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Las cárceles de Brasil son como una bomba de tiempo

Motín en una prisión de Manaos deja un saldo de al menos 56 muertos, entre ellos varios decapitados.

El hacinamiento de reclusos, las inmensas pero poco eficientes construcciones, así como una organización criminal a prueba de espías y delatores han sido el caldo de cultivo para que las cárceles de Brasil sean consideradas como de las más peligrosas del mundo y en las que son frecuentes los motines, como el que este lunes dejó al menos 56 muertos en un centro penitenciario de Manaos.
El motín en una cárcel de la capital del estado de Amazonas, en el norte del Brasil, es el más reciente episodio de una guerra entre facciones que se disputan el narcotráfico en el país desde hace varias décadas. “Los presos fueron muertos por los propios internos, en un enfrentamiento de extrema y cruda violencia que duró cerca de 15 horas y que había comenzado en la noche del domingo primero de enero”, informó la Secretaría de Seguridad del Estado.
La violencia fue motivada por enfrentamientos entre dos facciones criminales dentro de la prisión que buscan la supremacía y el control de las actividades ilícitas dentro de la propia penitenciaría: el Primer Comando de la Capital (PCC), originario de São Paulo, y el grupo local Familia del Norte (FDN), que tiene la mayor cantidad de miembros y, por lo tanto, el poder. “Es la mayor matanza cometida en una prisión de la Amazonia”, afirmó el secretario de Seguridad Pública de Amazonas, Sergio Fontes, quien asegura que los grupos de narcotraficantes se disputan dinero y territorio. “Muchos fueron decapitados y hasta desmembrados y todos sufrieron mucha violencia” para enviar un recado a sus enemigos, añadió, refiriéndose a una práctica recurrente de mutilación en este tipo de conflictos en Brasil.
El motín ocurrió en el complejo penitenciario Anisio Jobim (Compaj), en una zona periférica de Manaos. Familiares de los internos se agolparon este lunes en la puerta del presidio a la espera de noticias de las autoridades, que aún no revelaron la identidad de los fallecidos. (Lea también: Son 56 los muertos en violento motín en prisión brasileña de Manaos)
La mayoría de los asesinados son integrantes del PCC, a quien la FDN quiso mandar un mensaje sobre su poder en la región y advertirles que no les harán concesiones, según informó Fontes. “Solo hubo muertes en un lado. La FDN masacró a los supuestos integrantes del PCC y alguno que otro preso. No hubo contrapartida de la otra facción”, precisó. Para el secretario, la “masacre” fue “un capítulo más de la guerra silenciosa” que el narcotráfico impone en Brasil y que, a su juicio, “no puede ser enfrentada tan solo por los estados”.
Las autoridades lograron salvar la vida de unos 12 rehenes y patrullaban la zona en busca de decenas de presos que escaparon una hora antes de que comenzara el motín, el domingo, en un hecho que aún no se sabe si tiene conexión con la matanza.
De los 87 reos que fueron reportados como fugitivos, unos 40 ya habían sido recapturados, informó la Secretaría de Seguridad. “La disputa entre facciones criminales ocurre en todo Brasil, en todas las unidades penitenciarias”, subrayó Pedro Florencio, secretario de Administración Penitenciaria del estado de Amazonas. “Aquí, en Amazonas, existen dos organizaciones, el PCC y la FDN, y ayer estalló una venganza por parte de esta última” contra miembros del PCC.
El complejo Anisio Jobim alberga a 2.230 personas, pese a tener capacidad para solamente 590.
El ministro de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes, de quien dependen las prisiones, se reunió con las autoridades locales, aunque recordó que ya había alertado el pasado octubre que la disputa entre facciones podría generar conflictos fuera y dentro de los presidios.
Hacinamiento
“El problema empieza por la superpoblación carcelaria”, consideró Marcos Fuchs, director adjunto de la ONG de Derechos Humanos Conectas, que tiene un área dedicada a vigilar los derechos humanos en las cárceles brasileñas. “Cuando colocas en una misma unidad penitenciaria (a reos de) dos facciones rivales, el Estado no tiene control alguno de lo que ocurre allí dentro y quien comanda es el crimen organizado”, afirmó Fuchs.
