentimental, aunque en todas hay siempre un párrafo cariñoso, una frase galante, una palabra tierna y siempre un “te amo”. Son también una especie de diario de Mitterrand, en el que sus biógrafos y estudiosos encontrarán muchos datos de interés, porque buen número de ellas contienen comentarios sobre los lugares que visita, las reuniones en que participa, los libros que lee, las caricaturas que recorta, así como serias consideraciones sobre el momento político y lo que hacen o dicen sus amigos y adversarios.
Infortunadamente, a partir del 81, año en el que Mitterrand llega al poder, las cartas son menos numerosas. Sus responsabilidades oficiales no le permitían el tiempo necesario para escribir. O quien hizo la recopilación y dirigió la edición del libro, que fue la señora Pingeot, prefirió que no se conocieran todavía hechos de la política francesa que pueden tener implicaciones internacionales, así como tampoco reveló las contestaciones que daba a su devoto amante.
Jaime Castro
jcastro@cable.net.co
Jaime Castro
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