Helmer Betancourt, el caballero del volante
Para Helmer Betancourt, saludar a todo el que se le atraviesa en su camino es la clave para hacer más llevadero su trabajo como conductor de bus urbano en Barranquilla, labor que comenzó hace 37 años.
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Desde las 3:30 a.m., cuando inicia su turno y hasta las 11 p.m., cuando deja al último pasajero, hace el cálculo de repartir cerca de 500 saludos entre sus pasajeros. La gran mayoría ya lo conoce por esta forma amable de recibirlos.
“Buenos días”, repite una y otra vez en tono cordial al que se sube en la ruta Soledad 2.000, que despachan del municipio de Soledad, atraviesa Barranquilla y termina en Puerto Colombia. Al día realiza en promedio tres o cuatro veces ese recorrido dependiendo del tráfico y alcanza a movilizar entre 400 y 500 pasajeros.
En ese trayecto de 62 kilómetros, que hace en cuatro horas por Barranquilla y su área metropolitana, Helmer, de 54 años de edad, recorre desde los barrios más peligrosos, zonas de pandillas y ladrones, calles destapadas y llenas de huecos que hacen que el pesado vehículo se ladee, hasta arterias congestionadas como la Circunvalar, la Cordialidad, la Murillo, las carreras 43, la 46 y la 51B, sectores comerciales, amplias zonas residenciales del sur, centro y norte de la ciudad, así como el gran corredor universitario.
“Por estas calles y a esta gente no las transporta todavía el Transmetro”, dice al reconocer la presencia del sistema masivo de transporte de Barranquilla, “no es competencia, nos complementamos, yo ando por otras calles”.
Recuerda que comenzó manejando buses viejos, pero tuvo claro que una de las ventajas que podría tener sobre los otros conductores era el trato con los pasajeros. “Me enseñaron algo desde muy pequeño, que es dar todo en vida, por eso trato bien a la gente, saludo mucho”, dice quien nació en La Dorada (Caldas), pero a los 7 años llegó a Barranquilla y hoy no cambia a ‘Curramba’ por ningún vividero. “Antes de manejar bus fui mensajero, cobrador y vendedor de obras didácticas”, comenta el hombre de cara redonda que siempre tiene una sonrisa triunfalista.
Ha esquivado, para poder cumplir con el horario de la ruta, peleas callejeras, arroyos, desfiles, marchas, cortejos fúnebres y hasta bailes carnavaleros que bloquean las calles. También ha visto los cambios y transformaciones urbanísticas de La Arenosa, que incluye casas que ya no están, la construcción de obras como el gran estadio Metropolitano, vías nuevas, edificios y parques.
![]() Elmer Betancourt, de 55 años, oriundo de La Dorada (Caldas), pero hijo adoptivo del departamento del Atlántico. Vanexa Romero/EL TIEMPO |
“Por este panorámico he visto desde peleas de perros hasta cómo atracan a plena luz del día”, cuenta Helmer Betancourt, quien es uno de los 300 conductores que tiene Alianza Sodis, una de las firmas más grandes de transporte público colectivo, conformada por Sodetrans y Transdiaz, empresas con más de 50 años de servicio en la ciudad.
“Es el más felicitado en las redes sociales, se destaca entre los demás conductores”, asegura Andrés Fonseca, director de operación de Sodis, para resaltar el trabajo de Helmer, quien lleva 12 años en la misma ruta de Soledad 2.000.
Es uno de esos conductores de bus que poco se ven en Barranquilla, por la forma elegante y cordial como trata a sus clientes. Julia Domínguez, estudiante de Derecho de la Universidad del Atlántico, dice sin pensarlo dos veces que es el único chofer que si la recoge tres veces, tres veces la saluda con el mismo afecto.
“La primera vez me sorprendió por la elegancia con que saluda, luego note que lo hace con todos”, indica la mujer que viaja en el bus de placas WGA 593, un Chevrolet de 270 millones de pesos, uno de los más caros y modernos que tiene en su flota la Alianza Sodis y que maneja Helmer.
Está casado con Nubia Bernal, a la que llama la ‘Bella Amada’ y con quien tuvo tres hijos, una falleció hace 16 años víctima de una enfermedad. Esa pena aún lo acompaña en las extenuantes jornadas de trabajo. “Me casé hace 36 años, un domingo de carnaval. Mi hija fue la pajecita”, cuenta con algo de nostalgia mientras conduce por las serpeantes calles de Soledad.
Su forma de atención al público le ha servido para ganar muchos amigos entre sus pasajeros, quienes no solo le devuelven el saludo, sino que conversan con él a lo largo del recorrido. “Para mí todos los días son buenos, hasta cuando me quedo varado”, dice mientras cuenta que ha habido días en que se ha pinchado hasta cinco veces, pero eso no ha sido excusa para negarle un saludo a su gente.
