Sin mucho bombo llegó a nuestras salas una de las mejores películas que hemos visto este año, Animales nocturnos, que se estrenó en pocas pantallas, la mayoría en el circuito periférico donde los cineplex conviven con los almacenes agrícolas.
Algunos dirán que su trama es demasiado oscura y otros, que su director, Tom Ford, es más conocido como el diseñador de modas que salvó a Gucci de la quiebra que como cineasta, pero lo cierto es que los amantes del buen cine no deben perdérsela.
La cinta gira alrededor de una galerista de arte que combina la sofisticación con la depresión, mientras ve cómo su relación de pareja se cae a pedazos.
Un día recibe el manuscrito de una novela que le ha mandado su exesposo, un hombre al que quiso mucho, pero a quien abandonó porque no creía en sus capacidades como escritor.
Cuando comienza a leer el texto, empieza a descubrir las verdaderas aptitudes del hombre que dejó y se interna en una historia perturbadora, llevando de la mano al espectador en su alucinante viaje.
La palabra que mejor caracteriza a Animales nocturnos es elegancia. A pesar de que estamos ante una historia brutal, la cinta es exquisita en su estética, sus encuadres, su edición y en la manera como le da vueltas a la realidad y a la ficción.
Al margen de las impecables actuaciones de Amy Adams y Jake Gyllenhaal, quien se roba el show es Michael Shannon con una admirable caracterización como sheriff decadente.
Pero quien más brilla es el mismo Tom Ford: si sigue dirigiendo así, haber salvado a Gucci ya no será lo más importante que ha hecho en su vida.
MAURICIO REINA
Crítica Mente