Hasta que llegó el año nuevo, con sus pitos y matracas, besos y abrazos, deseos de salud y prosperidad para todos. Cada cambio de año nos llena de esperanza y nos hace creer que los 365 días que tenemos por delante nos llenarán de mejores cosas y más sonrisas que los años anteriores. Sin embargo, uno hace el balance individual y nada mejora, todo empeora. Nos hacemos más viejos, sacamos barriga, se nos cae el pelo, nos salen canas, nos enfermamos más, ya no podemos comer lo mismo que antes porque hay un problema con el colon o, simplemente, porque nos llenamos de gases.
El país de hoy no parece mejor que el de hace diez, quince o veinte años. Claro que ya no tenemos guerrilla de las Farc, pero ahí anda el Eln matando policías y secuestrando gente (y mejor no hablemos de las bandas criminales). Claro que Samper ya no está en la Casa de Nariño, el narcogobierno no existe; pero los políticos de hoy no necesitan de los Rodríguez Orejuela para ser tildados de delincuentes; solo bastan unos contratos y unos testaferros para desangrar la nación a punta de corrupción, como desde hace años lo demuestra nuestra calificación de 37 puntos sobre 100 en el índice de corrupción.
No, cada año no es mejor que el anterior. A duras penas es igual y muchas veces peor. Basta con mirar lo que nos depara la agenda del 2017 para desde ya perder la esperanza en los doce meses que siguen.
No me voy a extender en el área internacional, ya Adolfo Zableh, en estas mismas páginas, hizo hace algunos días de arúspice del desastre que tenemos por delante, ya sea por cuenta de la guerra o el desastre natural al que estamos abocados con el gentil auspicio de los políticos de turno y nuestra falta de conciencia ecológica. Pero veamos qué nos tiene Colombia en su interesante 2017.
El año Viviane Morales: este año puede ser el primero en que, por capricho de una fanática cristiana, terminemos yendo a las urnas para decidir si se limitan o no los derechos de una minoría. El referendo de Viviane va avanzando con paso firme en el ya bien godo Congreso de la República y está cerca de convertirse en una realidad. Solo la Corte Constitucional podrá detenerlo, esperemos que sea así, a pesar de las multitudinarias marchas que ya deben estar preparando los distintos cultos amigos del vivianismo.
El año Vargas Lleras: ahora sí, después de la campaña de expectativa política más larga de la historia de Colombia (6 años haciendo ruido aquí y allá), comienza el año del coscorrón y el madrazo. Por fin veremos a Vargas Lleras despojado de su investidura de miembro del gobierno Santos y haciendo política como solo él lo sabe hacer: a las patadas. Ya veremos cuántos desaguisados resultan en el camino, pero algo es seguro, con Vargas suelto nos espera una montaña rusa de emociones.
El año bolardo: aunque los bolardos no volverán, este año se supone que la locomotora (¿o debería decir el bus?) de Enrique Peñalosa arranca con toda. Ya hay presupuesto, los proyectos están claros y el norte trazado, así que prepárense a decirle adiós a la carrera 7.ª que siempre ha conocido, despídase de la reserva Thomas van der Hammen y dígale bye, bye a la ETB. Todo se va. ¡Apúrenle que estoy botado!
El año pobre: a pesar de que se entiende que el país estaba al borde del abismo si no se ajustaban las cuentas de la reforma tributaria, es inevitable sentir que este año nos hizo más pobres a todos de una u otra forma. El super-IVA del 19 por ciento no es una fiesta para nadie, y a todos nos golpea. ¿Quién celebra año nuevo con semejante notición?
En fin, alístese, no hay nada que celebrar. Más bien empiece a comprar hielo y no precisamente para el whisky, sino para los golpes que tendremos este 2017, lleno de su cruda realidad.
#PreguntaSuelta: ¿será que este año sí vuelve el recargo nocturno para los trabajadores?
Juan Pablo Calvás
@Colombiascopio