Abogado especialista en Derechos Humanos, Fuchs explica que las disputas externas por el control del narcotráfico acaban saldándose dentro de las prisiones, donde los internos se encuentran hacinados.
En octubre pasado, enfrentamientos entre distintas facciones dentro de una cárcel del estado de Roraima, también en el norte del país, dejaron al menos 25 muertos.
Brasil tiene la cuarta mayor población penal del mundo, detrás de Estados Unidos, China y Rusia. De acuerdo con un estudio del Ministerio de Justicia, que detalla que la mayoría de los presos son jóvenes negros, la población carcelaria era de 622.000 personas a fines del 2014 en Brasil.
Para enfrentar la superpoblación de sus establecimientos carcelarios, el gigante sudamericano debería aumentar en 50 por ciento el número de plazas en las penitenciarías.
En el estado de Amazonas, con una población carcelaria superior a los 8.800 individuos, las cárceles albergan 2,59 presos por cada lugar disponible.
Además de facilitar el contacto entre integrantes de pandillas rivales, la superpoblación “trae problemas psicológicos, enfermedades, problemas en la alimentación, en las condiciones de vida, y provoca una falta de resocialización, de oportunidades de trabajo” para los detenidos, apunta Fuchs.
“Infelizmente, estamos delante de la mayor y más horrible masacre en los presidios de Brasil”, aseguró Epitácio Almeida, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Orden de Abogados de Brasil (OAB) en Amazonas, quien coordinó las negociaciones con los presos y trabajó por la liberación de 12 funcionarios que habían sido hechos rehenes.
No es el más grave
En la lista de tragedias carcelarias sobresale la que tuvo lugar el 2 de octubre de 1992 en una Casa de Detención de São Paulo, conocida como Carandirú, en la que murieron 111 reclusos, la mayoría a manos de la Policía durante una invasión al presidio tras un motín.
El 18 de febrero del 2001 se produjeron 16 muertos y decenas de heridos en un motín simultáneo en São Paulo, donde más de 13.000 personas fueron tomadas como rehenes por 25.000 reclusos en 29 cárceles del ese estado, entre ellas la de Carandirú. El 2 enero del 2002 murieron 45 personas durante un enfrentamiento entre bandas en el presidio Urso Branco, en Porto Velho.
El primero de junio de ese mismo año fallecieron al menos 34 personas, 15 de ellas decapitadas, en la Casa de Detención de Benfica, Río de Janeiro, en un motín entre bandas que duró 60 horas.
En uno de los hechos más graves de la historia en Brasil, entre el 12 y el 16 de mayo del 2006 perecen 133 personas en São Paulo, luego de varios ataques a algunas comisarías y motines simultáneos en 80 prisiones, ordenados por el Primer Comando de la Capital (PCC).
Una guerra que se libra en las prisiones y en las calles
La tensión se ha incrementado en algunas cárceles de Brasil tras la ruptura el año pasado entre el Primer Comando de la Capital (PCC) y el poderoso Comando Vermelho (CV), una banda criminal que controla el tráfico de drogas en Río de Janeiro y que es aliada de la Familia del Norte (FDN) en la región de la Amazonia.
La disputa entre ambos comandos dejó decenas de víctimas en 2016.
Tan solo en octubre, ocho presos murieron en una cárcel del estado de Rondonia luego de una pelea entre miembros del CV y el PCC, apenas un día después de que otra reyerta entre las dos bandas dejara diez víctimas mortales en un centro penitenciario de Roraima. “Esas organizaciones se alimentan principalmente del narcotráfico. Sus peleas por intereses acabaron en tragedia. Infelizmente, eso ya ocurre en otros estados”, añadió el secretario de Seguridad Pública de Amazonas, Sergio Fontes.
INTERNACIONAL*
*Con AFP, Efe y Reuters
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