Una de las décadas que ha marcado a Cali fue la de los 70. En esos años, expresiones culturales como el cine, la literatura, el arte –con la I Bienal Americana de Artes Gráficas– o los VI Juegos Panamericanos en 1971, por nombrar algunos casos, empezaron a cambiar la cara de la ciudad.
En simultánea, hubo protestas estudiantiles alrededor de políticas sobre la educación superior pública que tuvieron “un momento crítico en los días 25 y 26 de febrero: en el primero se hacen más públicas las consignas de los estudiantes con la ‘toma sin bolillo’ de la plaza de Caicedo, y en el segundo es violentamente reprimido por la Fuerza Pública y cae asesinado Édgar Mejía, ‘Jalisco’, uno de los líderes estudiantiles”.
El anterior fragmento corresponde a uno de los textos de ‘Cali 71, ciudad de América. Entre proyecto y realidad’, una de las exposiciones que actualmente presenta el museo La Tertulia.
En esta, a través de documentos –periódicos, flyers, registros audiovisuales–, fotografías y, por supuesto, obras de arte, se muestra cómo más allá de ese momento que representó el desarrollo de Cali en ciertos aspectos de infraestructura, se generaron distintos movimientos que renovaron el pensamiento sobre la ciudad.
Eso sí, la mirada sobre esta época es crítica, pues los investigadores y artífices de la exposición plantean que “visto todo en retrospectiva, son más evidentes los fracasos posteriores. La ilusión del progreso abusó del cemento, destruyó zonas históricas y descuidó el medio ambiente. La ciudad, que se avizoró progresiva y hospitalaria, no dio abasto para todos y los barrios de miseria en lugar de decrecer aumentaron...”, señalan en uno de los textos de la sala.
Esos barrios, con sus personajes anónimos y supuestamente anodinos, fueron el corpus de trabajo de dos artistas claves en la escena artística de Cali: Éver Astudillo (1948-2015) y Fernell Franco (1942-2006). De ellos también se exponen varios de sus trabajos, reunidos en las muestras: ‘Éver Astudillo: Crimen perfecto’ y ‘Fernell Franco: Revelado’.
Curadas por María Wills Londoño, ambas presentan una selección de dibujos y fotografías que muestran no solo a Cali como escenario y tema, sino sus procesos experimentales en torno a la fotografía y el dibujo.
Franco llegó a Cali desplazado de su natal Versalles por causa de la violencia. Se inició en la fotografía como fotocinero y de manera autodidacta, mientras que Éver Astudillo se formó en el Instituto Departamental de Bellas artes de Cali. Sin embargo, explica la curadora, “el cine fue la ‘universidad’ de ambos”, y eso se evidencia en sus obras.
En el caso de Astudillo, el cine fue su ‘Cómplice’ –así tituló Wills uno de los capítulos de la exposición– y lo hizo porque encontró que había “dibujos e imágenes muy cinematográficos (...), sus dibujos parecen sacados de una película”, continúa.
Y se le ocurrió la metáfora del crimen para hablar sobre todo aquello que dibujó Astudillo: cadáveres, sombras, testigos, pero que, aclara la curadora, están abiertos a la interpretación, pues las atmósferas en suspenso son una constante en su trabajo.
La palabra ‘crimen’ se aplica más en un sentido formal, pues, gracias a una donación de la familia de Astudillo al museo, se pueden ver las plantillas de esténcil, los papeles calcantes y las fotos que usó para armar sus collages mentales, como los llamaba, que aparecen como si fueran objetos propios de la criminalística.
En la muestra de Franco –cuyas obras se expusieron el año pasado en la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo (París) y en el Centro de la Imagen (México)– la ciudad también es protagonista: pensiones, edificios, elementos arquitectónicos como las baldosas, billares o prostitutas aparecen como testimonio directo de esa ciudad marginada y de las fallas en esos modelos de ciudad de América Latina en el siglo pasado.
Y son representados a través de una experimentación con el medio: fotografías intervenidas de forma manual, usando lápiz, aerógrafo, o jugando con la luz y la exposición.
Además de las obras de Franco y de Astudillo, se expone El principio de la empatía, una obra de uno de sus grandes amigos, el también artista Óscar Muñoz (Popayán, 1951) y en la que se recrea el trabajo del taller del fotógrafo, especialmente el de Franco, con diferentes materiales.
MARÍA ALEJANDRA TORO VESGA
Cultura y Entretenimiento