Sí que le ha hecho falta amor propio a Bogotá. Luego de tantos reveses, después de todos los problemas de los últimos años, los bogotanos no han reaccionado como defensores de su ciudad, de su propia casa, sino como ciudadanos de paso que lamentan su suerte. Sin duda, esta sociedad está en mora de despertar la solidaridad y se ha acostumbrado a renegar de sus gobiernos en vez de participar en la restauración de esta capital, que tanto les ha dado a tantos. Por ello, el XVI Premio Cívico Por Una Ciudad Mejor –entregado por la Casa Editorial EL TIEMPO, la Fundación Corona y la Fundación Plan– suele ser un recordatorio de que en Bogotá también suceden “iniciativas de innovación social que mejoran la calidad de vida de las comunidades”.
El martes pasado, 20 de diciembre, se reconoció el enorme esfuerzo de 10 trabajos que podrían calificarse de “revolucionarios” en esta ciudad tan propensa al hastío y al desencanto. Resulta diciente que los tres primeros lugares hayan sido para un par de emprendimientos relacionados con la convivencia: el tercer puesto fue para el programa Adulto Mayor Intégrate, de la Fundación Percómputo, que conecta a los viejos con la tecnología; el segundo fue para la Biblioteca de Creatividad, de la vereda el Guabal y ciertos barrios cercanos a Ciudad Bolívar, que apoya los proyectos de los líderes sociales; el ganador fue Rogelio, el Buen Vecino, que relaciona la lectura con la convivencia, la lectura con la paz.
Resulta esperanzador el número de participantes: 228 de 19 localidades. Y es revelador que los sectores que más participaron hayan sido los barrios Ciudad Bolívar, Kennedy, Bosa, San Cristóbal y Rafael Uribe. Y qué buena noticia –dada el mismo día que se entregaba el Premio Cívico– que a la fundación ProBogotá se le haya ocurrido reconocer desde el próximo año las labores invisibles de los alcaldes locales de Bogotá: no sobra ninguna iniciativa –es todo un cambio cultural, de hecho, que se creen esta clase de premios– para poner en evidencia todo lo bueno que está ocurriendo en una ciudad acostumbrada a ver solo lo malo.
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