Cootransmallat, la ruta de buses que perdura en Medellín
En lo alto del oriente de Medellín, donde las casas se apilan una tras otra alrededor de calles empinadas, hay una ruta de bus que ha permanecido por más de 40 años y que sigue llegando hasta donde termina la vía.
Cada día, los 44 buses verdes de Cootransmallat movilizan a los habitantes de los barrios Enciso, 13 de Noviembre, Llanaditas y Las Golondrinas en recorridos que van hasta el centro de la ciudad. Y, aunque ya empezó a llegar el sistema de transporte masivo, con una futura línea de metrocable y los buses alimentadores, la antigua ruta se aferra a su historia y continúa prestando servicios hasta los lugares donde los otros aún no llegan, hasta donde termina la vía.
Héctor Duque conoce bien la historia de Cootransmallat. Tras casi 30 años al servicio del transporte público, recuerda como si fuera ayer el nacimiento de las rutas y lo difícil que fue conseguir legalidad, la cual obtuvieron hace 14 años. Pero su experiencia también le ha servido para comprender la importancia que ha tenido para los habitantes del sector.
![]() Cootransmallat cuenta con 44 buses verdes. Esneyder Gutiérrez, para EL TIEMPO |
“La ruta empezó en 1976, a raíz de que no había transporte público que llegara hasta el final de la vía en los sectores empinados. La gente tenía que subir tramos largos y empinados a pie y cargados con los mercados. Fue la Junta de Acción Comunal del barrio Los Mangos la que logró que se empezara a transportar a la gente en ‘jaulas’ y luego en camionetas. Después tuvimos los microbuses de una sola puerta y ya tenemos los de dos puertas”, relata Duque, mientras uno que otro pasajero le paga el servicio o pide que pare para bajarse.
Ahora, cuatro décadas más tarde, el 60 por ciento de los vehículos implementan tecnologías amigables con el medioambiente y uno de los 44 buses ya cuenta con plataforma de acceso para las personas en situación de discapacidad, explicó Carlos Muñoz, gerente de la empresa.
Y es que pese a los grandes costos que tiene la renovación de los vehículos, comprendieron que prestar un servicio de calidad es la forma que tienen de competir en las mejores condiciones con el sistema masivo de transporte, en cabeza del Metro.
Esa es también la percepción de Hernán y habla de ella al tiempo que, con una habilidad mayor, conduce por las estrechas e inclinadas calles, con una dificultad que aumenta cuando se encuentra otro carro de frente. Los riesgos aumentan cuando hay lluvia y no es gratuito que las calles estén hechas de concreto con ranuras horizontales que permiten que las llantas puedan agarrase mejor.
En esa dificultad hay una de las grandes satisfacciones de los conductores de Cootransmallat, todos habitantes del mismo sector y algunos de ellos exintegrantes de combos o bandas delincuenciales. Y es que si algo caracteriza a esta flota de buses es que su progreso siempre ha ido de la mano del de la comunidad. Por ello, siempre ampliaban su recorrido hasta donde finaliza la vía, pues el territorio se ha ido expandiendo a lo largo de los años.
![]() Cootransmallat moviliza a habitantes de los barrios Enciso, 13 de Noviembre, Llanaditas y Las Golondrinas. Esneyder Gutiérrez, para EL TIEMPO |
Por ello, relató Muñoz, se unen a las jornadas de salud y cultura que se desarrollan son los habitantes. Además, entregan subsidios de transporte a los líderes de las JAC para que puedan hacer las diferentes gestiones. “Sentimos que hacemos parte del desarrollo del barrio y le apostamos a mejorar cada vez más, por eso todos los conductores son del sector y a sus hijos les damos premios cuando ocupan del primer al tercer puesto en el colegio, porque aportamos a mejorar las problemáticas del sector, tales como deserción escolar, embarazo adolescente, drogadicción, entre otras”, apuntó.
Los buses de Cootransmallat también son los encargados de llegar hasta la entrada del Jardín Circunvalar, por lo cual transportan no solo personas de la ciudad y el país, sino del extranjero, cuando llegan a visitar este lugar, que para la comunidad es la gran oportunidad de estar en contacto con la naturaleza y de acceder al que califican como el mejor mirador de la ciudad.
Por lo pronto, los conductores seguirán prestando sus servicios y tienen la esperanza de perdurar en el tiempo. Porque además quieren la labor que cumplen y eso se nota en cada sonrisa que se pinta en la cara de Hernán para saludar y despedirse de los pasajeros que suben y bajan.
“Yo llevo a Cootransmallat en el corazón. Gracias a ella he levantado a mi familia, conseguí la casita en la que vivo con mi esposa y mis tres hijos, y mi mayor satisfacción es saber que beneficiamos a la comunidad”, puntualizó el conductor, mientras muestra con orgullo el carné que conserva hace más de dos décadas.
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